Lo peor que está
haciendo el gobierno en funciones, casualmente socialista, es permitir en
Cataluña una violencia separatista que, a todas luces, le hace creer a esta
gentuza de las barricadas que tiene razón y que los fascistas son los otros. Y
así lo manifiestan a todas horas, entre uno y otro contenedor incendiado o
autopista cortada, y encima alardean de superioridad moral; salvo Torra, claro,
cuyos alardes son sobre la superioridad racial.
Nuria Martí, la
portavoz de Arran, una de las variantes golpistas del nacionalismo catalán, la
más extremista y activa de todas ellas, ha declarado un par de imbecilidades en la TV3 (¿dónde, si no?) que no me
resisto a comentar a sabiendas de que esta gente no tiene remedio: 1) que la
razón debe anteponerse a la ley y 2) que la aspiración colectiva debe
prevalecer frente al derecho individual. Si fuese como dice esta elementa, entonces
¿de qué modo se decide quién tiene la razón? ¿Tal vez ella misma lo ha decidido
así y debe considerarse palabra de diosa? ¿Acaso se decidió en una de esas asambleas a la
búlgara de su partido, donde se vota a mano alzada y a la vista de una
ejecutiva que va tomando notas para luego acogotar a los más discrepantes?
Por otra parte,
¿de dónde saca Nuria la mendruga que lo colectivo debe prevalecer sobre el
individuo? Da la impresión como si el dios del Caos (o el propio Satanás) le
hubiera soplado al oído que los seres humanos nacemos en racimos, o sea, de mil
en mil y a veces más ¿No será que la energúmena está convencida de que el ser humano es como las
arañas, por ejemplo, que de cada nido nacen cientos de arañitas? Podría ser, de ahí que la
voluntad de unos cuantos borregos que se unen en un rebaño de ultraizquierdistas,
por supuesto para delinquir (lo que precisamente es Arran, una banda de
delincuentes), vale mucho más que la voluntad de la suma de uno en uno de los demócratas, voto a voto en urnas legales. Luego está claro que cualquier versión
del separatismo en que nos fijemos, y más si se trata de los detritos
originados en los maulets (origen de Arran), no deja de ser un grupo de imbéciles cuyo rasgo más
destacado es que todos chupan el lápiz por el lado de la goma.
Y a todo esto, ¿qué
hace el “progresista” Pedro Sánchez? Está claro que se entretiene como un niño de ocho años en
las mil y una intrigas contra el Rey de España, al que usurpa sus funciones, y
se dedica a pactar su investidura con cualquier partido antisistema que odie a nuestra
Patria común. El vaticinio es claro: ¡Más dura será la caída de un social-sanchismo que tardará otros 100 años en recuperarse!
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