No es posible
que a nuestro país, España aún para algunos, se le tome más a cachondeo de lo
que ahora se le toma. Si el cachondeo fuese una unidad de medida, pongamos una
divisa cotizada, hacia Zapatilandia (la España de ZP) se dirigirían todas las
burlas, mofas y befas de este mundo. Esas unidades de cuento, que no de cuenta,
se mostrarían siempre dispuestas a refugiarse aquí, como si de una fuga de
capitales se tratase, al constarle a sus traficantes que iban a ser bien acogidos
en este territorio. Al genuino estilo de la Suiza plagada de bancos, importantes
partidas de escarnio y ludibrio pasarían a engrosar nuestras cámaras acorazadas.
Con una diferencia, los helvéticos son proclives a las cuentas numeradas y
secretas, mientras que los hispanos, mayormente en su variedad zapaterina,
somos aficionados a divulgarlo todo. Y lo que no se sabe “per se”, se filtra “perque sí”.
Y es que “Estepaís”,
señores, por obra y gracia de las improvisaciones gubernamentales y el nulo
prestigio que de ellas se desprende, está plagado de agencias bancarias donde hasta
lo más deprimido del tercer mundo quiere depositar algunas partidas de lo que
pudiéramos denominar burla ocurrente. Tal es el caso de Gambia, una “gran
potencia” especializada en plantaciones de cacahuete —ojo al dato—, elaboración
de cayucos llave en mano, de los que exporta buena parte de su producción al
vecino Senegal, y recepción compulsiva de fondos de ayudas al desarrollo,
actividad, esta última, en la que realmente sobresale desde hace tiempo. Con
apenas 1.5 millones de habitantes escasamente urbanizados, Banjul es su capital
y cuenta con menos de 33.000 residentes —por debajo de los primeros 500 pueblos
españoles—. Gambia posee un lema que ha incumplido sistemáticamente desde su
fundación: “Progreso, paz y prosperidad”. De tal suerte —mejor llamarlo
desgracia— que no son pocos los gambianos que llegan a España en busca de un
“progreso” distinto al de su tierra.
Pues bien,
incluso Gambia se ha permitido el lujo de ridiculizar a un gobierno socialista
—no debo escribir español, no se lo merece— que alardea de “Gobierno de España”
y sistemáticamente incumple su propio lema-pantalla. Y encima lo incumple aún
con más saña que los gambianos incumplen el suyo. Y si no lo creen, fíjense en
este titular de El Mundo: “Vuelve a España un avión con 101 inmigrantes que Gambia rechaza readmitir”. Más adelante, el cuerpo de la noticia comenta que: “Fuentes del Ministerio
[Interior] aseguraron que los ciudadanos gambianos habían sido
previamente reconocidos por autoridades de ese país desplazadas a
Canarias y que tanto el Ministerio de Asuntos Exteriores gambiano como su
dirección general de Inmigración habían firmado la repatriación”.
Nada, que nos
mandan el avión de vuelta, donde también se ha “paseado” un centenar largo de
policías españoles, y se quedan tan tranquilos. Igual el gobierno de Gambia
teme un golpe de Estado a manos de los repatriados, gente que ha visto el
primer mundo y ahora no va a ser fácil que se conforme con volver a la dieta
alimenticia de la tradicional y generosa tajada de hambre. Y perdón por el uso
de una frivolidad que solamente pretende describir la trastienda de esa “gran
potencia” que nos ha tomado el pelo.
Como sea, en
vistas de que no es la primera vez que otros estados incumplen los acuerdos de repatriación que han firmado con nosotros —muestras adicionales de la falta de
respeto al “Gobierno de España”—,
no me extrañaría nada que al final, con el mejor sentido del humor posible, los
agentes policiales españoles llegaran a decirles esto a sus familias: “Me voy a
tomar café a Gambia y ahora vuelvo”, por ejemplo. Eso sí, en el caso de Gambia,
igual son de a kilo las raciones de cacahuetes servidas en el avión.
Artículo revisado, insertado el 20 de septiembre de 2008 en Batiburrillo de Red Liberal
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