Cuanto huela a
subvención me repele, ya que con muy pocas excepciones me parece el sistema más
inmoral, por lo arbitrario, de calentarles el estómago a algunos vagos incondicionales
o de favorecer a los listos, demasiado listos. En realidad, la subvención no
deja de ser un trueque que sigue la estela del refrán conocido: El que regala
bien vende si el que lo acepta lo entiende, o algo así. Cuanto más, si se
considera que quien subvenciona, casi siempre una administración pública, y está
claro que no lo hace con su propio dinero ni con el del partido que gobierna.
Sí creo, no
obstante, en los donativos o en el mecenazgo entre particulares, porque cada
uno puede hacer lo que le apetezca con su dinero y el patrocinio responde a
menudo a causas filantrópicas y deseos de secundar la cultura o el arte. Siendo
ambos, arte y cultura, la sal de una sociedad cada día más descarnada y echada
en brazos de la apatía y la rutina, origen, a su vez, de esa televisión basura
que ocupa la mayor parte del tiempo de nuestros conciudadanos, lo cual es una
circunstancia que les viene de perlas, por cuanto ayuda al embrutecimiento de
las masas y a que las fechorías políticas pasen desapercibidas, a esos cargos
públicos de vileza contrastada que nos han tocado en suerte en estos días no de
pan y circo, sino de pizza y culebrones; eso sí, con la variante juvenil del
botellón o la exhibición de motocicletas practicando el caballito desbocado por
las calles. ¡Penoso!
Viene a cuento
todo lo anterior, como preámbulo para destacar que incluso entre las
subvenciones hay toda una jerarquía de inmoralidad en sus envoltorios. Por
ejemplo, días atrás hemos sabido que el 'Tripartit' catalán se dedica a
repartir docenas de millones de euros anuales y los destina a las causas más
peregrinas o inconfesables, como la producción de cine porno en lengua catalana
—es evidente que los gemidos de placer en catalán suenan de distinto modo—, los
12 millones de euros anuales que esa misma entidad reserva para cierta prensa regional
o los cientos de miles de euros que van consignados a cualquier actividad que
utilice en sus informes la denominada “lengua propia”. Ya no hablemos de
asociaciones de marcada actividad propagandística de la “Causa Nostra”, como
Acció Cultural del País Valencià, Omnium Cultural y un largo etcétera. Ah, y
que conste que a los sindicatos no me molesto en citarlos: siempre han sido
carne de subvención.
De la semana
pasada es la noticia referida a una serie de colegios franceses que han sido
subvencionados por la Generalidad catalana para que se impartan las enseñanzas
en catalán, colegios que habían recibido con anterioridad más de tres millones
de euros. Como si en Francia no pudiesen escolarizar a sus infantes ni
enseñarles adecuadamente. Pues bien, esa misma Generalidad catalana que
malversa a espuertas el dinero de todos y lo destina a los caprichos más
absurdos, como el pago de informes sobre cualquier tipo de aves, insectos o
lentejas, ahora resulta que no dispone, por falta de presupuesto, del dinero
suficiente para conceder 2.500 ayudas al alquiler. Así lo destaca el diario
La Vanguardia en su edición de hoy. Un diario que no es capaz de contrastar esa
noticia, al seguir siendo probablemente el más subvencionado de todos, frente a
los derroches de sus propios subvencionadores, derroches omitidos a conciencia.
¡Penoso!
¡Ah, se me
olvidaba! Y doblemente “bien invertido” el dinero que Carod-Rovira va
gastándose en las embajadas de Catalunya
por el mundo. De momento Madrid —sí, sí, Madrid—, Berlín y Londres—,
dentro de poco Nueva York y otras grandes ciudades. Total, apenas unos pocos
cientos de millones de euros destinados a edificios suntuarios, a sacar pecho y
a jugar a las nacioncitas. A la par, otros no pueden recibir una ayuda para el
alquiler. ¡Hay que ser desahogado!
Artículo
revisado, insertado el 19 de mayo de 2008 en Batiburrillo de Red Liberal
PD (5-11-2015):
Ya podemos advertir que el derroche y la malversación de capitales públicos,
junto a la arbitrariedad que suele acompañar a ese derroche, no es cosa de
nuestros días, puesto que hace más de una década —y si se me apura más de tres—
que el gobierno de Cataluña, siempre en manos nacionalistas, no ha cesado a la
hora de gastar desaforadamente lo que no tiene, y siempre destinado a lo mismo:
La cuestión 'identitaria'.
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