miércoles, 23 de octubre de 2019

La ignorancia ajena como arma electoral socialista


Estoy convencido de que el PSOE ha contado siempre con un departamento especializado en el estudio de la falta de agudeza de los electores, a los que bombardea por sistema con propaganda adulterada, al gusto de colectivos concretos y a sabiendas de que tragarán con cuantos sapos difunda el partido, tal es la rutina del votante socialista a la hora de escoger candidatura, como si se tratase de un legado de padres a hijos y... “que no me entere yo de lo contrario”.


Es decir, desde que se fundó en 1879, el socialismo sobrevive a costa de la torpeza ajena y el artificio sistemático de enmascarar la realidad o de prometer el oro y el moro. Opino así porque conocí por dentro el socialismo, ya que hace años, en mi condición de “tierno corderito”, estuve afiliado a la UGT y me calentaron la cabeza durante mucho tiempo para que también me afiliara al peor de los socialismos posibles, el PSC, cuyo jefecillo actual, Iceta, no deja de ser un golpista enmascarado que manda mucho en el PSOE.

No obstante, a los que son “espabilaos” o de la familia, o sea, reclutables para la causa “nostra”, los socialistas suelen comprarlos con un carguillo. En plan alcaldesa de Móstoles, una sociata que practica como nadie el nepotismo y que se erige en ejemplo cinco estrellas de lo que no debe hacerse si uno es legal. Claro que la citada alcaldesa ha dado a entender que lo suyo es peccata minuta. Y no le falta la razón si se compara con esa corrupción industrial que el socialismo utilizó en Andalucía durante 40 años, con miles y miles de colocados a tanto la pieza.

Pero como todo es mejorable, digamos que ese departamento especializado que se cita al inicio, elevado por Sánchez al rango de Secretaría de Estado (eso sí, en la más completa clandestinidad), viene encargándose cada viernes, a través de la reseña del Consejo de Ministros, de propagar unas bondades que el socialismo jamás ha poseído y que, a través de sus numerosos medios informativos, trata de vendernos a todos para hacernos creer que solamente Sánchez puede redimirnos. Vamos, que darían lo que fuese para que busquemos la papeleta de “Sánchez, el redentor”.

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