La llegada de Pere Navarro Morera a la Secretaría General del PSC ha
supuesto cierta desintoxicación en el acomplejado mundo del socialismo catalán,
caracterizado hasta ahora por una especie de rivalidad frente a CiU para medir
quién meaba más alto dentro del mundo nacionalista. O por mejor decir, los dos
grandes partidos catalanes se las daban de poseer las más puras esencias identitarias,
el PSC entre las izquierdas obreras y los convergentes entre los 'botiguers' o
tenderos, componentes éstos de una abundante clase media a la que Artur Mas,
consciente de que es la base de su electorado, mima como la niña de sus ojos,
igual que hizo durante tantos años ese aprendiz de estadista a la violeta,
conocido ahora por sus berrenchines de yayo mal resignado, cuya entelequia política, contagiada a sus
sucesores, podría resumirse en esta frase: "Cataluña es una unidad de
destino en lo comarcal". De ahí que en su día crease los consejos
comarcales, un escalón más de la administración catalana, perfectamente inútil
por duplicar o solapar sus funciones con los ayuntamientos, las diputaciones y
la propia Generalidad. Eso sí, a los ciudadanos catalanes les cuesta la
friolera de 600 millones de euros al año. ¡La de quirófanos que podrían abrirse
con ese pastón!
Pues bien, aun cuando Pere Navarro ha tardado algún tiempo en ponerla
en práctica —que la fumigación de plagas no siempre resulta fácil—, lo cierto
es que ha concluido una buena limpieza dentro de su partido, el socialista
catalán, cuya capa de roña nacionalista comenzaba a obstruir casi todas las
tomas de aire fresco. De entrada, Navarro ha arrinconado a unos cuantos
nacionalistas confesos de palabra y obra, como Nadal (ambos hermanos), Ernest Maragall,
Miquel Iceta, Laia Bonet, entre otros. Y además lo ha hecho con cierta soltura:
dejándoles la silla y el sueldo durante lo que queda de legislatura para que se
subleven lo justo. Por ejemplo, a Nadal le ha quitado la portavocía del grupo
socialista pero le ha concedido la vicepresidencia del Parlamento catalán (o
algo así), o sea, el bueno de Joaquim ha pasado de llevar la voz 'cantante', a
menudo convertida en un simple eco de la convergente, a sentarse en la mesa de la
Cámara y verlas venir, pero calladito. Otro tanto ha hecho con Iceta, un sujeto al que cabe
atribuirle como máximo 'mérito' político su condición de ponente del actual 'Estatut'
liberticida. Pues bien, a Iceta le ha prometido una buena posición en las
listas del Parlamento europeo. Todo un puente de plata.
Por si fuese
poca la escabechina de los nacionalistas dentro del PSC, todos ellos partidarios acérrimos
de ese disparate conocido como 'Pacto Fiscal' (Ernest Maragall incluso llegar a votar en contra de su partido), un sistema de lo más injusto que
debería desaparecer del País Vasco y Navarra, Pere Navarro viene obsequiándonos
últimamente con declaraciones de este tenor, según puede leerse en PD:
"El PSC es federalista, si
Catalunya fuera un país independiente tendríamos más problemas". O
este otro: "Sacar banderas y cantar
el himno no te hace más catalanista, al igual que rezar y enseñar rosario no te
hace más creyente". Es decir, el jefe actual de los socialistas
catalanes tiene claras dos cosas: Que la independencia de Cataluña no supondría
ningún beneficio para la población, sino todo lo contrario, y que salir en
manifestación orgiástica a pedir esa misma independencia, como se supone que pasará
el próximo día 11, tampoco conduce a nada, salvo a incrementar la mala sangre
de unos ciudadanos para los que el nacionalismo es el auténtico depredador de
sus bolsillos. O dicho de otro modo: Cualquier persona reflexiva no debería
apuntarse al "España nos roba", sino a "la casta nacionalista
nos desangra". Una casta nacionalista, dicho sea de paso, de la que el PSC
de Pere Navarro parece, y solo digo parece, querer alejarse prudencialmente. A
menos, claro está, que se trate de una pose electoral de cara a las elecciones autonómicas que se presumen para la primavera, en cuyo caso
necesitarán el voto moderadamente españolista de los cinturones en las grandes
ciudades, en buena parte perdido como consecuencia de haberse aliado durante dos
legislaturas a cual más catastrófica con el separatismo de ERC, que era quien mandaba en el Tripartito en la era Montilla. Mi opinión es
que Pere Navarro es sincero, porque de lo contrario le hubiera bastado con
advertir a los nacionalistas de su partido para que no metieran demasiado la
pata respecto al separatismo hasta después de las autonómicas.
Lo más curioso
de todo esto es que el socialismo catalán siempre se ha declarado catalanista,
cuando se sabe que muchos de sus miembros más conspicuos en realidad eran
nacionalistas identitarios, comenzando por Pasqual Maragall, identificado con esa corriente radical incluso antes del Alzheimer. Es algo parecido a
lo que ocurre con CiU, que se declaran nacionalistas y realmente son
separatistas acérrimos envueltos en hipocresía. No todos los adeptos a CiU son
separatistas, que conste, pero sí muchos de los que mandan, comenzando por la
saga de los Pujol. En resumidas cuentas, ambos partidos políticos han venido
confesando un grado menos del propósito que les guía. Veremos que sucederá a
partir de ahora con el PSC, si se limitará a practicar el catalanismo (un
sentimiento de patria chica perfectamente respetable, en el que se resalta lo
propio pero no se inculca el odio en contra de nadie) o bien se adentrará de
vez en cuando, como hacían los especímenes sustituidos, en zona de delirio diferencial
y cismático. Sea como sea, lo cierto es que sin un partido importante que aporte algo de cordura
al régimen político que se da en Cataluña, y además desde hace 30
años, esa región se mantendrá como el problema más serio que debe afrontar
España para no fragmentarse. Ojalá que ese partido sea el PSC.
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