El golpe del general Primo de Rivera de septiembre de 1923 fue recibido sin especial hostilidad popular. El PSOE se mostró en principio contrario al golpe e hizo un llamamiento a "no prestar aliento a esta sublevación", pero al día siguiente se negó a participar en una huelga general convocada contra el mismo. El siguiente paso fue aceptar colaborar con la dictadura. Con Pablo Iglesias gravemente enfermo (moriría en 1925), Largo Caballero (antiguo estuquista y figura emergente del PSOE) entró a formar parte del Consejo de Estado. Otros socialistas colaboraron en organismos como el Consejo de Trabajo o el Instituto Nacional de Previsión.
Sorprendente es que Largo Caballero mostrase su disconformidad con ciertas medidas invocando su posible inconstitucionalidad, cuando anteriormente no habían tenido los socialistas el más mínimo escrúpulo en actuar contra el sistema constitucional vigente. Esta colaboración se mantuvo sin fisuras hasta 1928, aunque siempre impregnada de una fuerte dosis de oportunismo y cálculo político: el PSOE consiguió una fuerza política, social e institucional de la que hasta entonces había carecido, obtenida principalmente a costa de los anarquistas. De hecho, en 1930 era probablemente la fuerza política más numerosa y mejor organizada del país.
En Agosto de 1930 se firma el Pacto de San Sebastián, reunión de partidarios de un régimen republicano para elaborar un plan de acción encaminado a derrocar la monarquía. Se decidió que el método fuese un pronunciamiento militar combinado con la huelga general. A esta reunión acudió Prieto sin mandato de su partido y contra el parecer de Largo Caballero y Besteiro, pero con su política de hechos consumados consiguió que los socialistas participasen en el golpe. El levantamiento militar fue un absoluto fracaso al igual que la huelga general (que fue saboteada por Besteiro en Madrid) y fueron encarcelados, huyeron o se escondieron los miembros del Comité Revolucionario.
Tras las elecciones municipales del día 12 de abril de 1931, con mayoría de concejales electos monárquicos, se proclama la República el día 14. En el gobierno provisional presidido por Alcalá Zamora hay tres ministros socialistas: Prieto en Hacienda, Fernando de los Ríos en Justicia y Largo en Trabajo. En las elecciones a cortes constituyentes de junio, el PSOE se convierte en el partido con más diputados. Tras la dimisión de Alcalá Zamora en octubre seguirían ocupando los socialistas carteras ministeriales en los gobiernos izquierdistas de Azaña. Su desempeño ministerial fue en general bastante pobre en resultados, siendo Largo el ministro más activo. Esta participación en el gobierno era entendida de distinta forma por Prieto y Largo: el primero creía que la alianza con los jacobinos era a largo plazo, el segundo la concebía como una breve etapa en su decidido camino hacia la revolución para implantar un régimen a imagen y semejanza del soviético. Estas diferencias de criterio sembraron las semillas que fructificarían en las constantes divisiones internas en el PSOE.
La actuación de los gobiernos izquierdistas del primer bienio fue sectaria y revanchista, enajenándose a buena parte de la población: se consintieron los ataques por cuestiones religiosas, procesaron a políticos de la dictadura (aunque hipócritamente la persecución no incluía a los socialistas), redactaron una constitución que según Alcalá Zamora "invitaba a la guerra civil", se promulgaron leyes como la de Defensa de la República que fue utilizada de forma arbitraria y partidista... sin lograr solucionar los graves problemas que sufría el país. Con lo cual no es de extrañar que en las elecciones de noviembre de 1933 ( Azaña había dejado la presidencia en septiembre) las fuerzas de centro y derecha obtuviesen la mayoría de escaños con la CEDA como partido con mayor representación parlamentaria. A estas elecciones acudieron por separado socialistas y republicanos, ruptura anunciada por Prieto en octubre. El PSOE interpretó el resultado electoral en clave de que se les había expulsado del poder injustamente e hizo gestiones por medio de Negrín para que se anulasen los resultados electorales.
Es en esta fecha e incluso antes cuando se reinicia la radicalización de los socialistas, principalmente del sector caballerista. Ya en el verano de 1933 declaraba Largo Caballero: "El partido socialista va a la conquista del poder (...) deseamos que pueda ser legalmente, con arreglo a la Constitución, y si no como podamos". Pensamiento bien poco democrático ciertamente e inconcebible en quien tenía responsabilidades de gobierno. En plena campaña electoral pontificaba Largo: "Nuestro partido (...) cree que debe desaparecer este régimen". Poco después iniciaba el PSOE la preparación de un movimiento insurreccional que revestiría carácter de guerra civil si nos ceñimos a anteriores declaraciones de Largo: "Vamos legalmente hacia la evolución de la sociedad. Pero si no queréis haremos la revolución violentamente (...) Estamos en plena guerra civil (...) lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que por fortuna o desgracia tendrá inexorablemente que tomar (...) Votar es fácil (...) los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas". También recordó Largo Caballero que "ahí está la historia del partido para demostrar que la legalidad se ha roto cuando ello convenía a nuestras ideas". No menos amenazantes eran soflamas como: "En las elecciones de abril los socialistas renunciaron a vengarse de sus enemigos y respetaron vidas y haciendas; que no esperen tanta generosidad en nuestro próximo triunfo". Terribles y proféticas palabras.
Por convicción o disciplina, Prieto fue parte activa en los preparativos del golpe y, de triunfar este, formaría parte de un eventual gobierno socialista presidido por Largo del que también serían ministros entre otros Negrín y Zugazagoitia. Las instrucciones de la insurrección abogaban por la máxima violencia y recomendaban compilar datos de personas no afectas (es de suponer que no para felicitarles la Navidad). Sólo el sector moderado de Besteiro se opuso al golpe en ciernes, vaticinando que de triunfar llegarían al poder empapados en sangre y denunciando el envenenamiento de los trabajadores. En la pugna entre radicales y moderados, resultaron vencedores los primeros, con resultados catastróficos.
Buena parte del clima necesario para justificar la insurrección se conseguía con los asesinatos políticos, en los que jugaron un destacado papel las Juventudes Socialistas. Como declararía Prieto años después refiriéndose a sus juventudes "ciertos hechos que la prudencia me obliga a silenciar (...) no tuvieron reproches, ni se les puso freno". La Falange llevaría la peor parte. En noviembre de 1933 un falangista sería asesinado en un mitin socialista. A este le seguirían varios más, sin que hubiese respuesta falangista (lo que provocaría que a José Antonio se le motejase como "Juan Simón", por la conocida copla del enterrador y que se comentase que FE eran las siglas de "Funeraria Española"). La primera represalia mortal falangista sería en junio 1934 en la persona de la socialista Juanita Rico, presuntamente involucrada en la muerte especialmente salvaje del falangista Juan Cuellar. Los socialistas clamaron venganza y hablaron de "pasar factura".
En octubre de 1934, con el pretexto de la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno y la supuesta amenaza fascista que este hecho significaba (aunque tanto Largo como Araquistain habían declarado que en España no existía el peligro fascista), desataron las huestes socialistas su movimiento revolucionario destinado a implantar la dictadura del proletariado. Al tiempo, los catalanistas radicales se alzaban también contra el gobierno democrático. Los republicanos de izquierdas publicaron notas que suponían al menos el respaldo moral a la sublevación contra la legalidad diseñada por ellos mismos. El segundo intento armado para imponer la dictadura del proletariado en 17 años por parte de los socialistas fue sofocado por el gobierno con relativa facilidad excepto en Asturias, donde los revolucionarios del PSOE, comunistas y anarquistas (Alianzas Obreras ) resistieron algunos días y cometieron toda clase de desmanes y tropelías.
La participación del PSOE en el fracasado movimiento revolucionario debería haber desacreditado a este partido de por vida al haber quedado demostrado que sólo respetarían los resultados electorales cuando les fuesen favorables. Como veremos próximamente, y para desgracia de todos, realmente sucedió así.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 2 de junio de 2010
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