El objeto de
la realización del decálogo de Carrillo, de ideología muy radicalizada en esa etapa de su vida (como prueba el hecho de ser considerado el 'delfín' del revolucionario Largo
Caballero), fue impartir instrucciones militares y políticas a las juventudes
socialistas de cara a un próximo alzamiento contra la República, tras perder su
partido (entonces el PSOE) unas elecciones democráticamente convocadas. He aquí
el decálogo y algunos comentarios (a veces relacionados con la política
actual) que el texto del citado decálogo sugiere:
1.- Los jóvenes socialistas deben
acostumbrarse a las movilizaciones rápidas, formando militarmente de tres en
fondo.
Y sobre todo que no se olviden de la pancarta con el lema de “Aznar
asesino”.
2.- Cada nueve (tres filas de tres)
formarán una década, añadiéndole un jefe, que marchará al lado izquierdo.
Y ese jefe a la izquierda (¡cómo no!) acabará por
conducir a la tropa que custodie a las víctimas camino de Paracuellos del Jarama.
3.- Hay que saludar con el brazo
vertical y el puño cerrado, que es signo de hombría y virilidad.
Tal y como hoy vemos que practican las chicas
viriles de la PSOE, comenzando por la 'miembra' de Igual-da. ¿No, feminazis?
4.- Es necesario manifestarse en todas
partes, aprovechando todos los momentos, no despreciando ninguna ocasión.
Manifestarse militarmente, para que todas nuestras actuaciones lleven por
delante una atmósfera de miedo o de respeto.
Y a poder ser ante las sedes del Partido Popular,
en vísperas electorales y mejor aún si es jornada de reflexión, donde a la atmósfera de miedo se unirá una atmósfera
de peste, como ocurrió al volcarles un camión de estiércol a los populares
catalanes en la puerta de su sede central en Barcelona
5.- Cada joven socialista, en el
momento de la acción, debe considerarse el ombligo del mundo, y obrar como si
de él, solamente de él, dependiera la victoria.
Donde se dice acción, léase crimen. Donde se dice victoria, léase masacre o
genocidio.
6.- Solamente debe ayudar a su
compañero cuando éste ya no se baste a ayudarse por sí sólo.
O cuando se le agote la munición, porque debe
reconocerse que cansa lo suyo fusilar a miles de personas, incluyendo ancianos,
mujeres y niños (todos indefensos), en tacadas de OCHO MIL
TRESCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO.
7.- Ha de acostumbrarse a pensar que,
en los momentos revolucionarios, la democracia interna en la organización es un
estorbo. El jefe superior debe ser ciegamente obedecido, como asimismo el jefe
de cada grupo.
¿Democracia interna? ¡Qué asco! ¡Pufff! Lo mejor
es la obediencia ciega, sorda y muda de todo buen socialista. Y así nos va.
8.- La única idea que hoy debe tener
grabada el joven socialista en su cerebro es que el Socialismo solamente puede
imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario,
que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un
traidor, consciente o inconscientemente.
Pues sí, una sola idea en los cerebros socialistas: Violencia
antidemocrática.
9.- Cada día un esfuerzo nuevo, en la
creencia de que al día siguiente puede sonar la hora de la revolución.
Revolución, una bella palabra si no acarreara
detrás (empareja con el socialismo, real o enmascarado) más de 100 millones de
asesinados.
10.- Y, sobre todo esto, armarse. Como
sea, donde sea, y por los procedimientos que sean. Armarse. Consigna: ármate tú,
y al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por
desarmar a un enemigo.
¿Como sea? Vaya, parece que aún se sigue usando
la misma frase hoy en día. ¿No es así, ZP? Se pregunta uno cuánto tardará en
llegar la totalitaria llamada a las armas.
Autor del decálogo: Santiago Carrillo Solares
Fecha de publicación: 12 de febrero de 1934
Fuente: nº 130 de la revista RENOVACIÓN (de las Juventudes Socialistas).
Artículo revisado, insertado el 26 de marzo de 2010 en Batiburrillo de Red Liberal
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