O lo que es lo
mismo, debe aplicarse la ley mediante un 155 largo, ancho, extenso, profundo e
intenso, cuya duración venga determinada por el grado de desintoxicación de la
sociedad catalana, asunto harto difícil que no se logrará en cuatro días (tal
vez en cuatro generaciones) si se tiene en cuenta que muchos adoctrinados nunca
han sido conscientes de haber pasado al lado oscuro de la democracia ni de
vivir saturados de odio a todo lo español.
Un ejemplo lo
tenemos en esos 100 mil voluntarios que el xenófobo Torra ha reclutado ya para que se echen a las calles, a saber
con qué intensidad de violencia, en cuanto se conozca la sentencia del juicio
contras los golpistas del 1-O. Si a ello se le añade que el mismo Torra está dispuesto a fulminar a toda la cúpula de la Consejería de Interior,
ante el temor de que los Mossos (o al menos una buena parte de ellos) cumpla
con su obligación de mantener el orden en Cataluña, entonces se verá más claro
que los catanazis han escogido la impunidad ante la ley de cuanta fechoría
pueda atribuirse a los 100 mil, frente al mantenimiento de la Ley y el Orden.
No se olvide,
abundando en lo anterior, que el propio presidente de la Generalidad ha
declarado en varias ocasiones que “no aceptará una condena a los presos independentistas”,
que “el desacato es un derecho que les asiste” y así lo comunicará a los
líderes españoles y europeos. Circunstancia que usará para ponerse en manos del
Parlamento catalán y acordar las decisiones que correspondan, lo cual suena a
una nueva amenaza de proclamar (otra vez) la República Independiente de
Cataluña.
En resumen,
frente a una situación de rebelión permanente, que ya veremos si no acaba en
agua de borrajas porque los catanazis están de capa caída debido al hartazgo de
la población, pocas dudas caben de que se debe reprimir cualquier intento
sedicioso con todo, absolutamente todo el peso de la ley. Ahora bien, Rajoy no
tuvo narices para evitar la deriva separatista, se limitó a negar que los referéndums
se hubieran producido y a blandear en sus decisiones, de ahí que se deba
formular la siguiente pregunta: ¿Podemos confiar en Sánchez aún a sabiendas de
que necesita a ERC para su investidura? Al efecto, conviene recordar que el tal
Sánchez posee una aspiración única: Convertirse en PVF (Presidente Vitalicio en
Funciones).
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