viernes, 2 de agosto de 2019

La perversión del socialismo en Navarra


Parece mentira que un sujeto como Pedro Sánchez lleve desde finales de abril, un día sí y otro también, pidiéndoles al PP y Cs que se abstengan para que pueda gobernar la lista más votada, o sea, la suya, la de ese PSOE desaparecido como consecuencia de una iniquidad continuada desde que Zapatero lo tomó al asalto (literalmente hablando) en 2004. Porque al socialismo ya no es posible llamarle PSOE, antes fue zapaterismo revanchista, creador de la infame ley de “Memoria Histórica”, y ahora es sanchismo de garrafa, es decir, una especie de brebaje aguardentoso en lo ideológico, incapaz de poseer el buqué de los licores selectos y bautizado con las peores aguas, las que portan abundantes residuos de felonía hacia la patria común, España.


Parece mentira, pues, que el sujeto Sánchez haya permitido que en Navarra, en contra de un partido que ganó las elecciones y a la que solamente le han faltado dos o tres diputados para la mayoría absoluta (Navarra Suma) se establezca un pacto que hoy mismo proclamará a la socialista Chivite (con la abstención de los etarrófilos de Bildu) presidenta de una comunidad que dejará en manos de Uxue Barkos Berruezo, la sirvienta del PNV, la labor de euskaldunizar un territorio cuya mayor parte de la población (se asegura que el 93%) jamás de los jamases ha conocido el idioma de los vascos, ni el vasco actual normalizado, ni una de esas entre 7 a 10 variedades conocidas antes de la llegada del batúa, entre finales de los años 60 y los años 70.

Porque tiene narices que los nacionalistas comenzaran por imponer un idioma artificial a los propios vascos, el referido batúa, lo que hicieron con especial entusiasmo en la provincia de Álava, donde desde la Edad Media casi nadie conocía otra cosa que el castellano, de ahí el traslado de la capital nazi a Vitoria. Y junto a la capital, llegaron procedentes de los valles más arcaicos esos miles de funcionarios nacionalistas, cuyo único mérito consistía en entender y chapurrear el vascuence.  De donde se deduce que todo nacionalismo, sea el que sea, lleva dos aberraciones aparejadas: la opresión a todo disidente y la imposición de lo que denominan “idioma propio”. ¿Objetivo? ¡Crear patrias de diseño para perpetuarse en el poder!

En resumen: ¿Cómo es posible que el sujeto Sánchez pida la abstención a su favor y no sea capaz de comprender que lo de Navarra y su enjuague con Bildu es la más vil de las perversiones?

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