martes, 29 de octubre de 2019

Dos opciones después del 10-N


La España nacional, un término que debería estar muy alejado de cualquier recuerdo franquista de la Guerra Civil, como creo que así lo pretende la derecha, es de lo más antagónica a la idea revolucionaria de una república en manos de un Frente Popular tan desquiciado como el anterior, que tiene en su punto de mira a la Monarquía y en el que se integran toda clase de separatistas, anarquistas y social-comunistas, cuyos componentes aspiran al uso intensivo de la espantosa Ley de Memoria Histórica para regresar al pasado y ganar una guerra que perdieron en 1939 y que, de ganar las próximas elecciones, no dudarían en reeditar.


Sí, debo reconocerlo con todo pesar, hemos vuelto a la época de las dos Españas. Y es bien triste que una de ellas, la encarnada por esa izquierda que se presenta en todas las provincias, quiera helarnos el corazón al demostrar que odia a la nación donde ha nacido, vive y de la que se ha beneficiado desde hace más de un lustro. Me refiero en este caso a Pablo Iglesias, un sujeto del que es imposible fiarse y que no merece, vista su trayectoria ascendente en la acumulación de riquezas, que le creamos cuando habla de defender a la clase obrera. No y mil veces no, en el caso del “Coletas” debe cambiarse el verbo “defender”, por “servirse de”…, al más puro estilo leninista de la URSS que muchos de sus votantes, cargados de ignorancia, ni se molestan en averiguar cómo se comporta el comunismo cuando alcanza el poder. Un comunismo que, en nuestros días, no carece de reductos en Asia y Sudamérica, donde tiraniza a la población y la lleva a la miseria.

Se imagina alguien a un Pedro Sánchez cuyo gobierno dependa de los diputados nacionalistas asimétricos de Iceta, de los comunistas bolivarianos de Iglesias, de Errejón o del pan catalanista Compromís. Sin olvidarnos de los separatistas radicales de ERC y los supremacistas de Puigdemont-Torra, o de esa banda de violentos desalmados que responden a las siglas CDR y que obedecen a sus amos de la CUP, los cuales afirman que la violencia en Cataluña debe mantenerse porque da presencia en el extranjero. Y ahí no acaba el aquelarre (palabra vasca), porque Sánchez necesitaría igualmente a los diputados de un partido tan chantajista como el PNV, que lleva décadas beneficiándose del resto de los españolas, y de los pocos escaños que saquen los filoterroristas de Bildu, sin contar algún que otro cántabro o canario que aspira a permanecer en su poder territorial y está dispuesta a recibir ofertas.

En resumen, si usted es de los que está indeciso sobre si votar o no y, muy especialmente, si mantiene la duda respecto al partido destinatario de su voto, en tal caso mi recomendación solo puede ser una: ¡Vote lo que le dicte su conciencia y si puede hágalo a favor de España!

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