La noticia del
día es la designación de Dolores Delgado (la Lola) para jefa generala fiscala
del Estado. Pero si se para uno en lo aledaño, es decir, en esa imagen tan
lamentable de un par de fulanos (dicen que ministros) que mostraron con jactancia
un pin en la solapa en forma de triángulo rojo, del que se asegura que
representa a los antifascistas, cuando se sabe que no hay nada más fascista ni horrorosamente
criminal que el comunismo que ellos idolatran. Sí, ese comunismo de los 110
millones de seres humanos asesinados o dejados morir de hambre a mayor gloria
de los antifascistas.
Veamos, está
claro que ser anti lo que sea es algo que viste mucho, pero siempre que ese “lo
que sea” haya sido decidido por la izquierda más sarmentosa de Europa, y digo
sarmentosa como sinónimo de despreciable, retorcida y desleal. ¿Queda claro?
Pero si uno afirma que en su ideología política, además del liberalismo, también se incluye
la condición anticomunista y además le apetece declararlo así en Batiburrillo, tal vez añadiendo algún día un icono de “Zona libre de comunismo”, menuda zapatiesta se
arma (por lo menos en Twitter) en contra de quien con la misma razón, pero mucho
mejor causa, tiene todo el derecho a opinar sobre sus preferencias.
El contraste
entre una y otra actitud, la liberal y la comunista, es que el liberalismo no
ha cesado de crear riqueza y bienestar allá donde se ha practicado, mientras
que el comunismo sigue ofreciendo miseria y hambre do mora, pongamos esas
repúblicas iberoamericanas de doble capitalidad: La Habana y Caracas, la una
con más de 50 años seguidos de tiranía castrista, la otra con un chavismo al
que tienden a imitar los podemitas y que, tras la muerte del gorila rojo, ha
culminado con el poder absoluto del genocida Maduro, ese hijo de Satanás del
que se cuenta que ya ha fusilado sin juicio previo a más de 10.000 venezolanos,
además de provocar tres millones de exiliados.
En resumen: Las
opciones de elegir entre el bien en libertad o el mal en opresión, no nos
engañemos, son de sobras conocidas por gente como Fraudez, el Coletas y el
resto de ese gobierno de ratas que se han juntado, pero no para abandonar el
barco, sino para capturarlo y servirse de él a fin de iniciar una larga
travesía, de no se sabe cuántas legislaturas, que les lleve a ese cambio de
régimen que tanto apetecen. La Lola, obediente ella, es la primera que se
plegará a cuantas fechorías le ordenen, muy especialmente frente a los procesos
que se siguen contra los golpistas catanazis o los filoetarras. En la seguridad de
que, a no tardar, el buen izquierdista no dudará en colocarse un pin rojo en la
solapa, o en la nariz.
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