sábado, 22 de diciembre de 2012

La base de nuestro pueblo (2 de 2)

Recreación de la gran batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.

Entre los que no se convirtieron al islam, unos abandonaron Hispania camino de Aquitania, de Septimania o de la Gascuña (la Vasconia gala a partir del siglo VI), otros se amoldaron a convivir con los musulmanes, que inicialmente fueron tolerantes debido a su escaso número, y algunos miles pasaron a ocupar las montañas astures y cántabras, primeros núcleos de resistentes que, como una mancha de aceite, fue extendiéndose de norte a sur. En el nordeste peninsular, algunos años más tarde y ya en tiempos carolingios, se creó la Marca Hispánica a partir de la conquista de Gerona por Carlomagno, en el año 785, y se consolidó tras la toma de Barcelona a principios del siglo IX.

Los condados creados en la Marca Hispánica, que se extendieron hasta el reino de Asturias, fueron repoblados, a su vez, por habitantes autóctonos refugiados en las montañas y valles pirenaicos o por los descendientes de los hispanogodos que abandonaron su tierra unos 70 años antes y hallaron refugio al otro lado de los Pirineos. Así, pues, la población de los reinos o condados que iniciaron la reconquista del territorio hispano, aunque ya no se llamase Hispania, era decididamente hispana. En cualquier caso, nada nos induce a pensar que en el nordeste peninsular se produjera una avalancha de galos, borgoñones, francos, lombardos o alamanes, citados como reinos más próximos de distinta etnia.

Costó siglos, se libraron innumerables batallas, muchas de ellas entre cristianos, pero al final se recuperó el solar patrio. En las Navas de Tolosa, por ejemplo, al ejército cristiano ya podríamos llamarle español o hispano, que es lo mismo, pues sus componentes lucharon bajo las banderas unificadas de Castilla, Aragón y Navarra. La historiografía nos cuenta que en las Navas de Tolosa se produjo la batalla más decisiva y crucial de la Reconquista (con mayúscula, aunque algunos la nieguen), a partir de la cual se originó el hundimiento del Imperio almohade y se aceleró la recuperación de la Andalucía occidental.
En aquellos tiempos de la Reconquista, por lo que conozco, casi nadie ponía en duda su pertenencia a una misma etnia, la hispana, al margen de que se hablase catalán, castellano o gallego, idiomas que por entonces no se diferenciaban tanto como ahora puesto que hacía menos tiempo que se habían separado del tronco común: El latín vulgar. Entre las clases altas, el latín les servía de nexo de unión y les recordaba su misma identidad de origen. Incluso durante el reinado de Sancho el Mayor de Pamplona, que es como se llamaba Navarra hasta entonces, se llegó a hablar de un nuevo Imperio hispano y el citado rey se proclamó emperador de Hispania.
Luego vinieron las repoblaciones de los territorios conquistados a los musulmanes, que no árabes, como el levante español, la meseta sur y Andalucía. Una ciudad importante como Sevilla, por ejemplo, quedó completamente vacía durante una semana porque su conquistador, Fernando III, había concedido un mes de plazo a los musulmanes sevillanos para que se marchasen sin ser molestados y llevando consigo cuanto pudiesen transportar. Después de tres semanas, la evacuación ya se había completado y el Rey, a pesar de ello, no quiso entrar y sólo ordenó que se izase su pabellón en el palacio real. Posteriormente Sevilla siguió siendo una importante ciudad repoblada por castellanos, vascos de los tres territorios, gallegos, catalanes, etc.
A mediados del siglo XIV comenzó en casi toda Europa lo que se conoce como la peste negra. Hubo zonas, como la mitad norte de Italia, donde se cebó especialmente. El italiano Bocaccio nos narra que en su ciudad de Florencia murieron unas 100 mil personas, algo así como el 90% de sus habitantes. Investigaciones recientes hablan de que más de un tercio de la población sucumbió en buena parte del continente europeo y en bastantes áreas afectó a la mitad o más de los ciudadanos. La gente huía de las ciudades como de la peste (de ahí el dicho) y se refugiaba en los campos. Una de las regiones europeas que por desgracia padeció con fuerza la peste negra fue Cataluña, que redujo a sus habitantes hasta el exiguo número de 400 mil, según se dice, ignoro si con notable fundamento o no.
También en Cataluña, que junto a Aragón repoblaron buena parte del levante español y ello les produjo una gran merma de habitantes, se dio un hecho de gran trascendencia en la cuestión poblacional. Me refiero a las dos guerras de los Remensas, sublevación del campesinado catalán entre mediados y finales del siglo XV. Un campesinado sujeto a leyes señoriales o feudales al que se le negaba la libertad de movimientos. El campesino catalán, si quería emigrar a las nuevas tierras conquistadas y ganar su libertad, debía pagar un rescate para redimirse (remensa), de modo que se inició una primera guerra entre los señores feudales y los campesinos, apoyados estos últimos por el rey de Aragón, Juan II. La Guerra finalizó durante una segunda revuelta, en tiempos de Fernando II, que abolió en 1486 lo que se conoce como malos usos.
A consecuencia, pues, primero de la peste negra en el siglo XIV y posteriormente de las guerras de los Remensas en el siglo XV, con el consiguiente desplazamiento de población hacia el sur una vez liberados los campesinos de su obligación de permanecer sujetos a la tierra, Cataluña quedó muy disminuida de moradores y a ese territorio acudieron gentes de otras zonas de España, especialmente de Castilla, Navarra y el propio Aragón. De hecho, el idioma castellano entró con gran fuerza en Cataluña hace cinco siglos, no es cosa de los años 60 franquistas ni mucho menos. Fue llevado allí por las oleadas de emigrantes que la propia Corona de Aragón recibía a gusto y asentaba.
Entre otros muchísimos datos que podrían aportarse y que la brevedad de este artículo no permite, vemos como en 1248 Fernando III autoriza la entrada de un contingente de catalanes, gallegos y vascos en Sevilla, entre otros, y como en los siglos XIV y XV se devuelve con creces esa población a Cataluña. Si a todo ello le unimos las grandes migraciones del XIX hacia el País Vasco y Cataluña, época en la que se consolidaron las industrias de ambos territorios, y la desmesurada llegada de andaluces, murcianos, extremeños, etc., del siglo XX, se redondean más de dos milenios de continuos intercambios de población, todos de la misma etnia, probablemente sin par en toda Europa y que rotundamente definen a España como una nación por los cuatro costados.

12 comentarios:

  1. Anónimo16:12


    Esa es la segunda parte de la historia, el intercambio poblacional.

    Los catalanes colonizan tierras del sur y más tarde sus descendientes vuelvan a Cataluña.

    Se pueden rastrear apellidos catalanes castellanizados por toda España y apellidos castellanos, en muchos casos catalnizados, en Cataluña. Seguramente estos apellidos catalanizados sean de emigrantes de hace varios siglos.

    Pero eso no es nada comparado con la cerrazón de un nazionalista, que si pusieran el mismo empeño en levantar Cataluña, ya les habría terminado la crisis y tirarían del resto de España y no que necesitan un rescate urgente.

    Pacococo

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    1. Es que la mayor parte de los nacionalistas desconocen su propia historia. Otros, simplemente la adulteran sin importarles un pimiento y con tal de lograr su propósito identitario.

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  2. Anónimo19:46

    Interesante artículo... Se menciona poco, pero lo cierto es que el Reino de Asturias -posteriormente de León, al trasladarse su capital a esta ciudad-, surge dando continuidad al reino visigótico de Hispania. Pero el declive de éste y el auge de Navarra, con Sancho el Mayor, y la independencia de Castilla por parte de Fernando I -hijo de Sancho-, con sus leyes del Fuero Juzgo -calcadas de las de Navarra-, supuso una cuña vasconizante en la Reconquista, perdiéndose la idea de unidad nacional heredada por los astur-leoneses del Reino Visigodo...

    Paradójicamente, el auge de una Castilla cada vez más romanizada al expandirse -la lengua castellana inicial era un romance muy vasconizado que exportó el término vascuence "esquerra" a todas las lenguas peninsulares-, supuso un elemento vertebrador clave en la formación de la España actual.
    Pero lo que quiero decir con ésto, es que nuestra Historia está mucho más relacionada de lo que algunos tontainas, que juegan a Asterix y Obelix, quieren hacernos creer...

    Un saludo, D. Policronio.

    MR (Monárquico y Republicano)

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    1. Un resumen perfecto de los dos artículos y además varias apostillas de primera fila. Gracias, MR, y un saludo cordial.

      A propósito, Policronio ha quedado como un personaje importante de la novela histórica que publiqué a finales del año pasado y presenté en enero de este año. Por si te interesa, te pongo un enlace al blog dedicado a "Viento de furioso empuje", que es como se llama la obra.

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    2. Este es el enlace: http://pedroespinosagarcia.blogspot.com.es/

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    3. COMENTARIO 1

      Deseo comentar una cuestión que apunta Anínimo (copypego):

      "...una Castilla cada vez más romanizada al expandirse -la lengua castellana inicial era un romance muy vasconizado que exportó el término vascuence "esquerra" a todas las lenguas peninsulares-, supuso un elemento vertebrador clave en la formación de la España actual."

      La cuestión es clave para entender la expansión de la lengua española y su papel en la península.

      La lengua española se fue extendiendo impulsada no solo por la fortaleza militar de Castilla, líder en la guerras contra moros, sino también por su pujanza económica paralela. El comercio interesaba hacerlo con gentes con las que entenderse, las relaciones entre vecinos se facilitaban a través de una lengua de encuentro común. Una forma de entenderse entre gentes próximas que convenía a todos porque permitía más opciones, trueques y negocios.

      Ello formó a la lengua española ya desde sus inicios como un ágora de los diferentes mercaderes, ganaderos, comerciantes,soldados que iban de un lugar a otro, simples viajeros, y aún de los vecinos de poblados próximos. Por la inercia de las cosas traspasó fronteras siglos después, y así nos encontramos a muchos portugueses hablando español en los tiempos de Carlos I, por ejemplo.

      Lo que no impedía el uso de otras lenguas en el territorio peninsular. Téngase en cuenta que en aquellos tiempos nadie pensaba en la educación universal para todos u otras cosas por el estilo. Esto quiere decir que a nadie la importaba ni la escolarización masiva del pueblo ni la alfabetización de las gentes. En consecuencia, no se aprendían idiomas ni por imposición ni por escolarización. Quien era analfabeto catalanohablante era analfabeto en catalán. Y el que era hablante de lengua gallega era analfabeto en gallego. Igual sucedía con el resto de idiomas. Aparte, existía un idioma "culto" y "formal", de señores, reyes y aristócratas que ejercía de idioma en las relaciones diplomáticas del mundo cristiano: el latín.

      Pero la gente común, para entenderse sin el latín, adoptó por interés y conveniencia aquella lengua que, no solo provenía del reino más poderoso y más poblado (lo que multiplicaba su expansión), sino que encima le resultaba útil para lo que pudieran necesitar: si un vaquero gallego se encontraba con un castellano que pasaba por ahí interesado en comprarle siete vacas resultaba que al gallego le sonaba algo parecida la lengua del castellano, con quien podía hacer buenos negocios. Es decir, entender al castellano le daba más opciones que las limitadas a su terruño con sus vecinos gallegos. El mercado con Castilla le convenía económicamente a vaquero gallego. También le convenía, llegado el caso, el mercado vasco. Así que era buena cosa eso de entenderse en lo posible en una lengua que abría puertas y daba más opciones.

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  3. Anónimo20:48

    Ud. perdone, D. Pedro... Uno, que es de viejas costumbres. Reciba ud. también un cordial saludo y tenga Feliz Navidad.

    MR (Monárquico y Republicano)

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    1. No hay nada que perdonar, ¡por Dios!, al contrario. Lo de Policronio me ha hecho gracia porque es el seudónimo que he usado durante 8 años en el blog Batiburrillo de Red Liberal, ahora aparcado. Lo que ocurre es que he aprovechado la circunstancia para meter la cuchara, aludir a mi novela y tratar de promocionarla, un asunto que ahora me interesa mucho. ¡Feliz Navidad, amigo MR!

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  4. Estas cosas son las que se deben enseñar en las escuelas y no tanta tontería de lo políticamente correcto.
    Le deseo a usted y a su familia unas Felices Fiestas, lo del año nuevo, lo dejo, pues eso de NUEVO, como que no, pues sera MÁS de lo mismo.

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    1. Igualmente Feliz Navidad, amigo Doramas. Muchas gracias por su amable comentario.

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  5. COMENTARIO 2

    En el fondo, los motivos por los que la gente se interesaba por entenderse con sus vecinos son los mismos que hoy día: la gente aprende idiomas --inglés, principalmente, la lengua de encuentro de hoy como entonces lo fue la lengua española-- bien por interés para tu promoción profesional, bien porque es una lengua que necesites, bien por interés cultural, bien porque te resulte útil para alguna cuestión . O bien por simple conveniencia personal. Esos son los motivos de siempre para aprender idiomas: UTILIDAD, INTERÉS, CONVENIENCIA.

    Si volvemos a pensar en los hombres medievales lo entendemos perfectamente. Además, muchos abandonaron su lengua particular y no lo hicieron por imposición alguna, sino por la inercia de las cosas. Así se explica que en las provincias vacas ya hubiera comarcas o valles en los que ya no se hablaba vascuence en el siglo XIII.

    Es más: las cuestiones lingüísticas importaban un pimiento a los gobernantes de entonces. El propio Carlos I hablaba flamenco y vino a España sin saber español pero...¿para qué lo necesitaba? Con el tiempo, simplemente, le pareció adecuado aprenderlo aunque nunca llegó a dominar el idioma principal de sus súbditos. En el plano internacional se usaba el latín.

    Otro ejemplo: Felipe II llegó a ser rey de un imperio verdaderamente plurilingüe, pero entonces las cuestiones de la lengua no tenían prácticamente ningún peso en la política. Si se expandió el español en América fue por otros motivos y no por "centralismo opresor".

    Por supuesto, todos estos asuntos y matices no los tienen en cuenta los nacionalismos que hoy día tenemos que sufrir en España.

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