En lo que
respecta a la ya famosa carta, Rajoy demuestra en primer lugar que no mintió al
asegurar que la iniciativa era suya y, en consecuencia, Durao Barroso se colocó
una medalla que no le correspondía, lo que a su vez demuestra la compatibilidad entre el
hecho de ocupar un cargo europeo relevante y la presunción desmedida del sujeto
que lo ocupa, por no hablar directamente de la afición a la trola. Y es que
esta gente como Durao Barroso parece que aún no se ha enterado de que las declaraciones a un diario británico acaban por saberse hasta en Uganda, país que destaco para reprocharle a Rajoy, esta
vez sí, que citara a ese país en un SMS destinado a la autoestima, porque luego
salen los hijos de Su Graciosa y te dicen con recochineo que en Uganda hay un 4,2% de paro y en España el 24%.
En fin, que la
carta de Rajoy a los capitostes de la UE no tiene desperdicio y además
demuestra en ella una muy aceptable visión general de la crisis que estamos
viviendo, originada en casi toda Europa por un euro muy mal parido, circunstancia que nadie advirtió en su momento, que hasta
ahora sólo ha beneficiado a Alemania y ha dejado enormes daños colaterales en
otros países: Por ejemplo una burbuja inmobiliaria creada con dinero casi a coste
cero, que es el que la Merkel necesitaba para rematar la reunificación alemana
y que ahora le permite colocar su deuda a similar coste: cero. Y no, no es así
como debería de funcional el euro, en plan sálvese el que pueda, sino mediante
el respaldo de un Banco Central Europeo capaz de emular a la Reserva Federal
Americana y que utilice una especie de FROB único para la banca de la eurozona
y los países que se añadan. Pues bien, con otras palabras Mariano Rajoy lo da a
entender así en su carta.
Parece que se hizo lo del euro con el culete y tal vez muchos se entusiasmaron más de la cuenta para no quedar una vez más orillados al margen, pero ahí estamos todos, y hay que conseguir armonizar criterios y políticas lo más posible para que no naufrague con consecuencias previsiblemente nefastas.
ResponderEliminarLo cierto, pese a nuestros buenos deseos, es que hoy en día vive uno en un ¡ay!
EliminarMira que buen chiste se me ha ocurrido: vivimos en un "¡ay!" porque no "hay".
EliminarJe, je, je.
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