Porque así lo
decidieron las urnas, el 20 de noviembre del pasado año un horizonte de
posibilidades infinitas se abrió de par en par ante el señor Rajoy. La hora, no
se puede negar, era grave, mas esa misma gravedad no hacía sino aumentar las
expectativas depositadas en el recién elegido presidente: a mayores
dificultades mayores posibilidades de demostrar la propia valía.
Hoy, 14 de julio de
2012, lamento tener que decir que esas infinitas posibilidades están siendo
insensatamente desaprovechadas por el señor Rajoy que, salvo deseable enmienda,
va camino de pasar a la historia como un pésimo gobernante. En gran parte por
lo que hace y en mayor parte todavía por lo que no se atreve a hacer, por acción y por omisión.
Asumo con resignación
todos los sacrificios que me puedan corresponder en una situación desesperada,
en una situación crítica. Si es necesario estoy dispuesto a pagar más por las
medicinas; si es necesario estoy dispuesto a que me suban el IVA, el IRPF, los chuches,
el papel de fumar e incluso el ataúd. Pero esta buena disposición se esfuma
cuando observo que el gobierno presidido por el señor Rajoy no centra sus
innegables energías recortadoras en objetivos más ambiciosos –y onerosos– que
los maltratados bolsillos del españolito de a pie objeto de su voracidad.
Concéntrese el señor
Rajoy en acabar con la sangría que suponen los diecisiete reinos de taifas en
que se ha convertido España; concéntrese el señor Rajoy en aligerar la nutrida
nómina de políticos que pululan por España con rendimiento bien poco
afortunado; concéntrese el señor Rajoy en cerrar el grifo de las subvenciones
otorgadas con negligente largueza; concéntrese el señor Rajoy en perseguir a
los defraudadores; concéntrese el señor Rajoy en cerrar las embajaditas
autonómicas esparcidas por el mundo; concéntrese el señor Rajoy en echar el
cierre a las empresas públicas –con las innumerables cadenas televisivas a la
cabeza–, que constituyen un auténtico pozo sin fondo donde enterrar los euros
que no tenemos; concéntrese el señor Rajoy en intentar poner un poco de orden
en el caos. Concéntrese y céntrese de una maldita vez el señor Rajoy para que
así en lugar de una naranja podamos comprar cuatro y a todos –al que compra las
naranjas y al que las vende– nos vaya, al menos en lo económico, infinitamente
mejor.
Todo lo anterior lo
sabe el señor Rajoy, que de tonto tiene lo justo. ¿Por qué no actúa entonces en
esa dirección? Porque no se atreve; porque le falta coraje; porque prefiere
exigir lo inexigible a los ciudadanos de los que debiera ser servidor antes que
ir contra las nódulos putrefactos de un sistema que hace aguas por todos lados.
¿Y por qué –parezco Mourinho con tanto “por qué”– esto es así? Porque en un
país huérfano de valores estafar y faltar al respeto a los ciudadanos sale más
barato que atreverse con los intocables, que no venderán barato su privilegiado
pellejo; sale más barato estafar y faltar al respeto a los votantes que a los
votados y sus camarillas.
Aunque, honrado es
reconocerlo, esa falta de respeto de los políticos, salvo dignas excepciones,
hacia los españoles nos la hemos ganado a pulso, sin que esta aseveración menoscabe
en lo más mínimo la enorme culpa que a aquéllos les compete. Aquí ninguno podemos
irnos de rositas pensando que nosotros no tenemos nada que ver con el asunto:
en esta crisis, que transciende lo económico, todos tenemos nuestra
responsabilidad y, además de criticar con absoluta justicia y debida dureza a nuestros
gobernantes, no estaría de más que empezásemos a asumir nuestras propias faltas
con el propósito de enmendarlas. No se trata ya de que suba el IVA o el IRPF,
pues el asunto es bastante más serio. Si les parece bien, próximamente
ampliamos este tema.
Espero que los informantes del Gobierno de Rajoy lleguen a detectar el momento crítico y gran malestar entre los que podrían considerar sus votantes, como es mi caso.
ResponderEliminarEl malestar seguro que lo han detectado, el caso es que quieran hacer algo por ponerle remedio.
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