Si Sánchez no indulta a los golpistas
(si lo hiciera no sorprendería a casi nadie), y si además se tiene en cuenta
que en cuatro días van a estar casi todos en la calle como consecuencia de una
vigilancia penitenciaria que se mostrará de lo más blandita (caso Oriol Pujol),
entonces, haciendo el esfuerzo de buscar el lado bueno, nos encontramos con que
los procesados han quedado inhabilitados para el ejercicio de cargo público por
un período que oscila entre dos y tres legislaturas.
Tomemos el ejemplo de Oriol Junqueras
y advirtamos que este hombre ha perdido su condición de diputado al Parlamento
europeo (estaba pendiente de prometer el cargo) y ahora no puede presentarse ni
siquiera a concejal de su pueblo. ¿De algo tendrá que vivir? La verdad es que
me importa bien poco su bienestar económico, que es justo lo contrario que le
debe suceder a él, salvo que los malversadores de dinero público que ahora
mandan en Cataluña le hayan profesado “amor eterno” y susurrado al oído un “te
tendré como una reina”. Lo que tampoco sería de extrañar.
Bien, pues al resto de los golpistas le
pasará lo mismo que a Junqueras, que se han quedado todos a pan pedir y
dependerán de que en la Generalidad se sucedan durante varias legislaturas unos
“amigos del alma” que se muestren dispuestos a mantenerles con dinero negro (de
los españoles) sus altos ritmos de vida. Porque esta gente, que no se olvide, han
demostrado dos cosas a lo largo de varios quinquenios: Ser unos verdaderos
profesionales de la política, es decir, vivían de ella, y tener más que
olvidada cualquier profesión ejercida en la vida privada.
Lo antedicho me lleva a pensar que no
será tan fácil substituir el cheque que a los inhabilitados les llegue cada mes
de la Assemblea Nacional Catalana, una asociación golpista por
excelencia al frente de la cual figuraba uno de los Jordi condenados. Ni tampoco será
sencillo, visto el declive que llevan los cismáticos, que el golpismo catanazi
se mantenga en el poder a lo largo de trece años, ya que para que algo así suceda
debería ocurrir otro tanto en el gobierno de España, lo que vendría a suponer
un Pedro Sánchez cuasi vitalicio. ¡Madre del amor hermoso!
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