No, rotundamente
no. No lo tiene a la hora de incumplir las leyes, como cuando el Constitucional
suspende una decisión del Parlamento catalán, a todas luces ilegal, y de
inmediato declaran que les da lo mismo y que seguirán la “Hoja de Ruta” para la
independencia. Los catanazis no poseen límites a la hora de practicar la
violencia incendiaria en las calles, una actividad ordenada de arriba abajo, que
va a más y que, por costumbre, acaba en Vía Layetana ante la Jefatura Superior
de Policía. No lo tienen, muy especialmente, a la hora de respetar la sentencia
del Supremo a los condenados por el 1-O, de quienes aún dicen a diario que son
presos políticos procesados injustamente y hacia los que exigen una amnistía.
Tampoco se
limitan cuando deciden oprimir las libertades de los catalanes que no son
separatistas, a los que tratan de inculcarles por todos los medios un
sentimiento de superioridad racial que, como se ha dicho, es de lo más delirante. Una
opresión que llega hasta el punto de declarar la muerte civil de quien no se someta
a sus dictados totalitarios, es decir, a no poder ocupar ninguno de esos miles
y miles de puestos en la función pública tan bien dotados económicamente, ya
que han sido adjudicados previamente a los catanazis más radicales, dando así
la impresión de que nos hallamos ante una auténtica mafia siciliana.
¿Tiene algún
límite el derroche de los sucesivos gobiernos catalanes destinado a crear
artificialmente lo que denominan “el procés”? En absoluto, la prueba de esa falta
de límites es una deuda de más de 80,000 millones de euros, en aumento, que la
administración catalana mantiene con el Estado español. ¿Tiene límites, finalmente,
el odio que estos perros rabiosos, conocidos como catanazis, destilan hacia los
charnegos (medio catalanes) y los españoles residentes en Cataluña? Vea la
imagen de cabecera y asómbrese de la extrema crueldad genocida que la
bestia parda de Torrent (presidente del Parlamento catalán) quiere aplicar a
los que él denomina escorias.
Ante semejante situación, lo más apropiado sería suspender la autonomía catalana, por el
plazo que hiciera falta, y procesar a cualquier dirigente sembrador de odio y
amenazas, así como ilegalizar a los partidos que no respeten la Ley. Hace décadas
que España carece de un gobierno con la suficiente firmeza. Y de continuar
Sánchez, aún irá todo a peor ya que pretende pactar con los catanazis. ¿A
cambio de qué? Luego lo que aquí procede, dentro de las posibilidades de un ciudadano
de a pie, es mantener la denuncia de tanta iniquidad y darle una opción en las
urnas a cualquiera de esos tres partidos (PP, VOX y Ciudadanos) que tal vez,
solo tal vez, tratarán de corregir el rumbo de la actual tiranía en Cataluña.
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