Una imagen simbólica de la unidad de los españoles, en este caso alegórica al reparto del agua sobrante |
La inmensa mayoría de los españoles, nada menos que un 81%, no quiere unas comunidades autónomas tal y como
ahora funcionan. Mejor dicho, tal y como sus gobiernos corruptos e insidiosos vienen
defraudando cualquier expectativa en lo tocante a la economía o respecto a la
convivencia entre las diversas regiones, que al fin y al cabo es lo que son por
más que se disfracen de nacioncitas: regiones españolas, algunas de ellas ocupadas
desde hace más 30 años por una banda de delincuentes nacionalistas,
adoctrinadores y antidemócratas que hoy no respetan las leyes y que no cesan de amenazar con alzamientos populares. Tan es así, que bastante gente está deseando que los
nacionalistas tomen ya una decisión bien definida, lo que difícilmente harán, y
acaben con ese ciclo de palabrería fantoche donde tan a menudo esgrimen el espantajo del 'me voy si no me
das más'.
La última decisión del partido que respalda a uno de esos gobiernos aspirantes a la sedición, Convergencia, ha sido la de apuntarse a la arenga bélica para ocultar
el fracaso de su exigencia de concierto económico. El diario digital La Voz de Barcelona lo cuenta así: Ejército, generales, soldados, conflicto creciente. Los máximos
responsables de Convergència Democràtica de Catalunya han decidido subir el
tono de sus mensajes como respuesta al callejón sin salida en el que se han
metido con su anacrónica propuesta de pacto fiscal en la línea del concierto
económico. Es el relato de un fracaso anunciado. La gran mayoría de analistas
políticos avanzaron que la ocurrencia del presidente de la Generalidad, Artur
Mas, nacería muerta. Y así ha sido. El tradicional victimismo del nacionalismo
catalán se verá acentuado en los próximos meses, hasta convertirse en el leitmotiv que
marcará la agenda política catalana, y que contará con la prensa subvencionada
como 'colaborador necesario'.
Me temo que
por mucho que se empeñen en pedir y amenazar, lo que sin duda no dejarán de
hacer mientras existan como partido-garrapata, los nacionalistas pujolianos no
lograrán evitar el nadar contra corriente. Aparte de la encuesta comentada al
inicio sobre lo poco que nos gustan las autonomías a los españoles, he aquí dos
argumentos más que acreditan el futuro tan grisáceo de los pedigüeños: 1) Europa maniobra para dinamitar el sistema autonómico español. La UE prepara un informe
para exigirle al Gobierno la supresión inmediata de 2.700 organismos públicos
regionales. 2) En su informe anual sobre España, el FMI pide al Gobierno de Rajoy que emplee 'mano dura' con las autonomías. Recomienda que Hacienda intervenga
las cuentas de las comunidades que no cumplan sus objetivos, tras hacerlas
responsables de las dos terceras partes del 8,9% de déficit del año pasado.
Por si fuese
poco, no cesan de surgir nuevos datos que dejan a los nacionalistas como unos auténticos
farsantes, además de incapaces de ponerse al día en las cuentas que usan para reclamar.
Se trata de unos datos muy superados por la crisis zapaterina, pero ellos erre que erre en el "España nos roba". Por ejemplo, Convivencia
Cívica demostró las trampas de la balanza fiscal de Cataluña, donde queda claro que desde 2009 esa comunidad no tiene déficit alguno y
recibe más de lo que aporta, como pueda ser en la importante partida destinada al pago de los
desempleados, deficitaria en unos 1.000 millones de euros. El último informe que desmiente la superchería victimista del presidente
catalán se ha conocido hoy mismo, procede del gobierno de la Comunidad de Madrid y Esperanza
Aguirre responde a Artur Mas: "los ciudadanos de Cataluña reciben por encima de la media". Vale la pena repasar el informe completo.
En resumidas
cuentas: No me cansaré nunca de pedir que se ponga a esta gente en su sitio,
simplemente porque no es justo que lo quieran todo, todo y todo, tanto lo
propio como lo ajeno: de un lado la ventaja de vendernos más de la mitad de lo
que producen y del otro la prerrogativa añadida de que se queden allí todas las
ganancias, como si no fuesen las personas o las empresas quienes cotizan en
función de su riqueza, sino los territorios. Imprescindible es, al efecto, que todo el IVA pase a controlarlo el Estado. Como tampoco me cansaré de
reclamar la desaparición de los conciertos económicos en Navarra y el País
Vasco, ya que es igualmente injusto, además de inmoral, que el resto de los
españoles estemos subvencionando con varios miles de millones de euros al año a
dos de las regiones más ricas de España. O se revisan a fondo esos conciertos, para que realmente paguen los
servicios que reciben, calculados hoy muy a la baja, y además aporten una cantidad
razonable al fondo interterritorial, o que los conciertos desaparezcan mediante
una reforma de la Constitución. Preferiblemente lo segundo.
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