Salvador
Sostres, ese periodista capaz de escribir al mismo tiempo las verdades más
absolutas y las más absolutas burradas, afirma en su blog que: "La Roja (está
claro que se refiere a la Selección
Nacional de fútbol) fue ayer el equipo de Barcelona, por muchos motivos
distintos pero de un modo absoluto. La final fue una lección de fútbol, tanto
de los jugadores como de Del Bosque, que planteó una brillante evolución del guardiolismo.
Justo al final del partido, en el momento de acabar y de mandar el artículo, fuego artificiales de todos los colores iluminaban el cielo gris de mi ciudad".
Ahora se
comprende casi a la perfección cuales son las razones del alcalde Trias para
impedir que pudiera verse la final en pantallas gigantes capaces de convocar a
miles de españoles en las calles y luego disponer de la ocasión para celebrarlo:
No deseaba un subidón de autoestima de los miles y miles de catalanes que al
mismo tiempo se sienten españoles. No deseaba, sobre todos, que España ganase y
el independentismo rancio e hipócrita que sienten él y su partido pudiera
resentirse. Curiosamente, como una especie de justicia poética, tras la
memorable victoria de España pudieron contarse por miles los coches con
banderas españolas que circulaban y hacías sonar la bocina por las principales calles
barcelonesas. ¡Trias, simplemente que te den dos duros!
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