Recobro al entrañable
Josep Pla, cuyas crónicas al inicio de la Segunda República suponen degustar,
al mismo tiempo, lo mejor de la literatura y del periodismo respetuoso, es
decir, de esa opinión moderada que pretender ser, ante todo, descriptiva sin
aspavientos e informativa a “pie de obra”. Una opinión sobre la realidad política
que Pla expresa tal y como la percibe desde su corresponsalía en Madrid para el
medio catalán en el que publica, La Veu de
Catalunya.
¿Con
qué nos regiremos?
El problema
inmediato, tras conocer la nota originada por la conferencia mantenida en la
Generalitat de Catalunya entre los ministros del Gobierno provisional y los
elementos catalanes, es saber qué régimen habrá en Cataluña hasta el momento en
que las Cortes Constituyentes nos den la forma política definitiva. Este punto
ha quedado un poco en el aire, pero es muy probable que sobre el mismo haya
algún acuerdo entre Madrid y Barcelona.
Cuando el señor
Carrasco [Manuel Carrasco Formiguera, Consejero en el gobierno de Macià] vino a
Madrid, el representante del nuevo régimen instaurado en Cataluña llevaba
consigo unos puntos muy claros susceptibles de acuerdo. En primer lugar, la
cuestión de nombres —y, concretamente, la apelación República catalana,
apelación que ha sido sustituida por la palabra Generalitat—. Pero, al mismo
tiempo, el señor Carrasco llevaba otras peticiones concretas relacionadas con
la situación de la bandera catalana en Cataluña, la cooficialidad de nuestra
lengua y el nombramiento de una comisión que determinara las atribuciones del
Gobierno catalán y del Gobierno central. ¿Qué se ha acordado al respecto para
regir mientras llegamos a las Constituyentes?
Sobre la
cuestión que nos ocupa, el ambiente político en Madrid se muestra muy
reservado. ¿Caminamos hacia la resurrección, como régimen transitorio, del
proyecto de Estatuto de 1919? ¿Será éste alargado con alguna amplitud? ¿Y qué
clase de amplitud? Las preguntas son éstas, pero en Madrid no hemos sabido
encontrar la manera de verlas contestadas con claridad. Hay que esperar, pues.
Pero hay que esperar con confianza.
Los
catalanes, en Economía
La presencia del
señor Lluís Nicolau d’Olwer en el Ministerio de Economía ha sido acogida muy
favorablemente. El subsecretario don Josep Barbey es lo suficientemente
conocido en Barcelona como para que haya de ser presentado. Los nombramientos
de los señores Raventós y Cuito, para dos direcciones generales, deben
considerarse especialmente afortunados. Estas ilustres personalidades han sido
nombradas en el ministerio considerado como el mejor organizado y el más
moderno de Madrid, como el más libre de obstáculos excesivamente burocráticos y
de carácter personal. El Ministerio de la Economía Nacional fue creado por la
Dictadura y responde, por el hecho de ser de reciente creación, a un concepto moderno
y europeo de la administración pública. A sus empleados se les considera los
mejores de la administración española. El organismo trabaja bien, con orden y
puntualidad. Los catalanes que asumirán la dirección podrán alcanzar el máximo
rendimiento porque se encontrarán admirablemente secundados.
Hemos tenido
ocasión de seguir los primeros pasos ministeriales de los catalanes. Han sido
realmente afortunados. Las ideas que aplican en su misión son modernas y
responden a una concepción viva de la administración y de la vida nacional. Los
catalanes de Economía tratarán de interesar a la opinión en sus trabajos,
colocando siempre en un terreno de vida y de interés la visión administrativa
de las cosas y de los problemas. Se considerarán, además, como representantes,
en todo momento, del interés colectivo. Serán ministros de todos y para todos.
Así hemos tenido el honor de oírlo estos días y literalmente lo recogemos.
«La
Veu de Catalunya», 22 de abril de 1931
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