Algunas personas corrientes,
entre las que me incluyo, hablamos o escribimos más desde la buena fe que desde
el conocimiento, casi siempre limitado. Cuando algo así le sucede a un político
de primera fila, como ha sido el caso de José María Aznar, que además de contar
con una gran preparación posee no poca experiencia, entonces solamente cabe
darle una interpretación: No tiene ni puñetera idea de lo que habla y, por lo
tanto, no le ha importado nada darle una solemne patada en el trasero a la
realidad.
Venir a decirnos a estas
alturas, como hace Aznar, que ‘Las
democracias europeas deben abrirse a la presencia del Islam’, es algo así
como predicar la bondad del escorbuto en los cruceros de lujo. Hay que ser muy
poco leído respecto al tema del islam, como para llegar a suponer que los
creyentes de una religión que conquistó medio mundo a sangre y fuego (1), y que mantuvo un gran imperio durante siglos (época por la que sigue suspirando cualquiera que cuente algo en el submundo
musulmán), lograrán alguna vez reemplazar a sus actuales gobiernos despóticos e
implantar regímenes democráticos. Claro que a Aznar ya le pasó algo parecido respecto a
Manuel Azaña, al que puso por las nubes sin saber que fue un golpista jacobino
y un auténtico canalla, muy ilustrado, eso sí, pero un canalla.
No, señor Aznar, el islam y la
democracia son agua y aceite, entre otras razones porque en el islam mandan
mucho los ulemas que interpretan el Corán, un libro donde casi todo tiene varias acepciones y encima está lleno de
aberraciones antidemocráticas. Un libro al que no es posible cambiarle ni una coma
porque tiene procedencia divina y se le
atribuye, ¡pásmese, señor Aznar!, una existencia anterior a la misma especie
humana. Vamos, que el Corán es un libro que procede de lo "Etéreo" e inicialmente se escribió usando el viento como soporte.
Desde mi punto de vista, con sus
declaraciones ha hecho usted el papelón del perfecto desinformado y lo único que ha
logrado ha sido darles alas a los fanáticos y a los farsantes, que son esa
gente que cuando les conviene se disfrazan de pacifistas. Lo mismo que hacen
los nacionalistas, claro, que es a los que más se parecen los musulmanes a la hora de practicar la hipocresía o el fingimiento, llamada "taqiyah" por los islamitas.
O sea, para entendernos, que la gente del islam no tiene arreglo respecto a Occidente, pero sabe muy bien lo
que quiere. El islam, tome nota, proclama la necesidad de implantar su religión
en todo el mundo. Al ritmo que les sea posible y con el grado de violencia que puedan permitirse, pero desde luego en todo el mundo. Esa meta
constituye para ellos uno de sus objetivos más sagrados. No nos engañemos, los
territorios islámicos solamente han permanecido en una calma relativa cuando han
estado sometidos a un poder superior, sea al Imperio mongol, al Imperio turco, el Imperio británico, sea en forma de
colonias francesas, sea dependiendo de la antigua URSS, una metrópoli a la que muchas repúblicas
asiáticas obedecieron hasta la caída del muro.
(1) Ejemplo de
la conquista musulmana podría ser la toma de la Cartago romana en el 698, donde el
general Hassán ben Naamán al-Gasaní arrasó una de las ciudades más bellas y
prósperas del Mediterráneo. Lo que Hassán no pudo incendiar, mandó derruirlo,
hasta el punto de que la ciudad desapareció y hoy tan sólo es un montón de
ruinas no lejos de Túnez.
Artículo revisado, elaborado en mayo de 2010
ResponderEliminarTenemos la desgracia de una casta de incultura logsiana y cuanto más incultos más alto suben. La cosa comenzó con Suarez, cuya incultura era manifiesta, pero que parecía Licurgo al lado de los sucesivos.
Desconocen lo más elemental de la Historia y lo poco que conocen es a través de historiadores sectarios lo que les lleva a considerar lo que han hecho determinados colectivos como malo y no sólo malo, sino que hay que destruirlo.
Pero lo peor es que les damos nuestros votos, votando uno de los nuestros y cuanto más ceporro, más de los nuestros.
Pacococo
Y ya que hablas de votos, confieso que aún no he decidido mi voto. No obstante, tengo ganas de ver qué gobierno se forma, con qué partidos y quién lo preside. Más que nada para hacerme a la idea de darme por jodido otros cuatro años o, según y como, que se me despierte un poco esa ilusión que todos los ingenuos llevamos dentro.
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