Ha acordado ayer el Gobierno conceder la Cruz Laureada de San Fernando al
Regimiento de Cazadores de Alcántara de Caballería a modo de merecidísimo
reconocimiento al heroísmo derrochado por sus componentes durante el Desastre
de Annual en 1921. Se hace así justicia a unos hombres que supieron cumplir su
deber y que, entre tanta ignominia como se produjo en el referido desastre, en
su mayoría entregaron generosamente la vida salvando así numerosas vidas además
de la propia honra.
No
todo el mundo está conforme con la medida convenida. Muy mal le ha parecido,
por ejemplo, a don Ignacio Cembrero que, desdeñando el valor de los
condecorados, encara el asunto en clave de guerra colonial “impopular en
España” y parece muy preocupado porque las autoridades marroquíes interpreten
el gesto “como una provocación”. Avala su tesis con unas declaraciones de
Bernabé López, “uno de los intelectuales españoles que mejor conoce Marruecos”
y para quien la concesión de la Laureada ha sido “innecesaria” porque “no hay
que provocar al vecino”.
Desde
aquí le diría a Cembrero y a López que ya está bien de tanta gazmoñería: si los
marroquíes se molestan será un problema suyo, pues el gobierno a nadie ha
provocado al reconocer la gesta de unos hombres que entregaron la vida en el
cumplimiento de su obligación. Con independencia de la opinión que cada uno
pueda tener sobre ésta o aquella acción bélica, el valor y el sacrificio
individual y colectivo siempre son dignos de admiración y es de justicia que
una nación sepa reconocer a sus héroes y respetar a los de las demás naciones.
Es
curiosa la devoción que Cembrero profesa por los marroquíes sin que en su
artículo deje traslucir el más mínimo apego por sus compatriotas fallecidos. Yo,
por el contrario, prefiero ponerme en la piel del joven soldado de Alcántara
con el que están mis simpatías: bajo el abrasador sol del Rif, el pedregoso
terreno destrozando los cascos de su caballo, tiene ante sí dos opciones. La
primera, humanamente comprensible, partir a galope tendido hacia la amparadora Melilla.
La segunda, cargar contra las filas rifeñas para proteger la huida de la
columna Navarro. Si alguna vacilación hubo, es cercenada de cuajo por la
emocionada arenga del teniente coronel Primo de Rivera, fallecido
posteriormente en Monte Arruit: “Ha llegado el momento de sacrificarse por la
patria. Que cada cual ocupe su puesto y cumpla con su deber.”
El
jinete de Alcántara ajusta los correajes, recuenta los cartuchos y acaricia a
su fiel caballo. Sabe que será su última cabalgada juntos, sabe que para él y
sus compañeros no habrá más amaneceres, sabe que no volverá a ver a sus padres,
sabe que incumplirá la promesa que hizo a su novia de que volvería. El sol le
ciega, se protege con las manos y observa como los desesperados soldados del
general Navarro, abandonados a su suerte por muchos de sus oficiales, caen
abatidos por la endiablada puntería de los rifeños. Los hombres de Alcántara
son su única esperanza y de ellos depende que los desdichados soldados sigan viviendo
un día más.
A
lomos de su montura, esperando la señal del corneta, por la mente del joven
soldado de caballería desfilan innumerables pensamientos que pueden reducirse a
uno sólo: es duro morir a tan corta edad, pero más duro sería vivir a costa de no
haber sabido cumplir con su obligación. Suena la corneta que anuncia la carga contra
el enemigo. Poco a poco el trote de los caballos se convierte en veloz galope. La
compacta formación del Regimiento es presa fácil para los expertos tiradores de
Abd-el-Krim. Jinetes y monturas ruedan por el suelo, pero Primo de Rivera y sus
oficiales siguen firmes al frente de la línea y se produce el milagro: han
conseguido vadear el Igan y diezmar las filas enemigas.
Salpicado
de sangre no sabe si propia o extraña, el soldado aturdido por las descargas de
fusilería a duras penas escucha las voces de los oficiales reorganizando el
regimiento y la indicación de la corneta que llama a una nueva carga. Y allá
van nuevamente los jinetes de Alcántara –cada vez menos–… y así una y otra vez,
cabalgando sobre las inhóspitas tierras del Rif y cruzando las turbias aguas
del Igan.
No
sabe cuánto tiempo ha pasado ni cuántas veces han cargado. Su magnífico caballo
ha sido derribado y ha extraviado el fusil. Sus extremidades parecen rebelarse
contra su cerebro, pero no desconoce que si no sale del río estará
irremisiblemente perdido. Con la visión nublada por el polvo y el sudor, otea
el horizonte y cree constatar que el Regimiento ha cumplido su misión: de los
hombres de Navarro no parece haber más rastro que una polvareda que se divisa
en la lejanía. ¡Se han salvado! Camina hacia la orilla intentando localizar al
teniente coronel sin conseguirlo y se extraña al notar un pinchazo, como de un
alfiler, en el pecho. De repente, en un segundo, el sol se ha ido para dejar
paso a la negra noche. Sus piernas se niegan a seguir sosteniéndolo. Está
tranquilo. Ha hecho lo que tenía que hacer, está muy cansado y sus ojos se
cierran. Es hora ya de dormir.
La
anterior recreación es, obviamente, producto de mi imaginación. Pero aun así
tal vez no ande muy alejada de la realidad. Honrar a este imaginario soldado y
a sus camaradas de armas no es una provocación, digan lo que digan Cembrero y
el intelectual López: es simple y llanamente un acto de justicia.
lo mismo cuenta un bloguero francés sobre soldados de napoleón que han acribillado a la resistencia española en acto de "sacrificio" para la patria (en este caso francesa, obviamente)...Las guerras son injustas, las invasiones a territorios soberanos, mucho más...
ResponderEliminarCurioso concepto tiene usted del sacrificio si éste consiste en acribillar a otros, como hicieron los franceses en las represalias del 'Dos de Mayo', por ejemplo. Los españoles a que alude el artículo murieron (se sacrificaron) para defender un territorio cuya administración había sido encomendado por acuerdo internacional a España. Ese territorio no era, en absoluto, un país soberano.
EliminarSí, las guerras son injustas, como sin duda opinarían sus muchas víctimas en el caso de poder preguntarles, pero además se convierten en odiosas cuando personas como usted desprecian cuantos hechos valerosos y desprendidos las acompañan.
Y el valor, el sacrificio y la abnegación siempre son admirables.
Eliminarhttp://tayindeideas.blogspot.com.es/2012/06/el-rif-chivo-expiatorio-hispano.html
ResponderEliminarSin el Rif, Marruecos solo es una construcción imaginaria. Sin el Rif, España se condena a tener relaciones tensas con Marruecos. Sin el amor del Rif, España y Marruecos permanecerán bajo el dominio del miedo. Como reza el refrán “El miedo es ausencia de amor”.
¿¿Qué narices estaban haciendo las tropas españolas en unos territorios que no son suyos?? No me vengan ustedes con ese cuento de "Acuerdo Internacional" ; no cabe duda que todos los países que formaban parte de dicho acuerdo eran países invasores y lo dividían todo entre ellos como si fuera de sus propios padres.
ResponderEliminarLos rifeños resistieron y es su derecho, cosa que harían los españoles si el ejercito de otra nación los ataca en sus tierras.
"no cabe duda que todos los países que formaban parte de dicho acuerdo eran países invasores y lo dividían todo entre ellos como si fuera de sus propios padres".
EliminarHoy en día lo que usted dice, con ese tono de firmeza extemporánea, puede llegar a tener algún sentido, pero en los años 20 del siglo pasado el orden internacional era muy distinto, al influir notablemente el tratado de Versalles al final de la I Guerra Mundial, y en consecuencia debe analizarse valorando los antecedentes históricos que se poseen. O sea, dejando las vísceras al margen.
Es más, de haberse producido un referéndum en el Rif, cuya población era por entonces muy mayoritariamente beréber, no dudo que el resultado hubiera sido a favor de un estado propio, es decir, ajeno por completo al resto de lo que conocemos como Marruecos.
Yo creo que tenía más sentido en aquel entonces más que nunca, pero bueno, a lo mejor usted es una persona veterana que sabe del tema mucho mejor que yo.
EliminarMarruecos entero era y es mayoritariamente beréber y no hubiero sido falta crear un estado propio a los rifeños ya que no sólo los refeños son los únicos beréberes que existen en Marruecos ni siquiera el Rif es la única zona beréber en en esta parte del mundo. Lo que sí necesitamos es reconocer todos los derechos de los imazighen marginados hasta hoy en día por el gobierno central de Rabat.
Gracias por su respuesta.
Cierto que hay mayoría de beréberes en todo Marruecos, así como en Argelia y en el norte de África hasta la frontera con Egipto. Se corresponden con los antiguos mauritanos aludidos por Roma.
EliminarLo que ocurre es que a principios del siglo pasado los rifeños se mantenían bastante aislados de otras etnias: árabes, fenicios, sefardíes o subsaharianos. En consecuencia, menos sometidos a la dinastía alauita, originaria de Tafilete (entre Rabat y Mequínez), contra la que se sublevaron en infinidad de ocasiones, de ahí la marginalidad que los diversos sultanes les han ido aplicado desde el siglo XVII hasta nuestros días.
En cuanto al gentilicio que usted cita: "imazighen", plural de amazigh, digamos que es la traducción francesa del nombre que los beréberes se dan a sí mismos. Ahora bien, si quiere usted escribirlo en español, que es el idioma que estamos usando aquí, sería más correcto escribir "amazirga" (singular) o amazirgas (plural), ya que se trata de un término que procedente de Mazir (descendiente de Cam y a su vez de Noé), personaje mítico cuyos hijos se supone que repoblaron buena parte del norte de África.
Ah, que conste que la marginación de los beréberes me parece tremendamente injusta, pero no es de extrañar si se considera que Marruecos es un país regido desde hace muchos años por una dinastía tiránica.
Abdú.
EliminarHola, si que tiene que ver cuando se trata de intereses economicos.
La Historia nos cuenta lo que le interesa. mi mujer es hja de Melillenses, mi tio lo paso mal, como cuota, los unos y los otros me han contado lo que ocurria en aquella epoca, se trataba de defender los intereses del rey de entonces (minas del Rif)con soldados mandados a matarse para defender lo de otros, se acabo cuando llegaron los cuotas con dinero y pagaban lo que necesitaba, no robaban, a nadie le gusta que le roben, con ello llego la paz en la cuenca minera, desde siempre marruecos ha sido el almacen donde guardar banderas y medallas, alli todos son felices ahora espero que mas, con el medallero repleto. en fin en mis epoca se decia Ceuta, Melilla y Larache, cuya capital es Tetuan
No tengo animo de ofender a nadie, pero si alguien se molesta que se lo haga mirar
Saludos