Debería
recordarse a diario que ese político que duerme en La Moncloa, a la que llegó en junio
de 2018 tras una moción de censura cuyo argumento principal consistía en
convocar de inmediato elecciones generales, resulta que no las convocó hasta
que le rechazaron los presupuestos del Estado el 13 de febrero de 2019 y
entonces le dio por fijar las elecciones el 28 de abril de 2019, es decir, 10
meses más tarde de lo que debería de haber sido algo inmediato. Eso sí, antes
de que le rechazaran los presupuestos manifestó su voluntad de agotar la
legislatura y no convocar elecciones hasta junio de 2020.
Desde entonces, y
ha transcurrido ya año y medio exacto, el caradura monclovita permanece en
funciones aun cuando lo tiene crudo al haber perdido escaños en las generales del 10 de noviembre de 2019, de ahí que unos cuantos de sus esbirros
más próximos se hayan enfebrecido a la hora de intentar ligarse a cuanta
garrapata catanazi y euskonazi pulula por la periferia peninsular. Y en ello
están, “dialogando al modo fierabrás” y a ver el que se rinde primero, si bien
no parece que lo vayan a tener fácil los sociatas considerando el altísimo
precio que exigen las bandas golpistas.
Aun así, en una
especie de curarse en salud o de distraer a su parroquia (esos cientos de miles
de socialistas que no son capaces de eludir el cabreo que sienten contra el
tipo en funciones), Fraudez se reunió ayer con Pablo Casado e Inés Arrimadas. A
la salida de las entrevistas, Casado y Arrimadas vinieron a decir lo mismo: “Nos
ha pedido que nos abstengamos para que él pueda gobernar con Podemos y no
precise de los nacionalistas”. De donde se infiere la siguiente pregunta: ¿Es
posible concebir un gobierno más indeseable que la coalición social-comunista
(ambos en sus versiones más radicales) que la propuesta por Fraudez?
En resumen: ¡No
soy capaz de imaginar el alto número de fechorías que ambas bandas de
delincuentes perpetrarían! Porque un delincuente es aquel que no respeta la
Ley, que quede claro, y de entrada ninguna de las dos formaciones parece ser muy
entusiasta de la Constitución, ley de leyes. Por tanto, el objetivo debería
consistir en ponerle todas las pegas posibles a los recalcitrantes, comenzando
por el primero de ellos: Fraudez. ¡Ah, y habrá que judicializar al máximo las
decisiones políticas, así se verá igualmente de qué pie cojean sus señorías,
los jueces, colectivo en el que hay más de un recalcitrante cuyas sentencias
dejan mucho que desear.
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