“Cuando
salíamos del Círculo de la Lliga de Catalunya, encendidos de patriotismo
catalán, nos sentíamos en la calle como
extranjeros, como si no nos halláramos en nuestra casa, porque no había nadie
que compartiese nuestras preocupaciones”. Tan palmario
reconocimiento del escaso entusiasmo que en 1898 despertaba no ya el
nacionalismo catalán sino el patriotismo entre el grueso de la población
catalana se debe a la autorizada voz de Francesc Cambó, y puede servir para que
nos hagamos una idea del verdadero carácter
milenario que distingue al ya citado nacionalismo.
¿Qué ha ocurrido en
poco más de un siglo para qué un sentimiento prácticamente inexistente y
carente de referentes históricos haya calado en buena parte de la población? Pues
básicamente la incansable labor de adoctrinamiento, combinando sin mesura
falsedad, demagogia y victimismo, a la que se han entregado –fundamentalmente
en las últimas cuatro décadas– los políticos catalanistas y que tan buenos
réditos les ha proporcionado, hasta el punto de que los lamentos de Cambó de
1898 carecerían hoy de cualquier justificación.
Va, pues, el falsificado
nacionalismo catalán profesado por la población siempre a remolque del interés
del político de turno. Y es por eso especialmente preocupante la febril verborrea independentista de la que últimamente hace gala Mas. No por sincera,
ya que no pasa de ser uno de los habituales chantajes tan del gusto de los
nacionalistas catalanes, siempre prestos al gesto de reto, sino por el efecto
vigorizante que sobre los independentistas ejercen semejantes baladronadas.
Echar gasolina al fuego
no acostumbra a ser buena idea, y podría suceder que Mas y compañía –que no
quieren ninguna independencia, están muy bien como están– acaben yendo, contra
lo que es costumbre, a rebufo de unos independentistas radicalizados aún en
mayor grado –merced al combustible que tan imprudentemente les están inyectando–
y los acontecimientos escapen del control de tan insensatos aprendices de brujo
como Mas. Sabido es que quien siembra vientos recoge tempestades: esperemos que
la tempestad independentista azuzada por Mas y compañía no acabe abocándonos
al abismo.
Ya no puede echar marcha atrás. La ha cagado pero bien y lo sabe. Está intentando mantener el tipo pero ha metido la pata hasta el fondo. Para los suyos debe de llevar a Cataluña, ineludiblemente, a la Independencia, sin más soberanía, sin pacto Fiscal ni demás mierdas. Para los españoles es un traidor que está ocupando un cargo, el de presidente de la Generalidad, en fraude de Ley, pues es un cargo de representación de un Estado, el español, en Cataluña, en el que no cree.
ResponderEliminarUn saludazo.
Ese es el problema de enardecer a las masas: después la marcha atrás es ciertamente complicada.
EliminarSaludos.