El problema de escribir un
artículo es que a veces uno no sabe cómo empezar, así que me he dado un paseo
hasta el fondo del pasillo –quien conozca mi casa sabrá que es larguísimo y con
curvas en las que hay que derrapar–, me he echado una buena carrera y aquí
estoy, sudoroso, delante del PC y dispuesto a dar mi versión de lo que vi
anoche en la tele: EL debate político. Al respecto, la primera pregunta que se
me ocurre es esta: ¿Anoche hubo debate? “No, no lo hubo”, me contesto a mí
mismo, sería más real denominarlo masacre,
que es cuando se produce una matanza de personas, en este caso referida a la moral
de los seguidores de Pedro Fraude,
muchos de los cuales, visto el resultado, quedaron completamente defraudados
con su amado líder y han decidió no votar o hacerlo a Ciudadanos.
Jamás pude sospechar que un
fulano que se sale en todas las puñeteras encuestas –supongo que se sale de
alto, porque lo que es de listo ni él se lo cree, de ahí que no quisiera debates–
representaría tan a la perfección el papel de mendrugo enmascarado, entendido
lo de mendrugo por su condición de zoquete y lo de enmascarado por la ocultación
reiterada de sus intenciones en cuanto a pactos postelectorales o de esa medida
tan injusta e interesada como sería la de indultar a los golpistas.
Este tipo Sánchez es tan
mentiroso como torpe, tan de ponerse medallas que no le corresponden, pongamos en
el tema de Cataluña –donde los separatistas apenas mantienen una calma electoral
que precede a la tormenta–, como de usar gráficos donde se adjudica las mejoras económicas
y sociales, ya presupuestadas, que corresponden a la etapa del PP. Ayer demostró
todo eso ante nueve millones de espectadores y sin duda la pifió para muchos de
ellos.
Es más, la condición de abusón
tampoco le es ajena, puesto que excedió todos los tiempos que le apeteció y no dudó en interrumpir cuanto pudo sin que el servil moderador –alquilado probablemente por
horas en una agencia de “cómplices al peso”–, le llamase al orden en ningún
momento. Para acabar de arreglarlo, ese otro tipo que también se cree muy
listo, un tal Ábalos, al finalizar el debate se excedió en una parrafada de 10
minutos aun cuando había consenso para que solo se hablara un minuto. ¡Menudo
anuncio electoral nos arreó el socialista tramposo! Valga la redundancia.
Eso sí, a mi modo de ver el
debate lo ganó de calle Albert Rivera, si bien me supo mal el golpe bajo de la
foto de Rato que le mostró a Casado, cuando éste no decidía nada en el PP y
todo estaba en manos del inútil Rajoy. Casado podría haberle respondido que ellos, los de Ciudadanos, no poseen ciertos cadáveres en los armarios porque hasta Andalucía no se han atrevido a gobernar. Lo cierto es que Rivera es el que le echó más ganas al
asunto y el que se había preparado a conciencia el debate, sobre todo respecto
a Pedro Fraude, al que le dio abundante
estopa. No me extrañaría que su brillante actuación le reportara 15-20
diputados más a Ciudadanos.
De pablo Casado se me ocurre
decir que tuvo dos tiempos, muy desvaído el primero y de buen nivel el segundo,
cuando dejó claro un programa que coincide en casi todo con el de Rivera. Me
quedó una doble impresión al respecto: O está demasiado agotado de la campaña electoral,
o se reserva más de la cuenta para el segundo debate, tal vez el decisivo. Eché de
menos que Casado reafirmara a menudo, digamos otras 6 o 7 veces y con cierto énfasis,
que... “¡yo represento al Partido Popular renovado! ¡Me oyen bien ustedes, re-no-va-do!”.
En cuanto al antisistema Pablo
Iglesias, no fue más que un cero a la izquierda al que le tocó hacer el papel
de bulto sospechoso, encorvado y desaliñado. Le faltó poco para pedir una escalera en la
que subirse a modo de púlpito y desde lo alto leernos su nueva Biblia: la Constitución
Española, al parecer descubierta en las últimas horas después de haberla
despreciado con reiteración y de exhibir una bandera separatista en Canarias. Otro farsante redomado.
Continuará… o tal vez no, depende
de lo que dé de sí el debate de hoy.
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