¿Cómo es posible que el Gobierno catalán no haya enviado una representación a la entrega del premio Cervantes? ¿Habrá tenido algo que ver el hecho de que la gran Ana María Matute, catalana de generaciones, académica de la Lengua y escritora envuelta en múltiples reconocimientos, haya escrito la totalidad de su brillante obra en el idioma común de los españoles?
Las preguntas, que en buena medida se contestan por sí mismas, vienen a reflejar otra de las características del nacionalismo: la mezquindad, un sentimiento falto de generosidad y nobleza según el cual se prefiere ignorar lo propio (término que ellos aplican en exclusiva a la lengua regional), por más sublime que sea, con tal de no encuadrarlo fuera del arquetipo idiomático prefijado: el catalán.
Sí, en el ámbito de las letras, o escribes en catalán como un poseso o se te negará el prestigio que mereces, aparte de que nunca llegarás a integrar el panteón de los autores 'cuatribarrados'. La pobreza de espíritu, tan arraigada desde siempre en los nacionalistas, forma el más torpe y tupido de los velos con el que se envuelven, a modo de un burka que les impide observar un metro más allá de su ombligo. Y por lo tanto no se es catalán si ellos no lo deciden.
Autor: Pedro Espinosa García "Policronio"
Publicado el 28 de abril de 2011
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