He conocido
Barcelona a lo largo de 40 años de residir y trabajar en ella. Mi residencia no
se encontraba en un pueblo de los alrededores, por lo que no me informaba de oídas,
sino en la misma capital, de ahí que por razones profesionales o simplemente lúdicas
me la pateara casi en la totalidad de sus calles. ¡Qué recuerdos!
En esa época, sobre
todo a principios de los años 70, Barcelona era una ciudad que enamoraba, y aún
más cuando los españoles pagamos el dineral necesario para lavarle la cara y
dejarla de punta en blanco, ya que la Olimpiada de 1992, puesto que hasta poco
antes vivía de espaldas al mar, fue el gran resurgir de la Barcelona marítima y
monumental en todo el mundo, donde aún posee algún prestigio. Cada vez menos,
claro.
Jamás pude imaginar
que la llegada de la alcaldesa Colau, con su ya más que demostrada desidia e
inutilidad (y lo que aún le queda gracias al apoyo de los socialistas del PSC),
acabaría por convertir Barcelona en la ciudad de los horrores, compartiendo de
paso, al más hipócrita modo, esa ideología catanazi aberrante que está llevando a toda
Cataluña al despeñadero del “volem decidir”. Veamos algunos ejemplos que surgen a diario en la prensa:
Cientos de
empresas en fuga de Barcelona (más de cinco mil alejadas de Cataluña, algunas
de ellas enormes), múltiples inconvenientes municipales para la apertura de
hoteles o apartamentos turísticos, pegas continuadas a los competidores del taxi, violencia extrema contra las personas en algunos casos (como en
el Puerto Olímpico), drogadicción y suciedad a la vista, atracos callejeros a punta de
navaja (cuando no son duelos de bandas rivales catana en mano), manteros que
imponen los lugares donde instalarse e impiden la libre circulación de los
peatones, chabolismo no lejos del centro urbano (ver imagen), grupos de
carteristas en las líneas de Metro, innumerables pisos y edificios “okupados” por
colectivos de “profesionales”, muchos de los cuales se dedican al alquiler de unas
viviendas que no les pertenecen y que han asaltado previamente… ¡Para qué
seguir!
Pues bien, ante una situación semejante como la descrita, imputable por completo a la podemita Colau (sí, podemita, porque "Barcelona en Comú" no es más que un apéndice de Podemos, lo único que se le ocurre al neocomunista bolivariano de Pablo Iglesias, además de no rechistar ni un puto decibelio sobre la incompetente alcaldesa, es desviar la atención mediante una nueva propuesta de tipo "chiringuito" estrafalario e ideológico: «Podemos pide crear un organismo para acoger a "mujeres indígenas" desplazadas por el cambio climático».
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