Emulando al clásico, cabe afirmar
que “nadie se convierte de repente en un malvado”, de ello se deriva que ese
“nadie” debe haberse atiborrado de iniquidad a lo largo y ancho de su
existencia. Lo anterior viene a cuento de una nueva picaresca de Pedro Sánchez,
a quien habrá que cambiarle el título académico de “Doctor Fraude” –o más bien
complementarlo– con el de “Titulado en Propaganda y Perito en Derroche compulsivo”;
eso sí, siempre a mayor gloria de su chulesca figura y de manera invariable con
el dinero de todos los españoles no subvencionados.
No en valde, parece que entra de
lleno en sus manirrotos planes subirnos los impuestos y destinarlos a contentar
a los suyos, como hace siempre la izquierda con sus redes clientelares, pero una buena tajada irá también a la continuidad de sus rumbosos viajes (ha usado el Falcon oficial en seis mítines del PSOE) y, muy especialmente, al desarrollo de unas metas políticas que, es de
suponer, deberían de aportarle cierto prestigio internacional, hoy muy alejado
de su inepta capacidad de seducción, que es lo que corresponde a quienes poseen poca cabecica y mucho ego. Sea como sea, el hecho es que hay quien asegura que pretende optar a la presidencia de la Comisión Europea, un cargo
que deberá renovarse tras las cercanas elecciones en Europa o cuando Juncker
concluya su mandato en octubre de 2019.
Así, pues, como cada cinco años se renueva la
Presidencia de la citada Comisión Europea, tampoco es descartable que Sánchez
posea un plan A, que es gobernar en España hasta entonces y a como dé lugar, es
decir, engañando todo el tiempo a todo el mundo, y un solapado plan B que le han diseñado a medio plazo (él sería incapaz), consistente
en lograr dentro de cinco años la mencionada Presidencia, tal vez cuando haya
consolidado el prestigio suficiente y como consecuencia de haber hecho el
chorra aquí y allá por toda Europa. De momento, y para lograr esa cosa rara que
el social-sanchismo considera prestigio, en una especie de subasta se ha ofrecido
al desembolso de seis millones de dólares anuales, por tiempo indefinido, para
traer a España una de las sedes en Suiza de la Oficina Internacional de
Educación, dependiente de la Unesco. ¿Socialismo y educación? ¡Nada más risible!
Y allá que va Sánchez, una vez
más con nuestro dinero, y le hace una oferta a Audrey Azoulay, directora
general de la Unesco (Imagen), a fin de trasladar a España esa oficina que los
suizos no quieren si no se reforman a fondo las competencias, porque los suizos
sí son gente seria y aseguran que ahora no sirve para nada.
¡Y si no p’a mí!, parece haberle dicho
Sánchez a esa señora, al fin y al cabo seis millones al año es dinero de bolsillo. Moraleja, si se cumple el plan B y este tipo
quiere llegar a lo más alto en Europa, me da miedo pensar la de caprichos y
derroches que deberán soportar nuestros bolsillos. Basta con recordar que la
cúpula de Barceló, también en Suiza, otro socialista “rumboso”, ZP, la financió en plena crisis.
De donde se deduce que es
imposible que el socialismo tenga solución, puesto que solo funciona, y con
mucha deficiencia, hasta que se le acaba el dinero de los demás, que es cuando
los votos lo alejan del poder por haber dejado al país entrampado: Ocurrió con Felipe González, con Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez podría ser mucho peor. Eso sin
contar otro distintivo del sanchismo acerca del cual Alfonso Guerra le ha dado hace
poco un aviso: Ante el riesgo de balcanización de España, ha pedido a los
partidos demócratas que reaccionen “antes de que sea tarde”, dado que no se
puede negociar “con los enemigos de la libertad”.
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