martes, 22 de diciembre de 2015

La prioridad de Mariano Rajoy (528)

A saber qué entiende por generosidad Mariano Rajoy. Y a saber cuánto está dispuesto a sacrificar en lo que afecta a su persona en esa "amplitud de miras y la vista en España". De entrada, si la prioridad se fija en formar gobierno y se pospone la renovación del PP (que es donde los militantes podrían llegar a escoger a otro mandatario), digamos que la amplitud de miras es más bien pequeña. 

Llevo años y años defendiendo al Partido Popular y animando a que se vote a ese partido. Lo he hecho así durante tanto tiempo (y creo que seguiré haciéndolo), porque pienso honradamente que es la opción que más nos conviene al conjunto de los españoles, ya que se trata de un partido moderado que en teoría, aunque no en la práctica de la legislatura pasada, es el que más respeta los valores tradicionales que tanto cuentan para los que buscamos, además de un bienestar económico y un mínimo de libertad individual, determinadas razones que nos motiven a participar en la política, o al menos a opinar sobre ella. Y esas razones, como los mandamientos, podrían cifrarse en dos: Derecho a la vida y amor a España.

Ahora bien, mi apego al Partido Popular no significa forzosamente que adopte la postura del incondicional que acepta sin rechistar todo lo que le llega de ese partido. Y muy especialmente de su dirigente máximo, un Mariano Rajoy al que considero que ha cumplido con creces su etapa política (lleva en activo, con cargos, desde 1981) y ahora debería dar paso a la persona que decidan libremente los militantes del PP, para lo que Mariano debería adoptar a mi juicio dos medidas concretas: 1. Convocar un Congreso abierto a toda la militancia, tal y como le ha pedido José María Aznar, y 2. No presentarse a una posible reelección.


Lo primero tal vez lo haga, y esperemos que al ser un congreso abierto no quepan las mismas trampas en el tema de los compromisarios que se dieron en el congreso de Valencia, convocado cuando Mariano Rajoy contaba ya para sí con la inmensa mayoría de los avales y de ahí que un segundo candidato (Esperanza Aguirre quiso presentarse) no tuvo ninguna opción para reunirlos. Lo segundo, como es la renuncia a su candidatura, no parece que vaya a darse puesto que nuestro hombre anuncia que volverá a presentarse "porque tengo fuerzas y ánimos".

La fuerza y el ánimo de un político deben demostrarse en el día a día del ejercicio del cargo, no en la cinta de correr en la sala de gimnasia ni en la velocidad con que pasea por los jardines de La Moncloa. Un político como Mariano Rajoy, que ha contado con una mayoría apabullante tanto en el Congreso como en el Senado, no puede permitirse el lujo de que los separatistas catalanes le tomen el pelo durante cuatro años, además de incumplir un puñado de sentencias de los tribunales y presumir de ello con total impunidad. Y del derroche en cuestiones identitarias ya ni hablemos. No es fuerza en tales casos lo que ha demostrado Rajoy al mirar para otro lado, sino una actitud pusilánime. Lo mismo podría decirse cuando permitió la libertad del asesino etarra Bolinaga o cuando se mantuvo inhibido durante toda la legislatura, con la excusa de que hay un recurso en el Constitucional, sobre una cuestión tan tremenda como ese aborto libre que ahora se practica en España y que supone la muerte de ciento diez mil vidas humanas al año.

No quiero prolongar más la relación de reproches —¡aunque Dios sabe que podría!— a quien ahora dice que se encuentra con fuerzas y ánimos. Simplemente afirmo que debió ser en las situaciones descritas cuando Mariano Rajoy precisó aferrarse a la fuerza y el ánimo para encontrar la solución adecuada en cada caso, en lugar de reservarse para una reelección destinada tal vez durante otros cuatro años, bien en el Gobierno o en la Oposición, al más descarado "dolce far niente". Porque no olvidemos que Mariano Rajoy no llegó al poder gracias a sus propios méritos de jefe de una Oposición ejercida nada menos que durante dos legislaturas, en las que sesteó cuanto pudo, sino que los españoles lo llevamos al poder como consecuencia de que Zapatero nos demostró durante largo tiempo que fue el peor presidente de gobierno que uno pueda imaginarse.


Rajoy, además que tener la seguridad de su propia fuerza y ánimo, debería de formularse una pregunta básica: ¿Cuál es la causa para que mi partido haya perdido 63 diputados y 3,5 millones de votos? Y si no es capaz de deducir que la causa es él mismo, o por mejor decir, su continuada actitud de indecisión para afrontar los graves problemas que afectan a toda nación importante, entonces la necesidad de que dimita se hace más evidente y perentoria. Claro que a lo mejor está convencido de que lo ha hecho todo muy requetebién y que una parte de los votantes le han dado la espalda por capricho.

2 comentarios:

  1. Anónimo21:50

    Dado que los españoles no han votado contra el sistema, lo mejor es que se renueven los partidos de siempre y los nuevos queden como marginales, porque lo único que nos faltaba es que se hagan con el poder y como es lo normal, se llenen los bolsillos.

    Al menos estos ya los tienen llenos y están un poco mosca en ese sentido. Pero el problema de la renovación es que han laminado a cualquiera que pensara distinto y tuviera capacidad par hacer sombra al líder, de modo que cualquier cambio en los partidos será a peor.

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    1. Me gustaría tenerlo tan claro como tú, pero en mi caso me encuentro ante un mar de dudas. Lo que sí creo es que debe haber renovación en los dos grandes partidos, Rajoy por desgastado y poco activo, Sánchez por torpe.

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