Carta a mi buen amigo catalán (3)

Demos un repaso ahora a ese país de Jauja que en tu nota describes con no poco entusiasmo: "Intuyo por eso, que pocos se irían, especialmente después de leer informes oficiales que dicen que Cataluña sería uno de los países más prósperos y ricos de Europa y con mayor porvenir y poder económico".

Cataluña no dejaría de ser Europa, al menos geográficamente, pero es en lo único que coincidimos, porque la Unión Europea no la olería ni de lejos. También en eso los nacionalistas han venido engañando al pueblo. Dicha Unión es un tratado entre naciones soberanas, con derecho a veto ante cualquier candidato a incorporarse, que en ningún caso contempla la secesión en el territorio de uno de sus miembros. Así que por muchos 'informes oficiales' que hablen de tal modo (me gustaría saber qué organismo los ha elaborado y con qué intención), me temo que ocurriría justo lo contrario: el empobrecimiento acelerado de Cataluña y su alejamiento durante décadas de cualquier índice de riqueza aceptable. Por ejemplo, el catedrático vasco de economía, Mikel Buesa, que no es nada sospechoso de españolismo cerril, ha elaborado un informe en el que llega a la siguiente conclusión: "En otras palabras, la Cataluña independiente será la nación más deficitaria del mundo. Claro que, para llegar a ese déficit tendrá que encontrar a algún país que se lo financie, lo que, dado lo abultado de la cifra, seguramente será imposible. Y entonces, una crisis aún más profunda que la que las cifras anteriores describen se cernirá sobre la economía catalana empobreciendo aún más a sus habitantes. Serán éstos los que, en esa situación, descubrirán que el negocio que les propusieron los nacionalistas con su referéndum no era el de la felicidad sin límite, sino el de una espiral de pobreza, y que, por tanto, no merecía la pena".

A lo que yo añado, la deuda actual (confesa) del Gobierno catalán y de sus empresas públicas es de 48.000 millones de euros, que probablemente será bastante más. El Tripartito fue manirroto al dejar un agujero de 30.000 millones, CiU no le va a la zaga. ¿Quién va a financiar eso? ¿Se emitirán nuevos bonos patrióticos a sabiendas de que acaban de ser catalogados como bonos basura y de que los ya emitidos no puede reintegrarse en sus vencimientos? En absoluto lograría financiarse, por lo que el nuevo Estado catalán entraría de inmediato en suspensión de pagos y se adentraría de lleno en la autarquía. Aquí es posible leer el informe completo, cargado de infinidad de datos en los que Buesa apoya su conclusión.

Pero es que no solamente cuenta lo que dice Buesa, un señor que lleva más de media vida dedicado estas cuestiones de la economía. Y no es el único que opina así, hay otros economistas en la misma línea. También podría ocurrir que una buena parte de los habitantes de Cataluña decidiera abandonarla para instalarse en España, donde sin duda serían bienvenidos. Y no me refiero solamente a los que son de origen murciano, andaluz, gallego, aragonés, etc., que también, sino incluso a unos cuantos miles (por no decir cientos de miles) de catalanes que sienten verdadera repugnancia hacia el nacionalismo y lo demuestran confesando su españolidad. Ahora mismo estoy pensando en gente muy destacada como la que se cita en este artículo que enlazo, pero son muchos más los que podrían incorporarse a la lista en su condición de ciudadanos anónimos.

De modo que la actual Cataluña de 7,5 millones de habitantes podría verse reducida en unos cuantos cientos de miles, o quizá hasta en 1-2 millones, sin que necesariamente se marchasen todos de golpe, pero sí a través de un goteo constante como consecuencia de una opresión que se acentuaría hacia ellos. Que ya se sabe, el nacionalismo necesita siempre señalar enemigo y cuando no se tiene al otro lado de la frontera se busca en casa. Es la vieja treta de la caza al desafecto o al quintacolumnista que les vino tan bien a los nazis y a los soviéticos en las décadas ominosas del siglo pasado. De otra parte, lo de 1-2 millones no es ningún disparate, es el resultado de aplicar una regla de tres respecto a la población que tuvo que abandonar el País Vasco y vive exiliada, cifrada en más de 300.000 personas. 

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