Algunos aseguran que Pedro Sánchez es
el presidente del Gobierno de España. ¡Jo, qué asunto, parece una broma pesada!
Estoy por apostar media vida –mi media vida pasada, claro, dado el nivel del
sujeto– a que se trata de una acusación infundada, casi calumniosa de algún
político de extrema derecha. Es imposible que un presidente, por mucho que él
recuerde tan a menudo que lo es –ya veremos por cuánto tiempo, por más que haya
citado el 2030– pueda ser considerado como tal si nos atenemos a la sucesión de
disparates que ha practicado o que ha emitido por su boquita, como si de un gas
tóxico se tratase. Por ejemplo, este párrafo que parece descriptivo de sí mismo:
“Estar
con el sentido común y con el extremismo no es posible”, referido a
Ciudadanos en Andalucía.
La frase entrecomillada solo tiene
una interpretación posible: A su modo, como si de uno de sus manotazos verbales
se tratase, Sánchez ha querido desacreditar a C’s y, por extensión, calificar
de extremista a un partido como Vox. Que ya sabemos que el socialismo, porque
se cree con derecho a ello, lleva siglo y pico decidiendo la calidad
democrática de los demás cuando esa gente, basta repasar su negro historial, jamás han sido un dechado de virtudes democráticas y mucho menos patrióticas.
Supongo que opinará así el cretino de
Sánchez –lo de cretino es un término casi venial–, para que los de Albert Rivera se
acomplejen aún más, como si no tuvieran ya bastante con lo que suelta ese
Manuel Valls metomentodo que les espolea a todas horas desde Barcelona –y cuya
elección constituye la mayor pifia electoral del partido naranja–, de modo que al
final acepten que el cordón sanitario que Valls propone para Vox es lo más guay
del Paraguay y de obligada necesidad en toda España, que deberá incluir hasta el más
pequeño de sus pueblos.
Es más, no sería de extrañar, visto el
apocamiento de un C’s que gimotea a diario para que no le desfloren su centralidad
política, que tras las próximas elecciones municipales y autonómicas acabasen
por darle unos cuantos gobiernos a los socialistas, sobre todo en aquellas
poblaciones donde Vox, como en Andalucía, podría llegar a ser una formación
decisiva a la que hay que arrinconar para evitar el qué dirán. Y así, entre
pinto, pinto, gorgorito… tal vez pretendan mantener una equidistancia que, de
un lado, aspira el “cinturón sanitario” en contra de Vox y, del otro, lo
importante es proclamar al PSOE como lo “más mejor” en cada uno de los pactos
locales o autonómicos que se establezca con ellos. Una ley de la compensación
que... simplemente apesta.
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