No me siento especialmente predispuesto a creer, considerando las dotes del director de la academia de arte naif El Diálogo, que los alumnos de ZP sean capaces de usar algo más que la tiza para trazar un punto gordo, que es ese punto donde los matemáticos graciosillos aseguran que se juntan las líneas paralelas. Eso sí, unas paralelas que nunca trazan muy separadas, porque entonces el punto no sería gordo, sino gordísimo.
Aun admitiendo que los alumnos de la academia El Diálogo, más tramposos que graciosillos, dispongan de la habilidad suficiente para usar el punto gordo en determinados asuntos, creo que se necesitará algo más que la engañifa para integrar no ya dos paralelas sino una simple recta o cuerda de la que deberán tirar ZP y sus alumnos, de un lado, y del otro una multitud de esforzados separatistas dispuestos a romper la cuerda a base de enérgicos tirones y mordiscos. Hará falta, pues, mucho talento para aprender un oficio que aún no dominan éstos del diálogo o punto gordo.
Pero el problema a medio y largo plazo no es que vayan a resultar unos alumnos más o menos aplicados a la hora de usar la tiza, que la incapacidad se les presume, el verdadero problema es que ZP, sin saberlo, ha introducido elementos en su gobierno que en un futuro no demasiado lejano quizá decidan que no les motiva el tipo de técnica que se practica. Quienes se infiltren en los diversos cargos ministeriales, secretarías de Estado y direcciones generales, meritorios del estilo tiziano (de tiza), probablemente salgan más de una vez del recinto de La Moncloa (para entonces denominado Finca el Punto Gordo) y traten de visitar a hurtadillas otras salas de arte. Querrán comparar y asesorarse respecto a la vanguardia artística que más les inquiete o crean que se lleva.
Ha pasado el tiempo y confiado ZP en la marcha somnolienta de su método naif, un buen día queda muy sorprendido cuando le informan que casi un tercio de los alumnos falta a las clases. También le dicen que se fueron a hurtadillas tras comentar que en la academia El Diálogo no existe la teórica y se aprende a partir de improvisaciones y bandazos, por lo que decidieron ir a contemplar una exposición de obra soberanista en la que expone un paisajista nato de la campiña del sur de Francia. El informante incluso cita que los ausentes aludieron a los alrededores de Perpiñán.
Como no siempre va a tener a mano la noticia llamativa del domingo por la tarde (hora del Carrusel Deportivo que tanto juego da, no lo olvidemos), ZP decide suspender las clases hasta el lunes y convocar a la Junta de Gobierno de la academia, donde se delibera a fondo sobre lo que debe hacerse con los alumnos díscolos. Finalmente, designan al discípulo aplicado para que se entere bien del propósito de los ausentes y negocie algún tipo de solución.
Transcurrido ya el fin de semana, el primero de los grupos en volver es el catalán, cuyos miembros no han dudado en asesorarse a través de ese señor de nariz rojiza salido de un cuadro velazqueño, por lo que declaran abiertamente que a ellos les gusta la pintura de Goya, sobre todo la del cuadro donde se ve a una pareja de hombres enterrados hasta media pierna que se arrean mamporros. Opinan que nada de pintura naif con muñequitos pequeños, que lo que les motiva son buenos lienzos de 3X8 metros. Por tanto, declaran que han decido pasar por la Academia El Diálogo a recoger sus efectos personales.
El Director no les recibe, no está disponible (aquí se ve al primer actor cómo se pone la mano al lado de la boca y le dice confidencialmente al público: Sí está, sí está, pero se encuentra dialogando con su sombra). Les recibe el alumno más aventajado, un tal... Bono... o... Bueno.... o... ¡Bueno, Bono, ya lo he dicho! ¿Dónde estaba yo? ¡Ah, sí! Bueno, pues resulta que Bono les recibe, les pide que pasen al patio. Y allí, al pie de la valla que hay frente a la puerta, se ven 4 grandes cajas de botes de pintura marca Goya. Y Bono, con un manojo de brochas en la mano, les dice a los disidentes:
-Como sé que ogs gugsta la pintura recia y de Goya, y decígs que nuegstro director es demasiado naif, puegs no preocuparogs, que yo ogs voy a hacer un encargo. ¡Fijarogs bien, con egstos botes de pintura marca Goya me pintáigs la valla con una gran bandera egspañola y le ponéigs un torito de Ogsborne en medio, bien rematado, con dogs manogs de pintura negra! Y tú -se dirige a Montilla, que aparecía espantado-, me vags a pintar un letrero bien artígstico en egsta valla de la derecha, que ponga, egscucha bien lo que te digo, que ponga: ¡ZONA NACIONAL! ¡Ya egstá, podéigs empezar! ¡Se ha acabado el rollo nacionaligsta pinturero!
Al fondo del escenario, la sombra de ZP llora amargamente el exceso de diálogo inútil que recibe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.