viernes, 15 de junio de 2012

Me reconcilio con Mariano Rajoy, de momento (3 de 3)



En lo que respecta a la ya famosa carta, Rajoy demuestra en primer lugar que no mintió al asegurar que la iniciativa era suya y, en consecuencia, Durao Barroso se colocó una medalla que no le correspondía, lo que a su vez demuestra la compatibilidad entre el hecho de ocupar un cargo europeo relevante y la presunción desmedida del sujeto que lo ocupa, por no hablar directamente de la afición a la trola. Y es que esta gente como Durao Barroso parece que aún no se ha enterado de que las declaraciones a un diario británico acaban por saberse hasta en Uganda, país que destaco para reprocharle a Rajoy, esta vez sí, que citara a ese país en un SMS destinado a la autoestima, porque luego salen los hijos de Su Graciosa y te dicen con recochineo que en Uganda hay un 4,2% de paro y en España el 24%

En fin, que la carta de Rajoy a los capitostes de la UE no tiene desperdicio y además demuestra en ella una muy aceptable visión general de la crisis que estamos viviendo, originada en casi toda Europa por un euro muy mal parido, circunstancia que nadie advirtió en su momento, que hasta ahora sólo ha beneficiado a Alemania y ha dejado enormes daños colaterales en otros países: Por ejemplo una burbuja inmobiliaria creada con dinero casi a coste cero, que es el que la Merkel necesitaba para rematar la reunificación alemana y que ahora le permite colocar su deuda a similar coste: cero. Y no, no es así como debería de funcional el euro, en plan sálvese el que pueda, sino mediante el respaldo de un Banco Central Europeo capaz de emular a la Reserva Federal Americana y que utilice una especie de FROB único para la banca de la eurozona y los países que se añadan. Pues bien, con otras palabras Mariano Rajoy lo da a entender así en su carta. 

4 comentarios:

  1. Parece que se hizo lo del euro con el culete y tal vez muchos se entusiasmaron más de la cuenta para no quedar una vez más orillados al margen, pero ahí estamos todos, y hay que conseguir armonizar criterios y políticas lo más posible para que no naufrague con consecuencias previsiblemente nefastas.

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    1. Lo cierto, pese a nuestros buenos deseos, es que hoy en día vive uno en un ¡ay!

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    2. Mira que buen chiste se me ha ocurrido: vivimos en un "¡ay!" porque no "hay".

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