Soy de los convencidos de que el incremento exponencial del separatismo en
Cataluña, delirante en los últimos meses, obedece a dos causas principales,
ambas fruto de una Transición errónea y acomplejada que dejó en manos de los
nacionalismos periféricos tanto la educación, usada en verdad a conciencia para
modelar a los jóvenes de varias generaciones, como la capacidad para crear fortines
propagandísticos (TV3) y medios de comunicación serviles (La Vanguardia, El
Periódico y varias docenas más que viven de la subvención) o bien leyes regionales
arbitrarias que los gobiernos de España vergonzosamente han ignorado, unas que
laminan la pluralidad informativa (CAC) y otras destinadas a la 'normalización'
ideológica de los adultos, las cuales finalmente se han convertido en leyes represivas,
como la que ampara la denuncia anónima en el caso de las multas lingüísticas
por rotular en español.
Jordi Pujol habló en sus inicios de un período de 50 años para crear las
bases de "su" Cataluña soñada, esa que rechazaba al emigrante andaluz
(o a cualquier otro) que desde principios de los 60 y hasta finales de los 70
enriqueció con su esfuerzo a la burguesía catalana, origen del nacional-clientelismo
pujoliano. Bien, pues sobre esa enorme masa laboral que trabajó a brazo partido
durante varias décadas y que sin duda fue partícipe del aumento del bienestar en
toda la Comunidad, Pujol no dudó en afirmar lo siguiente: "El andaluz es un hombre poco hecho que vive
en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual y que
constituye la muestra de menor valor social de España". Cabe
preguntarse, ¿quién comenzó a usar el desprecio y el insulto hacia los demás,
con tal de lograr un fin espurio? ¿Quién empezó primero a hacerse odioso? Y así
en radical aumento, como por ejemplo la humillación de impedir el español como
lengua vehicular de la enseñanza, que a su vez demuestra el nivel ascendente de
opresión nacionalista a lo largo de varias décadas. Que contesten ahora los que
se crean poco queridos por España.
Ahora bien,
diríase que el nacionalismo catalán considera que en la actualidad,
transcurridos unos 35 años de aquel augurio diabólico de Pujol, ha reblandecido
lo suficientemente el terreno como para haber alcanzado el nivel de población
adicta que necesita. No parece que los independentistas sean aún la mayoría, y
es posible que jamás lleguen a alcanzarla, pero si le suma el enorme
contingente de apáticos que jamás se acerca a las urnas y mucho menos se
manifiesta en contra de ellos, tal vez piensen que ha llegado el momento de ofrecerles
a las masas el "Estado propio". ¿Coartada? "España nos roba",
un eslogan para excitar a sus propias huestes y de paso aquietar a esos catalanes
neutros, tan crédulos como tibios, que se han dejado convencer de que lo del
robo es cierto y fuera de España acaso vivirían mejor.
Pues tomad
nota de que la acusación de robo es el pretexto del canalla. Sin ir más lejos, mientras
reclaman incesantemente una partida de seiscientos y pico de millones que les
prometió Zapatero y que el Constitucional ha sentenciado que no es vinculante, “Cataluña ha recibido 11.000 millones más de lo que le correspondía en 2012”. ¡Solo en lo
que va de año! ¿Van a devolverlos? No lo creo en absoluto, como tampoco creo
que sin ayuda de España puedan afrontar la deuda de 50.000 (sí, cincuenta mil)
millones de euros que en la actualidad tiene el Gobierno de Cataluña y sus empresas públicas. ¿Dónde ha ido a parar
el dinero de esa enorme deuda? Fácil, a controlar a la sociedad catalana y a
tratar de convencerla de que viviría mejor alejada de España.
Es decir, tantos años de adoctrinamiento de la población catalana, basado
con frecuencia en la falsedad (como lo del expolio) o en la media verdad, cuando
no directamente en el mito, así como la subvención a cuanto interesado ha
deseado convertir el nacional-separatismo en un medio de vida (con mucho la
mayor industria de Cataluña y la que más mano de obra utiliza), no es más que
el resultado de una Constitución española tan estúpidamente bonachona como ambigua
y falta de perspicacia en los políticos que la diseñaron y en el pueblo que
entonces la votó, entre los que desgraciadamente me incluyo. Eso sí, fue una
clase política deseosa en su momento de complacer a ciertos individuos que apenas
asomaban la patita, los nacionalistas, y que solamente dieron su visto bueno al
texto de la Constitución cuando se les prometió que la educación sería una de las
competencias que recibirían.
Desde entonces, los nacional-separatistas en ningún momento han tenido
suficiente por mucha liberalidad que se les haya otorgado, con el agravante de
que han propagado en su tierra la inquina hacia todo lo español mientras presumían
de ayudar a la gobernabilidad de España. ¡Que hay que ser farsante! Y digo
otorgado, porque no debe olvidarse que la soberanía reside en el conjunto de
los españoles y "la parte" (cualquier Comunidad) es solo la usufructuaria
o depositaria temporal del bien otorgado por "el todo" (España).
También estoy convencido de que incluso la propia independencia no le
bastaría al nacionalismo catalán, puesto que les resultaría ruinosa y lo saben, en realidad buscan un Confederación de lo más
descafeinada (unión mínima posible) para seguir colocando en el resto de España
esas materias primas que se les envían desde este lado del Ebro, a precio de
jornalero, y que ellos nos devuelven elaboradas con el importe centuplicado o bien
envían al resto de Europa. Y en el caso de que la Confederación no fuese
posible y la independencia tuviera que proclamarse a 'pelo', nadie dude que de
inmediato se dispararían todas las alarmas del expansionismo y los gobernantes
del nuevo Estado catalán iniciarían la segunda etapa de su utópica
"Catalunya Gran" o "Països Catalans". Y a ver quién es el
guapo que les para los pies con una frontera de por medio, cuanto más si ha
sido reconocida por unos cuantos países.
Un interesante artículo sobre el tema que tratas:
ResponderEliminarhttp://laplumaviperina.blogspot.com.es/2012/09/la-tormenta-separatista-en-cataluna.html