Si uno no quiere
quedarse al margen de la realidad, debe reconocer que el tema electoral no
pinta nada bien para los que amamos a España. Por tal motivo, a sabiendas de
que los separatistas catalanes no tienen solución, puesto que tan solo
atenderían a la ley del guantazo bien “dao”, en tal caso el Estado debería
contar con un gobierno potente, que se vistiera por los pies y que careciera
por completo de intereses electorales espurios. Ese gobierno debería tener
claro, además, que las instituciones catalanas precisan ser desnazificadas en
profundidad y que algo así, por más que nos empeñemos los demócratas en
reiterarlo a diario, necesita varias décadas para lograrlo y diríase que
estamos lejos de iniciar la primera etapa.
Una primera
etapa que tal vez podría arrancar si Sánchez pierde el poder y la derecha toma
el relevo, pero las encuestas de hoy mismo, aun cuando le dan una subida a la
derecha en su conjunto (PP, Vox, Ciudadanos), no alcanza los diputados
suficientes para formar gobierno: En el mejor de los casos, le faltarían 15 o
20 diputados que no hay de dónde sacarlos. Justo lo contrario de lo que le
sucede a Sánchez, que anda “sobrao” y nota que sí le dan los números para un
nuevo “Frankenstein”, incluso sin pedirlo. Los separatistas vascos y catalanes
saben de sobras que el “Trifachito” al mando se convertiría en su peor
pesadilla, de donde se deduce que acabarán por regalarles sus diputados al
candidato socialista.
Otra cosa muy
distinta es Pablo Iglesias, al que noto muy alejado de semejante regalo a
Sánchez, especialmente si no median unos cuantos puestos en el Consejo de
Ministros, por lo que el “Coletas” es capaz de abstenerse con tal de joder (sí,
se llama así, joder) a su enemigo mortal y de ese modo que Sánchez pase a la Oposición.
La jugada parece que tiene un nombre: “Operación Purgatorio”, que es el lugar donde las
almas en pena pasan un tiempo purgando sus pecados. Y claro, si a Sánchez le
quitas el Falcon, sus viajes de Estado a lo largo y ancho de este mundo, la
docena de entrevistas televisivas anuales, los reales decretos en beneficio de
sus fideles, las reseñas de los Consejos de Ministros enunciados por la Calvo o la ministra Celaá, que no puede ser más cursi ni entrenando de sol a sol…
Entonces qué nos queda: A Sánchez convertido en un alma en pena que no dudaría al
cabo de un tiempo en ceder cuanto hiciera falta ante el podemita.
Ahora bien, la
derecha en minoría apenas podría aprobar ley alguna, porque todo aquello que
propusiera sería vetado en bloque por la izquierda y el separatismo. No
obstante, el “Trifachito” poseería la mejor de las opciones: Demostrarles a los
ciudadanos que los de enfrente, es decir, los apestosos frente populistas, ni
son capaces de ponerse de acuerdo para gobernar ni poseen la decencia necesaria
para aceptar que otros gobiernen. A tal fin, la mejor opción de la derecha
sería la de convocar nuevas elecciones desde el poder y evitar así, anulando
buena parte de la propaganda institucional que el socialismo ha usado durante
más de un año, esa prima de 30 o 40 diputados con los que ahora parte. Ya que
si le eliminas a Sánchez el dopaje propagandístico, en buena ley el PSOE no
pasaría de 80 escaños. Amén.
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