Parece mentira
que un sujeto como Pedro Sánchez lleve desde finales de abril, un día sí y otro
también, pidiéndoles al PP y Cs que se abstengan para que pueda gobernar la
lista más votada, o sea, la suya, la de ese PSOE desaparecido como consecuencia
de una iniquidad continuada desde que Zapatero lo tomó al asalto (literalmente
hablando) en 2004. Porque al socialismo ya no es posible llamarle PSOE, antes
fue zapaterismo revanchista, creador de la infame ley de “Memoria Histórica”, y
ahora es sanchismo de garrafa, es decir, una especie de brebaje aguardentoso en
lo ideológico, incapaz de poseer el buqué de los licores selectos y bautizado con
las peores aguas, las que portan abundantes residuos de felonía hacia la patria común,
España.
Parece mentira,
pues, que el sujeto Sánchez haya permitido que en Navarra, en contra de un
partido que ganó las elecciones y a la que solamente le han faltado dos o tres
diputados para la mayoría absoluta (Navarra Suma) se establezca un pacto que
hoy mismo proclamará a la socialista Chivite (con la abstención de los
etarrófilos de Bildu) presidenta de una comunidad que dejará en manos de Uxue Barkos Berruezo, la sirvienta del PNV, la labor de euskaldunizar un territorio cuya mayor
parte de la población (se asegura que el 93%) jamás de los jamases ha conocido
el idioma de los vascos, ni el vasco actual normalizado, ni una de esas entre 7
a 10 variedades conocidas antes de la llegada del batúa, entre finales de los años
60 y los años 70.
Porque tiene
narices que los nacionalistas comenzaran por imponer un idioma artificial a los
propios vascos, el referido batúa, lo que hicieron con especial entusiasmo en
la provincia de Álava, donde desde la Edad Media casi nadie conocía otra cosa
que el castellano, de ahí el traslado de la capital nazi a Vitoria. Y junto a
la capital, llegaron procedentes de los valles más arcaicos esos miles de funcionarios
nacionalistas, cuyo único mérito consistía en entender y chapurrear el
vascuence. De donde se deduce que todo
nacionalismo, sea el que sea, lleva dos aberraciones aparejadas: la opresión a
todo disidente y la imposición de lo que denominan “idioma propio”. ¿Objetivo? ¡Crear patrias de diseño para perpetuarse en el poder!
En resumen: ¿Cómo
es posible que el sujeto Sánchez pida la abstención a su favor y no sea capaz
de comprender que lo de Navarra y su enjuague con Bildu es la más vil de las
perversiones?
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