Desaparecer, no, porque dejaría
huérfanos a cientos de miles de simpatizantes que, por razones evidentes, no
encontrarían acomodo en VOX o en Ciudadanos, dos formaciones que no cubren todo
el espectro de la derecha. Lo que sí debe hacer el PP es refundarse en un
congreso constituyente que faculte a la Ejecutiva para renovar el ideario y el programa
–tal vez bastaría con sintetizar los cambios en un decálogo– y de añadidura refrescarlo
casi todo: Nombre del partido –se sugiere RENOVACIÓN POPULAR DEMOCRÁTICA, donde
quede claro que no es el PP de Rajoy–, siglas RPD, colores –azul turquesa y
alguna franja con la bandera española–, símbolo –en lugar de un charrán, pongamos
un lince ibérico poco menos que rampante.
Lo que también debe hacer el PP
es arrinconar a los militantes que hayan demostrado poca soltura política –caso
de Maroto– o que siempre ofrecen una imagen poco acorde, casi de perdedor. Es
decir, la Renovación Popular precisa más luchadoras intelectuales a lo Cayetana
Álvarez de Toledo y menos marmolillos cenicientos como el hijo de Suárez, cuya
simple imagen ante el frontispicio de la derrota fue de lo más deprimente. Ya
me dirá alguien en qué estaba pensando Casado para proponer de “Dos” por Madrid
a quien da el perfil de un “vigilante del cementerio en el turno de noche”,
como se ha descrito a Suárez Illana.
Aparte de una gran vocación por
la política, dicen que la preparación de Suárez es esmerada. Además de abogado en
ejercicio con alguna experiencia –ha pasado por varios bufetes e incluso ha
fundado uno propio–, posee un doctorado en derecho por la Universidad de
Harvard –¿Has oído, so Fraude?–.
Ahora bien, lo que sí está claro es que querer no siempre es poder y mientras
en las universidades no se expidan doctorados en carisma y en saber sonreír a
tiempo, Suárez Illana supone un peso muerto para el partido político que lo
acoja.
No se trata de echar a nadie a la
puñetera calle, pero a determinados militantes se les debe buscar un puesto
acorde a los intereses del partido, pongamos en un despacho donde se realice alguna
función que en verdad sea útil. Porque sin utilidad real, sería lo del tonto y
el lápiz. No nos engañemos, la generosidad comienza por uno mismo, eso sí, sin
egoísmos desmedidos. Y lo mismo ocurre en las formaciones políticas, ninguna
de las cuales está destinada a ejercer de ONG con los no llamados a la brega
política, al mitin en campaña, al debate, a compartir las redes sociales
mediante algún ingenio, a la tertulia en los medios, a esa propaganda callejera
que estrecha manos en los mercados o se deja ver en las fiestas mayores de los
pueblos... ¿Se imagina alguien a Suárez haciendo algo de esto?
No sé si seguiré, lo que sea aún no
está escrito. Desde luego el tema da para mucho más.
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