sábado, 7 de septiembre de 2019

La Segunda República Española (15)


Recobro al entrañable Josep Pla, cuyas crónicas al inicio de la Segunda República suponen degustar, al mismo tiempo, lo mejor de la literatura y del periodismo respetuoso, es decir, de esa opinión moderada que pretender ser, ante todo, descriptiva sin aspavientos e informativa a “pie de obra”. Una opinión sobre la realidad política que Pla expresa tal y como la percibe desde su corresponsalía en Madrid para el medio catalán en el que publica, La Veu de Catalunya.


¿Con qué nos regiremos?
El problema inmediato, tras conocer la nota originada por la conferencia mantenida en la Generalitat de Catalunya entre los ministros del Gobierno provisional y los elementos catalanes, es saber qué régimen habrá en Cataluña hasta el momento en que las Cortes Constituyentes nos den la forma política definitiva. Este punto ha quedado un poco en el aire, pero es muy probable que sobre el mismo haya algún acuerdo entre Madrid y Barcelona.

Cuando el señor Carrasco [Manuel Carrasco Formiguera, Consejero en el gobierno de Macià] vino a Madrid, el representante del nuevo régimen instaurado en Cataluña llevaba consigo unos puntos muy claros susceptibles de acuerdo. En primer lugar, la cuestión de nombres —y, concretamente, la apelación República catalana, apelación que ha sido sustituida por la palabra Generalitat—. Pero, al mismo tiempo, el señor Carrasco llevaba otras peticiones concretas relacionadas con la situación de la bandera catalana en Cataluña, la cooficialidad de nuestra lengua y el nombramiento de una comisión que determinara las atribuciones del Gobierno catalán y del Gobierno central. ¿Qué se ha acordado al respecto para regir mientras llegamos a las Constituyentes?

Sobre la cuestión que nos ocupa, el ambiente político en Madrid se muestra muy reservado. ¿Caminamos hacia la resurrección, como régimen transitorio, del proyecto de Estatuto de 1919? ¿Será éste alargado con alguna amplitud? ¿Y qué clase de amplitud? Las preguntas son éstas, pero en Madrid no hemos sabido encontrar la manera de verlas contestadas con claridad. Hay que esperar, pues. Pero hay que esperar con confianza.

Los catalanes, en Economía
La presencia del señor Lluís Nicolau d’Olwer en el Ministerio de Economía ha sido acogida muy favorablemente. El subsecretario don Josep Barbey es lo suficientemente conocido en Barcelona como para que haya de ser presentado. Los nombramientos de los señores Raventós y Cuito, para dos direcciones generales, deben considerarse especialmente afortunados. Estas ilustres personalidades han sido nombradas en el ministerio considerado como el mejor organizado y el más moderno de Madrid, como el más libre de obstáculos excesivamente burocráticos y de carácter personal. El Ministerio de la Economía Nacional fue creado por la Dictadura y responde, por el hecho de ser de reciente creación, a un concepto moderno y europeo de la administración pública. A sus empleados se les considera los mejores de la administración española. El organismo trabaja bien, con orden y puntualidad. Los catalanes que asumirán la dirección podrán alcanzar el máximo rendimiento porque se encontrarán admirablemente secundados.

Hemos tenido ocasión de seguir los primeros pasos ministeriales de los catalanes. Han sido realmente afortunados. Las ideas que aplican en su misión son modernas y responden a una concepción viva de la administración y de la vida nacional. Los catalanes de Economía tratarán de interesar a la opinión en sus trabajos, colocando siempre en un terreno de vida y de interés la visión administrativa de las cosas y de los problemas. Se considerarán, además, como representantes, en todo momento, del interés colectivo. Serán ministros de todos y para todos. Así hemos tenido el honor de oírlo estos días y literalmente lo recogemos.
«La Veu de Catalunya», 22 de abril de 1931

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