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Apenas iniciada la Legislatura, ya se
han cruzado las líneas rojas de la estafa política. Pedro Sánchez ha sido el primer
estafador al dar la orden de prestar cuatro senadores a dos partidos
separatistas, ERC y DL (antigua CDC) y antiespañoles. De este modo esos partidos podrán formar
grupo propio en el Senado, lo que les permitirá, además de jugosas retribuciones
que según el reglamento no les corresponden, disponer de más tiempo para intervenir
a favor de la ruptura de España y la consabida propaganda victimista. La razón de
semejante cesión no puede estar más clara: Se trata de un pago anticipado a los
separatistas cuya compensación espera Sánchez cuando intente su investidura. Así
pues, no hay muchas dudas de que el jefe de los socialistas comienza a acumular
motivos más que sobrados, el primero de ellos su "brillante" derrota
electoral (4º puesto en Madrid), para que sus colegas de partido lo aparten cuanto antes del
cargo. Simplemente, además de un pésimo candidato ha resultado ser un tipo tan
torpe como ambicioso, malencarado y falto de escrúpulos.
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A los que clamaban por la desaparición del
bipartidismo y apostaban por un Parlamento donde media docena de partidos, o
más, tuviesen forzosamente que dialogar para consensuar nuevas leyes que
renovaran la actual democracia renqueante, les debe estar fastidiando a tope
esta situación caótica que padecemos ahora, que de entrada impide formar un
gobierno estable y comienza a crear tal inseguridad en los mercados financieros
que no sería de extrañar la pérdida en seis meses, vía bolsa en picado, alza en
la prima de riesgo y falta de inversiones exteriores, de todo lo que el PP logró
rescatar, a veces más por fortuna que por acierto, durante cuatro años en los
que, de hecho, casi no hubo gobierno que molestara a la iniciativa empresarial privada.
Que ya se sabe lo mucho que molestan los ministros
cuando su actividad es frenética y está regida por la ley caprichosa del que
manda (verbigracia la etapa ZP), y por ende no se desconoce que sus secuelas
serán siempre una herencia envenenada de la cruz a la raya. A mi juicio, la
herencia que deja el PP no es mala en lo económico ni aun en lo social, por
mucho que mientan esos sinvergüenzas de la izquierda que apelan en todo momento
a la falsedad propagandística que les caracteriza desde siempre. Eso sí, en lo
institucional los del PP no han dado una a derechas... y nunca mejor dicho.