Sede de Mediapro en el Centre Audiovisual Imagina de Barcelona, ubicado en la Av. de la Diagonal. Imagen: Wikipedia. |
Prisa ha representado lo peor del felipato a lo
largo de la Transición y de la calamitosa etapa democrática protagonizada por
la izquierda, tan corrupta en lo material como en lo ideológico. También Prisa ha
supuesto, al menos inicialmente, el respaldo al lado oscuro del arbitrario régimen
zapaterino, al que catapultó al poder mediante unos “terroristas suicidas” y
otras falsedades —incubadas “casualmente” en el mismo avispero—, que se
propalaron siempre en forma de sucias consignas con las que en los momentos
clave, desde 2002 en adelante, no dejó de arengarse a la manifestación
callejera y en contra del período de reflexión que fija la ley.
Por eso Prisa, dicho a modo de resumen de apremio,
pasará a la historia de la infamia y de los medios de comunicación como la
madriguera de cuanta mentira periodística y fervor interesado —con el añadido
cínico de ciertas ínfulas éticas y libro de estilo— han narcotizado a España en
la presente generación y la han embadurnado de un izquierdismo de garrafa que
no soporta el más leve análisis histórico, intelectual o decoroso.
Ahora Prisa parece tener los días contados al
haber pretendido cobrarse a un precio excesivo, de extrema codicia, los favores
al poder social-zapaterino —no confundir con el socialismo occidental—,
menospreciando de paso a quien le daba la sensación de niño desvalido y que ha
venido a ser el más implacablemente radical de nuestros gobernantes. El precio se
fijó en dictarle a Bambi, usualmente a través de los editoriales de El País y de los conchabeos en la
residencia del “Grande Padrone”, lo que debía hacer el Gobierno en cada
momento. Y así ocurrió hasta mediados de la anterior legislatura de Zapatero (2004-2008),
cuando se vio que el beneficiario de las proclamas radiofónicas y las columnas
de opinión, siempre laudatorias a la par que amenazantes, tomaba su propio
camino y se echaba en brazos de...
Pero en los tres último años, muy especialmente a
partir del fallecimiento del capo Polanko, la situación prisaica ha sido todo
un engordar (la deuda) para morir. Y en estos momentos, a menos que logre
renovar por cuarta o quinta vez un crédito en parte internacional, tres mil
millonario en euros, los bancos tocarán a rebato y Prisa será troceada y luego vendida
al mejor postor, lo que podría ser la mejor noticia de las tres últimas décadas
para la democracia si no fuese porque los de Janli, que sigue independiente de
la mañana porque lo suyo más bien es lo lóbrego de la noche, ya tienen un fornido
relevo, aún más radical y con menos escrúpulos: Mediapro.
El ultra sectario Jaume Roures, mandamás y amo de
un 33% de la Sexta, que es el canal de televisión regalado por Zapatero a su
grupo de amigachos ideológicos —recordemos que el aún presidente se calificó a
sí mismo como “rojo”—, se despachó a gusto en una
entrevista publicada el pasado fin de semana (29 de marzo de 2009) en el diario El Mundo,
un periódico que no es de extrañar le haya abierto las puertas si se considera
que, a su vez, Pedrojota es enemigo irreconciliable de los de Prisa. Y claro,
el enemigo de mi enemigo es un buen amigo.
Entre otras perlas que acreditan la radicalidad de Roures y su
falta de empacho a la hora de mentir —felicidades por esa lección de ética,
Pedrojota—, el amo de MediaPro planteó la siguiente pregunta referida a España
(palabra que en realidad no llegó a usar en toda la entrevista): “¿Qué
país de Europa tiene 150.000 desaparecidos enterrados?” —o arrojados a
ciertos pozos, como veremos—. Y acto
seguido, el mismo Roures se contestó: “Éste”.
A lo que luego añadió: “Se habla mucho de las víctimas del
terrorismo de ETA, pero no de las del terrorismo de Fraga Iribarne o el señor
Martín Villa, presidente de Sogecable".
Recordemos, al efecto, que Roures lleva varios
años manipulando frenéticamente a los ciudadanos, siempre a favor de la
izquierda radical y de ese “todo vale” que caracteriza la inmoral política de
Zapatero. Lo hace desde el corpulento grupo MediaPro,
que comprende 34 empresas dedicadas al cine, la televisión, la distribución y la propaganda —digo bien,
propaganda, ya que la publicidad es algo muy distinto—. Empresas con sedes en Gerona, Madrid, Sevilla, Lisboa, Ámsterdam,
Miami y Qatar, cuyas
plantillas de personal superan de largo los 3.000 empleados y se distribuyen
por varios países europeos, donde además ha buscado asociarse con otras empresas
de parecidos intereses comerciales, como la británica WPP.
Nadie sabe, si bien más de uno no deja de sospecharlo, de dónde ha
podido salir el enorme capitalazo necesario para crear semejante imperio
mediático en tan pocos años, imperio que incluso ha sido capaz de enfrentarse
directamente a Prisa en la guerra del fútbol y dejarla KO, poco menos que al
borde de la quiebra. Al respecto quizá bastaría destacar que MediaPro adquirió
los derechos de retransmisión del FC Barcelona, durante 7 años, por la
escandalosa cifra de un mínimo de 1.000 millones de euros, además los del Real
Madrid por otros 1.100 millones. Y así casi todos los clubes de la liga española
de fútbol. También controla la ACB (baloncesto), la Fórmula 1 y el Giro de
Italia. Y todo a base de paladas de millones y millones que nadie conoce de
dónde salen.
Otro detalle que no ayuda demasiado a hacerse a la idea del origen
de la enorme fortuna que hoy maneja
MediaPro (sociedad nacida en 1994), aunque sí de su aparatosa posición
política, es el currículum del propio Roures: Nacido en Barcelona en 1950, y
por lo tanto plenamente consciente de lo que supuso el franquismo para su región,
que como es sabido fue la que más se enriqueció gracias a los privilegios
industriales, políticos —Carta municipal de Barcelona— y de infraestructuras otorgados
por el anterior régimen, autárquico y cerrado a las importaciones hasta bien
entrados los años sesenta.
Nuestro personaje prefirió
militar en la extrema izquierda clandestina (hoy sigue confesándose marxista) y
a los 12 años comenzó furtivamente (entonces sólo se permitía trabajar a partir
de los 14) una vida laboral que inició como aprendiz de linotipista y que,
entre otras muchas actividades, le llevó a ejercer de colaborador deportivo en
los inicios de la TV3, esa televisión que desde el día uno de su puesta en
marcha, a primeros de 1984, difundió grandes dosis de un nacionalismo —posición
que el propio Roures secunda a gusto— que Pujol creó a su imagen y semejanza
para adoctrinar a los catalanes y que tan buenos resultados le fue dando. Como
ejemplo baste indicar que hace unos años, cuando aún no había llegado la TDT (ni
la Sexta) y solamente emitían 6-8 canales analógicos, un señor de Barcelona
llegó a decirme que en su casa solamente se veía la TV3. Si a esa persona hoy
se le recordara el dato, lo negaría con gran énfasis, pero cuando pronunció la
frase a mí se me quedó grabada a fuego y comencé a comprender que mi futuro no
estaba en una Cataluña adoctrinada.
En su condición de autodidacta absoluto, si bien con algunas
lecturas marxistas elegidas aquí y allá, que evidentemente asimiló fuera de
método y contraste respecto a otras ideas más de nuestro siglo, Roures cumple
fielmente con las características dogmáticas de este tipo de individuos sin
apenas base cultural, lo que él sustituye por unas nociones tan intuitivas como
maniqueas, en las que a lo bueno de la izquierda que cree representar solamente
es posible oponerle lo perverso de la derecha, sin medias tintas. Es decir, su
ostensible falta de cotejo ideológico y su alejamiento de cualquier
conocimiento histórico adicional, tan necesarios si se busca alguna objetividad
en las ideas políticas, suponen que el amo de MediaPro (hay quien asegura que solamente
es el testaferro) nunca haya llegado a plantearse una evolución ideológica
hacia posiciones más moderadas, que es lo usual. Y ya se sabe que cuando no se
evoluciona, como ha sido su caso, las ideas iniciales tienden a radicalizarse.
Se sabe igualmente que uno de sus personajes más admirados es
Fidel Castro, de ahí que Roures fuese productor ejecutivo de Comandante,
el documental que Oliver Stone realizó en el año 2003, en el
que a lo largo de tres días filmó las opiniones que Castro le fue narrando
sobre la situación política internacional y los “logros” de la revolución
castrista en Cuba. Es conocida asimismo su extremada fobia antifranquista, probablemente
debida en gran parte a su nacionalismo catalán —su segundo dios después del
dinero— y a su escaso interés en conocer la etapa de la II República y la
Guerra Civil, por lo que no es de extrañar que en 2006 se prestase a producir
con todo lujo de medios un filme no exento de abundantes ribetes
propagandísticos: Salvador, que narra
la historia del anarquista catalán Puig Antich, miembro activo del Movimiento Ibérico de Liberación
(organización dedicada a atracar bancos para financiar publicaciones
clandestinas y apoyar a ciertos huelguistas), que fue condenado por haber
asesinado a un policía tras un violento tiroteo. Puig Antich quizá pase a la
historia como el último terrorista ajusticiado a garrote vil en España. Bien,
pues como resumen, digamos que fue a este individuo a quien ZP le entregó una
cadena de TV, llave en mano.
PD (30-11-2015): A diferencia de Prisa, cada día más endeudada a
pesar de que va malvendiendo algunas de sus filiales productivas, MediaPro
sigue siendo un conglomerado empresarial, ahora con sede en la Diagonal de Barcelona
(en 2011 se traslado desde Holanda), que actualmente controla cerca de 40 productoras
en España, resto de Europa, Hispanoamérica, Medio Oriente y Singapur. En tal sentido, digamos
que Roures supo deshacerse a tiempo de la Sexta TV y otras fuentes de gastos
antes de que contaminaran al resto de sus sociedades, cuyos productos (siempre partidistas) suelen abastecer en no pocas ocasiones a los dos grupos punteros: AtresMedia y Mediaset.
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