Benjamin Franklin escribió: “A los
veinte años, reina la voluntad; a los treinta, el ingenio, y a los cuarenta, el
juicio”. Está claro que Pedro Sánchez se ha quedado en la veintena, es
más, hay quien asegura que apenas ha pasado de su más tierna infancia, donde todo
lo que le rodea es de su propiedad o está destinado a que él lo disfrute en
exclusiva. ¿Exageración? No, evidencia de un comportamiento político desastroso
y egoísta.
Ahora bien, para que un político
deje huella, está claro que no basta con la voluntad, debe poseer también un
juicio acorde al grado de responsabilidad que ostente. Si se trata de Sánchez, la
responsabilidad es máxima al ser el presidente del Gobierno de España, primer
nivel ejecutivo de la Nación. Veamos lo juicioso que se ha comportado Sánchez
en algunos aspectos:
Se sabe que Torra, el catanazi en
jefe, le entregó a Sánchez un documento con 21 exigencias, un hecho desmentido
por el socialista hasta que el propio Torra ordenó que se filtrase. Bien, pues Sánchez
ya ha atendido 13 de esas 21 reivindicaciones, que van desde mirar para otro
lado en el dinero que gastan los golpistas, por ejemplo en la reapertura de
embajadas y en consentirle todo tipo de insultos a España a través de la basura
amarilla y las pancartas alusivas a “presos políticos y exiliados”. Es más, recibió
a Torra en la Moncloa con un lazo amarillo en la solapa.
También sabemos que Sánchez, al
poco de llegar al poder, le entregó la competencia de prisiones a la “Generalitat”,
lo que supuso que la manada de sediciosos pasara unos cuantos meses a lo grande
en la prisión, donde recibían cuantas visitas apetecían y a las horas que les
daba la gana, sin límite alguno de caprichos en alimentación, comunicaciones
telefónicas, disfrute de ordenadores personales con acceso a Internet, etc.
Ahora, mientras se celebra el juicio
a los golpistas, qué no habrá concedido Sánchez a los nazis catalanes y vascos
para que éstos, en bloque, le aprobaran los decretos electorales (él los llama
sociales) con el dinero de todos. Lo que sí se conoce es que tanto Bildu como
el PNV sacan pecho por las nuevas transferencias asignadas al País Vasco, lo que
sin duda es el principio, como garrapatas que son, de unas exigencias sin fin mientras
Sánchez necesite sus votos. Porque el nacionalismo periférico, no nos
engañemos, jamás se contentará con nada, ya que incluso si lograra la
independencia lo primero que exigiría es expandirse a las regiones limítrofes.
En resumen, el comportamiento de
Sánchez no puede ser más adverso al interés del conjunto de los españoles y a
la unidad de España. Dios nos libre de que un fulano así pueda revalidar el
poder y encima con los mismos socios que le llevaron a la Presidencia. ¡El pueblo
español, con sus votos, debe impedir que un sujeto tan egoísta y arbitrario obre
con arreglo a su inicua voluntad! Porque la voluntad, conviene afirmarlo, posee
un valor cierto cuando solo la envuelven la bondad y el afecto; jamás cuando en
ella sobresalen la codicia y la ambición de poder, como le sucede a Sánchez.
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