Lo han conseguido. A
costa de conducir a Cataluña a un callejón de difícil salida, a una gravísima
crisis de desintegración y ruptura, han conseguido los nacionalistas catalanes su
propósito: los españoles nos odiamos hasta el punto de en determinadas circunstancias,
como se ve en la fotografía, no respetar ni lo más sagrado.
Como bien sabía Cambó,
nunca había existido en Cataluña un sentimiento antiespañol –ni viceversa–
hasta que fue artificial e irreflexivamente creado por los capitostes del
nacionalismo catalán. Era necesario, a falta de razonamientos sólidos que
esgrimir, un elemento aglutinador que cohesionase a los nacionalistas; y el del
imaginario enemigo exterior, España
concretamente, fue el elegido.
Carentes de argumentos
positivos que sustenten sus posiciones disgregadoras, ésta es la única
estrategia que han considerado viable los nacionalistas: quemar sus naves fomentando
el odio a una España de la que Cataluña y los catalanes son parte indisoluble. Sólo
pueden jugar a la contra, azuzando el irracional odio que promueven hacia
España con la utilización de argumentos falsos que no sostienen el más mínimo
choque con la tozuda realidad: ni los históricos, pues Cataluña nunca ha sido
soberana, Cataluña nunca ha sido ni una nación ni un estado; ni los económicos,
pues Cataluña nunca ha sufrido un expolio maquiavélicamente orquestado por los
sucesivos gobiernos españoles.
Pero treinta años de
machacón adoctrinamiento –con la insensata permisividad de los distintos
gobiernos españoles– en la idea de que ha sido, es y será España la artera
causante de todos los males que afligen a la Gran Cataluña no podían tener otra consecuencia que la que estamos
sufriendo: el absurdo y descabellado resentimiento que no pocos catalanes
profesan hacia su propio país y que, justo es reconocerlo, es cada vez más
correspondido por un, a mí parecer, minoritario aunque emergente nacionalismo
español resueltamente anti catalán.
Se ha convertido el
nacionalismo catalán, alentado por la omisión de quienes deberían haberle
puesto coto, en el mayor de los impedimentos para la convivencia civilizada en
España y en éstas andamos los españoles: abocados a un futuro –y un presente–
ciertamente poco halagüeño, cada vez más divididos y con menos referentes que
nos sirvan de nexo común, instalados en el perenne cabreo y en vías de que el
odio entre nosotros siga extendiéndose sin freno. Vamos directos hacia el caos
y después de nada servirá lamentarse: culpables y no culpables, nos ahogaremos
todos en la misma letrina; nos ahogaremos todos en la misma mierda.
Pues, desgraciadamente, qué razón tienes en todo, pero especialmente en tu última frase. Todos vamos a salir mal parados de este sinsentido autodestructivo iniciado por los nacionalistas hace más de 30 años y, como bien dices, consentido por todos los demás. Soy incapaz de pensar en un camino que nos lleve a mejorar la situación; caemos en barrena. :-(
ResponderEliminarSe me ha olvidado comentar que la foto de cabecera, tomada del vídeo donde los radicales nacionalistas agreden a un padre y sus hijos por llevar la bandera de España es una de las cosas que más me han impactado estos días, que más miedo me producen y a la vez más vergüenza. Espero que por esto, algún nacionalista empiece a cambiar para bien (otra vez ingenuidad¿?)
ResponderEliminarNo creo que ninguno cambie porque para eso se necesitaría una amplitud de miras absolutamente incompatible con el nacionalismo obtuso y cerril.
EliminarUn saludo.
Es posible que a estas alturas todos los políticos, la casta, para entendernos, se hayan percatado que están en un callejón sin salida. En su infinita mediocridad sembraron unos vienos suavitos que les permitían satisfacer sus modestas necesidades a costa de arruinarnos. Lo malo es que ahora están recogiendo la cosecha y no saben como parar y aunque tontos, se dan cuenta que están matando la gallina.
ResponderEliminarPero además si dejan de hablar de esto tienen que hablar del rescate y eso es peligroso porque quita votos. En cambio el nazionalismo bien manipulado da votos a todos.
Pacococo