martes, 1 de diciembre de 2015

“Los mossos han de pegar incluso en catalán” (509)

La policía autonómica catalana, a juzgar por sus actuaciones, parece estar muy sometida (se entiende que sus mandos) a una enorme influencia política. Si se trata de intervenir en actos separatistas de exaltación de Terra Lluire a cargo de las juventudes de ERC, o bien de quema de banderas de España o imágenes del Rey (Juan Carlos I), todo es pasividad en espera de que escampe la fechoría. Pero cuando la Selección Nacional Española ganó el Campeonato del Mundo de Fútbol (hay otros muchos ejemplos) y la enorme alegría de las setenta mil personas concentradas en el recinto de la Exposición (Paseo María Cristina) comenzó a expandirse por Barcelona, sin dejar de celebrarlo, entonces los Mossos iniciaron una violencia desaforada que incluía cargas, disparos con balas de goma (a una señora le volaron un ojo) y además apalizaron a cientos y cientos de personas. 

El nacionalismo del “charco amarillo” mantiene su airoso rumbo camino del desconcierto total. Cada día nuevas y estrafalarias decisiones a favor de la deriva separatista influyen no poco en el traslado de docenas de empresas y en el empobrecimiento que a la larga tal hecho puede conllevar. De otra parte, la obcecación por el idioma “propio” se ha convertido en un tema clave —y posiblemente único— para diferenciar a la región catalana del resto de España. Lo de la lengua es poco menos que un tema sagrado, de ahí el empeño nacional-separatista en potenciarla a cualquier precio —mientras se restringe el espacio al español—, lo que a su vez determina que algunas personas que deberían mostrarse sensatas dada su profesión pública, en este caso la de periodista, se estén convirtiendo en verdaderos exaltados.

Uno de esos casos es el de Manel Cuyàs, colaborador del diario El Punt, de la emisora de radio RAC 1 y de la televisión autonómica TV3, un trío de medios controlados férreamente (año 2009) por el Tripartito —bien mediante el presupuesto, bien mediante la subvención—, que deben significarse por su fobia a todo lo español —de lo contrario ni un duro— y por su apología continuada de un nacionalismo identitario cuyo santo y seña es el idioma de Pompeu Fabra, curiosamente normalizado bien entrado el siglo XX y hasta entonces escrito y hablado de mil y un modos.


Pues bien, este tal Manel Cuyàs, que no deja de tener su “miajilla” de prestigio y sus seguidores entre las filas nacionatas (hoy separatas), se plantó como señal de protesta ante la “Generalitat”, donde hubo una concentración para reprochar la actuación de los “mossos d’escuadra” en los altercados del caso Bolonia, y a preguntas de otro de sus colegas no pudo evitar que le surgiera el radicalismo que lleva dentro y llegó a soltar barbaridades de este calibre: “Los mossos han de pegar incluso en catalán”. “Que peguen es grave, pero también que hablen todos en castellano”. 

Dejando al margen lo de pegar, ¿alguien es capaz de aclararme dónde está la gravedad de que algunos mossos (lo de todos es algo que se inventa Cuyás) hablen en castellano con según quién? Lo pregunto, más que nada, porque el castellano es aún la lengua materna de la mayor parte de la población catalana —cifrada en más de la mitad frente a solo el 36% de catalanes con ese idioma materno—, que en el caso de la ciudad de Barcelona, donde se produjo el cacao de Bolonia, el castellano eleva muy considerablemente su uso. No hay más que tomar un día el metro, que es uno de los pocos ámbitos no sometidos aún a la imposición lingüística, y comprobar cómo se expresan sus ocupantes. Luego Cuyàs, por lo que se deduce, denigra en similar cuantía de lo que fue un claro exceso de violencia, es decir, la estopa repartida por los mossos, de lo que cualquier persona con algo de sentido común debería considerar normal, el uso del castellano en Barcelona.

Creo que esta gente, los nacional-separatistas, no se dan cuenta de que el fanatismo acabará por llevarles a la tumba política y desterrarles para siempre del poder. No será hoy ni dentro de tres años, puesto que es demasiado asfixiante el Régimen que han creado y es mucha la clientela que depende de las subvenciones que ellos reparten —por ejemplo esos tres medios donde colabora Cuyàs—, pero estoy convencido de que a largo plazo crearán tal rechazo entre los ciudadanos, hartos de tanta arbitrariedad y liberticidio, que la apostasía a la religión nacionalista se generalizará y actuará en contra de estos perturbados. El clásico nos legó su vaticinio: “Un paso más allá del entusiasmo, y se cae en el fanatismo; otro paso más, y se llega a la locura”. Juraría que no pocos nacionalistas, entre los que quizá cabe incluir a Cuyàs, cabalgan ya a horcajadas entre el fanatismo y la locura.


Artículo revisado, insertado el 22 de marzo de 2009 en Batiburrillo de Red Liberal

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