Así como Rajoy
pasó por el gobierno de España demostrando que no quiso afrontar el gran
problema del golpismo catanazi, tal vez por una cobardía oculta tras su lema “lo
importante es no molestar”, Sánchez demostró ayer que le importa un pimiento la
violencia en Cataluña y que la llamada a los líderes del PP y Ciudadanos, cuyas
opiniones se echó a la espalda y le resbalaron hasta el culo, no era más que una
engañifa para hacer creer a los votantes que había tratado de consensuar una
respuesta a la violencia separatista.
Sánchez justificó
a posteriori, mediante la frase “La moderación es una forma de fortaleza”,
que decidiera aparcar cualquier reacción al incendio de las
ciudades catalanas, si bien en este caso no prevaleció la cobardía, sino los
intereses electoralistas de ese elemento neutro conocido como Iceta y el deseo de mantener la fraternidad
con su socio in pectore, Junqueras, una actitud que sin duda es algo de la misma calaña,
o acaso peor, al privar el beneficio personal frente a la vagancia demostrada
de Rajoy.
Al respecto,
cabe destacar que la verdadera fortaleza es sinónimo de valor, el cual debe
practicarse sin alardes y sin vacilaciones, en especial cuando hay miles y miles de ciudadanos sometidos al zarpazo de la violencia callejera. Y Sánchez, que no es capaz de
evitar el alarde en todo momento, puesto que se vanagloria de cualquier propuesta
destinada en exclusiva a la captura de votos (pongamos los pensionistas), ayer
vaciló sobremanera hasta convertirse en un monaguillo de Pablo Iglesias, a
quien le secundó la opinión del “quieto parao” frente a los golpistas. De donde
se deduce que el “funcionario” Presidente (en funciones) tiene unas expectativas
muy elevadas cuando se mira al espejo, si bien unas dotes de lo más “tirao” para
ejercerlas. ¡Chaval, o cambias de asesor o te vuelves un hombre de provecho
para todos, no solo para ti mismo!
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