Pretende
el señor Núñez Feijoo, presidente de la Xunta de Galicia, reducir el número de diputados autonómicos de 75 a 61, medida que representaría un ahorro de cinco
millones de euros para las depauperadas arcas públicas. Evidentemente, cinco
millones de euros no van a solucionar la situación, pero bienvenido sea todo
grano que, sin hacer granero, ayuda a su compañero. Y aun mayor que el ahorro
económico es el valor simbólico de la medida propuesta por Feijoo, pues en
determinadas circunstancias ciertos gestos revisten, si cabe, todavía más trascendencia
y esta idea conecta con el sentir de la ciudadanía: falta eficacia y sobran
políticos.
No
entiendo, por tanto, la feroz oposición del PSOE y el BNG a la reducción del
número de diputados. O, mejor dicho, lo que realmente no entiendo es la
estúpida argumentación empleada para atacar la conveniencia de la razonable
propuesta de Feijoo: según he visto en uno de los no sé cuántos canales
autonómicos que tenemos –y que su buena pasta nos cuestan– alegan los
opositores que tal medida supondría una gran merma para la calidad democrática
de “Galiza”. ¿Qué estrambótica ley
regirá la proporcionalidad entre el número de diputados y la salud democrática
de una autonomía, la gallega en este caso? Desgraciadamente ni el PSOE ni el
BNG han aclarado convenientemente tal particular y, mucho me temo, nos
quedaremos sin respuesta a esta pregunta.
Para
todos aquellos a los que no nos va la nómina en el asunto parece evidente que
catorce diputados menos no van a suponer el fin de la democracia. Así que estos
tíos, sin despeinarse, no están llamando tontos del culo a todos los gallegos,
en la seguridad de que su extemporáneo insulto a la inteligencia ajena, como comentábamos recientemente, les saldrá de balde. Lo único que supondría la
reducción de diputados es que catorce señores tendrían que buscarse las
lentejas lejos de los cálidos asientos del parlamento y que los ciudadanos nos
ahorraríamos cinco milloncejos, más de trescientos cincuenta mil por diputado,
que no está nada mal. Multipliquen esta cifra por todos los diputados que
habría que reducir en cada autonomía y verán que la cantidad no es precisamente
pequeña.
Las
cifras son cifras; los gestos son gestos y las palabras de socialistas y
nacionalistas son propaganda insolente con propósito crematístico: los tiempos
discurren duros pero la única preocupación de estos campeones de la democracia
es seguir parasitando a la ciudadanía. Ni tienen escrúpulos, ni tienen
vergüenza, ni tienen empatía, ni tienen dignidad. Tal vez por eso estén donde
están. Y maldita la gana que tienen de irse.
Ya se sabe que el objetivo final de la izquierda es que todos, absolutamente todos, dependamos del Estado. Como en Cuba, por ejemplo, paraíso del socialismo real... y de la miseria.
ResponderEliminarMiseria moral es precisamente la que les sobra a estas gentes. Y aun habrá quien se crea sus cuentos.
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