Al votar a mequetrefes como Coleta Morada, frickis
ocurrentes como Ada Colau y la abuelita Carmena o bien, en el colmo de los
colmos, a esa esperpéntica individua que es la versión feminazi de Groucho Marx,
pero sin bigote, a la que no hay más que verle sus miradas para advertir enseguida
que tiene la intención de engañarte... Sí, si, me refiero a Mònica Oltra, la dirigente
en jefe de Compromís, en cuyas miradas se ve cómo se relame cuando van
destinadas a otras mujeres que de verdad lo son, no como ella, o bien cómo
tratan de fulminar, gafas de híper-aumento de por medio, a cualquier varón que pretenda
llevarle la contraria en sus trogloditas opiniones sobre el pancatalanismo
identitario que desea imponer en la Comunidad Valenciana, región de España que
va camino del exilio. Por supuesto la región entera.
En el caso de Valencia todo eso sucede gracias a
que socialistas como Ximo Puig, con sucesivos cargos políticos desde 1983 y prácticamente
sin oficio ni beneficio aparte del momio del partido (a pesar de que en su biografía
se dice que es periodista), llegaron al compromiso de bajarse los pantalones ante
esta lesbiana declarada y filonazi de Mònica Oltra. Y no es porque
sea lesbiana y filonazi, que también al tratarse de sendas anormalidades, sino
porque ambas circunstancias marcan a tope el carácter, lo hacen incompatible con el desempeño sobrio de un cargo institucional y, de hecho, quien posea tales características no anda lejos de convertirse en un
sujeto/a depredador de su prójimo más inmediato. Al votar a gente así, repito,
no es que ciertos españoles se hayan situado en el lado oscuro de la Fuerza.
No, no señor, es que esos votante se han situado directamente en el lado
imbécil de la sociedad española. La pregunta a la retahíla anterior no puede ser
más precisa: ¿La gestión de esta gente, tan apegada al cargo y que tanto costará
desalojar, puede llegar a mejorarnos la vida a los españoles? Demos, pues, una
respuesta precisa: ¡En absoluto, sin duda iremos a peor, a mucho peor con
gentuza de semejante calaña!
ResponderEliminarEn el fondo lo que me admira es la cantidad de gente que les vota. Comprendo que muchos de esos votos son fruto del odio a los otros, odio bien merecido en muchos casos, otros son con la esperanza de la subvención, pero al final nos quedan unos cuantos o unos muchos que no tengo ni idea de la razón por la que han ido a parar al lado idiota. Y aunque el número de los tontos es infinito, en la práctica, no hay tantos.
cierto que los pperos valencianos se lo han ganado a pulso y que votar al pp en Valencia es tener una moral a prueba de bombas, pero digo yo que hay posibilidades intermedias o simplemente no votar.
Pero lo que siempre ha sido una constante es que las derechas han hecho buenas las mentiras de la izquierda sobre ellas, comportándose, no quieren sus votantes, sino como dice la izquierda.
Pacococo
Un buen análisis, amigo Paco. Poco más se puede añadir.
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