Nadie será jamás
más traidor que aquel que destroza la patria común con tal de satisfacer sus ansias
de poder, un poder que en ningún caso irá destinado a ampliar, a base de
esfuerzos de buen gobierno, el bienestar de los ciudadanos, sino a darse a sí
mismo cuanto capricho arbitrario se le antoje, sea en los territorios españoles
que apetezca visitar llegando desde el cielo, sean en los países de la Unión
Europea, con incidencia en Bruselas, sea en la muy lejana Cochinchina para allí
degustar un arroz vietnamita, sin más razón. Cuanto más lejos mejor, porque
llega un momento en que uno se cansa del Falcon y apetece viajar en los A-320
del Reino de España, “pedazo” avión donde hay toda una suite a disposición del
mandamás que le permite dormir a pierna suelta la mayor parte del vuelo.
Es decir, si hay
que destruir la patria se destruye sin ningún tipo de escrúpulos ni
remordimientos, que ya se sabe lo que dice el refranero español: “Ande yo
caliente, ríase la gente”. O traducido al idioma de Fraudez, ande yo viajando a
lo largo y ancho de este mundo, que más da si a la vuelta, tal vez por mal
tiempo, deba aterrizar en unas de esas ocho naciones que Iceta asegura que yo tengo.
Digo bien, tengo yo, porque como presidente del Gobierno me importa tres leches
el número de naciones bajo mi mando, total para que gestionen la sanidad, la
educación y cuatro cosejas más, que se denominen como quieran, allá ellos. ¡Pura
burocracia! Lo importante es la Agencia Tributaria, es decir, Hacienda y el
BOE. ¡Ese es el poder auténtico!
Por otra parte,
debe pensar el tal Fraudez, que la alternativa a la venta por naciones de eso que
los fachas denominan patria, solo puede ser nuevas elecciones. Y como se me ha
visto el plumero y las mentiras a tope –insiste en la reflexión–, aseguraría
que si ahora no logro la investidura no me comeré un rosco en otras generales.
No habrá votante socialista para tanto estropicio como el que he perpetrado en
año y medio, por lo que alcanzar los 50 escaños sería un auténtico milagro. De modo que,
acepto barco (nación) para todo el que lo quiera. En estas se despertó Fraudez,
sudoroso y comprobó que todo había sido un mal sueño consecuencia de haber
puesto el termostato de la calefacción demasiado elevado: 32 grados.
En resumen: Fraudez
no estaba durmiendo en la Moncloa, ni en el A-320 del Reino de España. Al
despertarse recordó que al final no tuvo más remedio que decirle al Rey que le
faltaban apoyos (los catanazis tampoco llegaron a fiarse de él) y le sugirió que eligiera
a otro candidato si lo consideraba oportuno o convocara nuevas elecciones. Elecciones
que por supuesto perdió al no llegar el PSOE a los 50 escaños. De ahí que Fraudez se
encontrase ahora en su puñetera casa, sudando, al no saber ni regular la
temperatura. Eso sí, como parlamentario raso y cesado incluso como secretario general
del partido. Su enemigo García Page es el que mandaba ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.