jueves, 18 de abril de 2019

¡Por qué será que Pedro Sánchez me pone de los nervios! (2 de 2)


Si hubiera una frase definitoria de la personalidad de Sánchez, a la que se llegaría sin gran dificultad a poco que analizáramos su trayectoria política, sería esta: Es un gran farsante que pretende engañar a todo el mundo, todo el tiempo. Y además disfruta haciéndolo, cabría añadir. Sobre la falsedad, uno de los escritores más grandes de nuestra historia, Cervantes, anotó lo siguiente: “La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando la gente se da cuenta del engaño ya es demasiado tarde”. No me cabe la menor duda de que Cervantes llegó a conocer en su época a más de un Falconetti. Porque la falsedad y su hermana pequeña, la afectación, son cualidades tan viejas como el hombre y degeneran en codicia y ego, mucho ego.


Sánchez ofrece siempre a los separatistas, sean catalanes o vascos, justo aquello que quieren oír. Eso en cuanto a sus promesas públicas, que suelen ser moderadas para que no se alteren los gobernantes de otras regiones perjudicadas, porque luego en privado centuplica las promesas y encima las va cumpliendo al ritmo que a él le interesa, prueba de ello es esa trasferencia de toda una autopista nacional, la AP-68 (Bilbao-Zaragoza) a su paso por territorio vasco.  Autopista de peaje, por supuesto, que es una forma como otra de ofrecer al nacionalismo vasco, llave en mano, una suculenta fuente de financiación valorada en unos 100 millones de euros al año, sobre todo si se considera que la autopista ya está amortizada. Eso sí, habrá que ver quién se ocupa del mantenimiento, porque este energúmeno es capaz de ceder solamente los peajes pero no las inversiones para la conservación. Si Sánchez necesitara el voto de los separatistas vascos para cualquier chanchullo –probablemente un capricho–, no sería de extrañar que también cediera el espacio aéreo al PNV, espacio vasco-navarro y alrededores, por supuesto.

Lo escrito no deja de ser una parodia, pero en modo alguno es una exageración. Sánchez es un puto genio capaz de falsificarlo todo –comenzando por su currículum– sin que acabe de pagar precio alguno por sus abundantes actos irregulares, pasmosamente declarados “secreto oficial” a la menor crítica. Sánchez sabe lo que le conviene –y más ahora con la "asesoría" de su mayordomo Iván Redondo– sin haber aprendido ni de lejos lo que es una política decente. Sánchez extrae conclusiones favorables a su causa sobre premisas que desde luego ignora –de nuevo Iván–, lo que ocurre es que no es capaz de discernir dónde se halla lo más valioso: las patrias poseen un alma indestructible, como así le ocurre a España desde hace tantos siglos.

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