Nada ha cambiado en el socialismo desde que escribí el artículo, cuando aún gobernaba el estrafalario ZP. El socialismo de ahora, cuyo jefe es Pedro Sánchez, ha pactado con toda clase de separatistas y antisistemas propensos al totalitarismo. Y algo así, que nadie lo dude, dista mucho de considerarse válido para clamar que "¡socialismo es libertad!". Ni siquiera las dos últimas entrevistas de Sánchez con Rajoy sobre el tema de la sedición en Cataluña, destinadas a la propaganda para evitar quedarse en 30 diputados, atenúa la sensación que uno tiene de que esta gente ladra de un modo y luego muerde de otro. Es decir, practica un tipo de hipocresía de lo más completita y al alcance de muy poca gente en el mundo de la política.
Socialismo es libertad
Si en el 78, a poco de aprobarse la Constitución española, alguien me hubiese asegurado en Barcelona, donde por entonces residía, que 30 años más tarde los socialistas (¿?) cerrarían una emisora de radio en Cataluña o no le renovarían el permiso ─que es exactamente lo mismo─ como consecuencia de que sus emisiones son en castellano, estoy seguro de que con no poco énfasis le hubiese contestado: ¡Tú estás loco, algo así es imposible! ¡Eres un tipo alarmista que no digiere la democracia y atufas a facha! ¡Socialismo es libertad!
Claro que yo entonces, criaturita de mí, me sentía socialista hasta las cachas y era de los que cada jueves me acercaba a primera hora al kiosco para recoger mi ejemplar de Cambio16, una revista que leía con la máxima atención, casi postrado de hinojos como si de un acto sagrado se tratase, y que incluía en su portada, semana sí y semana no, la foto de Felipe González o de algún otro izquierdista de renombre, personajes a los que incluso antes de que Franco muriese se les había mitificado a través del boca a boca popular y relacionado con el deseo de libertad política a la que muchos aspirábamos. Porque, cómo no, ¡socialismo es libertad! Transcurridos esos 30 años, la noticia del cierre de la emisora en Cataluña, además de indignarme, supone para mí un nuevo “chute” de desilusión en la vena sobre el particular modo de entender la libertad del socialismo, algo que sería conveniente ir recordando con asiduidad a los que aún permanecen en lo alto del guindo.
Hoy, ahuyentado del socialismo por sus obras, como tantos desengañados con una ideología que, llevada a la práctica, jamás ha demostrado algo distinto a la arbitrariedad y la corrupción destinada al enriquecimiento de sus dirigentes ─recordemos Estepona─, cuando no la endémica propensión al liberticidio, de nuevo he podido comprobar que “socialismo es libertad”, pero elevado a ‾ⁿ. Es decir, apliquémosle a las consignas socialistas el coeficiente negativo más elevado posible y el resultado vendrá a reflejar con cierta exactitud una realidad plenamente antagónica a la que esta gente proclama en su propaganda. De donde se deduce que, en el mejor de los casos, la libertad ofrecida por el socialismo hay que multiplicarla por cero, a lo Bart Simpson.
Ni soy de cultura extremeña, como la emisora cerrada en Barcelona por los socialistas, ni me une ya a esa ciudad, en la que he pasado más de 40 años de mi vida, otro sentimiento distinto al de la melancolía. En Barcelona conocí a unos cuantos extremeños de gran valer y entereza, laboriosos como pocos, humildes de cuna y amantes de su alejada tierra, a la que algunos de mis amigos solían volver de visita cada varios veranos y en la que advertían lo cierto del verso de la canción: “Ni soy de aquí ni soy de allá...”. La emisora de radio ahora cerrada llevaba cuatro lustros calmándoles la nostalgia a sus paisanos, que bastante han hecho durante todo este tiempo con sobrevivir a sendas tierras inhóspitas, una en lo económico, otra en lo cultural: la de nacimiento y la de adopción.
Barcelona podría haber sido la Atenas de nuestro siglo, abierta y generosa con todos los que a su seno se acogieron, y se ha quedado en lo peor de Esparta, ajena a cualquier acto de heroísmo, con los 300 puestos en fuga y una disposición creciente a convertirse en villorrio plagado de rudos fundamentalistas. Es sí, socialismo y nacionalismo de por medio, ya que corren los tiempos de un Tripartito más que radicalizado.
¿Qué se ha debatido en el reciente congreso del PP sobre estas cuestiones? Nada, que yo sepa. Al contrario, la crítica de María San Gil al PNV, partido de comportamiento igualmente liberticida, ha desaparecido de la ponencia política. ¡No sé si pegarme un tiro, comprarme una guitarra o ir echando monedas a una hucha para el pasaje a Canadá o a Finlandia, donde abundan los bosques y uno puede llegar a perderse!
Artículo revisado, insertado el 22 de junio de 2008 en Batiburrillo de Red Liberal
Por aquella época no me sentía socialista, pero creía que los socialistas serían la otra pata del sistema de alternancia, como era en Europa o en USA, modelos que creíamos conocer. Por tanto durante un poco tiempo acepté, el eslogan de Felipe que el socialismo es libertad.
ResponderEliminarPero fue poco tiempo, ni siquiera un año. Comprendí que Felipe y cia tenían mucha cara y que nos íbamos a enterar cuando gobernaran. Cosa que ocurrió y que todos sabemos como terminó: con la primera ruina del Sr Solbes.
Como no escarmentamos, volvió el socialismo, cierto que por la puerta falsa, pero en este país de borregos sirvió y el Sr Solbes volvió a arruinarnos, lo cual creo que es un hecho insólito en la política mundial. Y además se profundizó en la tiranía.
Claro que se ve que eso es contagioso ya que los pperos han seguido profundizando en la tiranía.
Digo lo de profundizar porque creo que fue Felipe el que deseaba profundizar en la democracia.
Pacococo
En efecto, dos veces nos llevaron a la ruina y es posible que no escarmentemos nunca. Eso sí, reconozco que eres menos ingenuo que yo, porque a mí me costó al menos 10 años dejar la afición al socialismo.
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