miércoles, 4 de julio de 2012

El conde Wifredo (1-7-2004)


Si uno busca en la Gran Enciclopedia Catalana a quien es considerado el primero de los condes de Barcelona, o al menos el más renombrado de entre los primeros, deberá escoger el tomo 12 y en la página 291 buscar el nombre de Guifré, a quien la misma enciclopedia le otorga también la posible variante Guifre, sin acento.

Si buscamos al mismo personaje en otra enciclopedia más importante pero que no se concede el autobombo de “grande” aunque sí de algo que demuestra: ser universal, que es la Espasa-Calpe, observaremos que en el tomo 70, página 231, al conde de Barcelona se le denomina Wifredo.
Luego, yéndonos a otras fuentes, siempre nos aparece el personaje con el nombre de Wifredo. Incluso el historiador catalán Marcelo Capdeferro, en su magnífica obra "Otra Historia de Cataluña", llega a decirnos en una nota al pie de la página 33: “...existen pruebas documentales fidedignas firmadas por el propio Conde con el nombre de ‘Wifredus’. Por ello entendemos que el nombre auténtico usado por el propio conde es Wifredo”.

Ignoro por qué la historiografía catalana se empeña en cambiarle el nombre a determinados personajes históricos, pero lo cierto es que el de Wifredo no es un caso único, sino uno más. Quizá el más aparatoso de todos es el de un pirata italiano, de origen alemán, denominado Ruggiero von Blume, subido a los altares del nacionalismo catalán bajo el nombre de Roger de Flor y convertido en patriota cuando, al parecer, jamás pisó Cataluña.
Pero volviendo a la pequeña historia que hoy nos ocupa, la del conde Wifredo, hay que recordar que el Conde fue un militar con gran carácter, que conquistó importantes territorios en lo que hoy es Cataluña y que fundó varias diócesis y monasterios a cuyo frente colocó a familiares, como es el caso del monasterio de San Juan de las Abadesas, para el que escogió como primera abadesa a su hija Emma.
A finales del siglo IX, en tiempos del emir de al-Andalus, Abd Allah, tanto los cristianos como los musulmanes practicaban incursiones en territorios enemigos, entre los cuales, con frecuencia, había grandes extensiones deshabitadas. De hecho, Wifredo realizó una importante labor de repoblación del espacio conocido como Cataluña central, es decir, las comarcas de Ausona, el Bergadá y el Bages, donde situó ciertos núcleos de población que importó de esa Septimania goda en la que, casi dos siglos antes, se refugiaron tantos hispanos huidos de la invasión islámica.
El visigodo Wifredo, puesto que tal era su origen y por lo tanto hispano, que es como se denominaban a sí mismos los primeros pobladores que crearon la Marca pirenaica o Marca hispánica, no siempre tuvo la fortuna de triunfar ante sus numerosos enemigos. El condado de Barcelona que regentaba Wifredo delimitaba una de sus fronteras con el territorio de los Banu Qasi (hijos de Casio), que fueron unos nobles hispanorromanos de la zona del actual Aragón convertidos al islam poco después de la entrada de los musulmanes.
Lo que quizá no sea muy conocido del personaje Wifredo es su lamentable final. En el año 897, el muladí Lope ben Muhammad ben Lope, miembro de los Banu Qasi, hizo una incursión por tierras de Barcelona, en la que efectuó varios saqueos y en la que acabó enfrentándose al conde Wifredo. Como consecuencia de las heridas recibidas en la contienda, Wifredo murió al cabo de pocos días. Es bien triste, pues, que una vez más la sangre hispana acabase con la sangre de un hermano.
Algunos historiadores catalanes, especialmente los del siglo XIX, momento cumbre del nacimiento del nacionalismo catalán, convirtieron al conde Wifredo en un héroe “nacional” forjador de la independencia de Cataluña. Lo más cierto es que Wifredo no fue el fundador de la nación catalana, al menos él no tuvo ni la menor conciencia de ello. El historiador catalán J. M. Salrach afirma: “La concepción que Wifredo tuvo sobre sus dominios no pasó de la que experimenta el nuevo propietario sobre unos bienes recogidos y heredados, y de los cuales dispondrá libremente, como si de bienes personales se tratase”. Wifredo dividió en su testamento los territorios que había logrado reunir.

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