El articulista
que más gracia me hace de cuantos escojo para referirme a la Segunda República
Española es Josep Pla, catalán por los cuatro costados y odiado por el
nacionalismo, lo que le confiere doble mérito. Pla tiene un no sé qué que te
atrae, tal vez su bonhomía respecto a la descripción de los personajes y las
situaciones, o su lenguaje de lo más llano rozando lo pueril. Lo cierto es que
me siento a gusto leyendo a Pla, de ahí que hoy ofrezca un nuevo artículo de
los que escribió al inicio de la República.
LOS
PROYECTOS DEL GOBIERNO
Cuanto pueda
decirse, a fecha de hoy, sobre los proyectos que tiene en perspectiva el
Gobierno debe darse, forzosamente, a título puramente informativo. Acerca de
dichos proyectos, circulan por Madrid, como es natural, muchos rumores, algunos
de los cuales son demasiado fantásticos y desproporcionados para que valga la
pena recogerlos.
Hasta el momento
la acción más decisiva del Gobierno provisional ha sido la rescisión de la
apertura de créditos realizada por la Banca Morgan y otras bancas negociada por
el ministro de Finanzas anterior. La acción ha producido en Madrid la
natural impresión y ha sido comentada desde muchos puntos de vista. El momento
actual está dominado por la existencia de un espíritu popular que se encuentra
un tanto divorciado del ambiente especializado en tales cuestiones. Dada la
importancia revolucionaria que adquirió el caso Morgan —hasta el extremo de
que puede decirse que la explotación de la apertura de estos créditos,
realizada de forma muy melodramática, ha sido la palanca con que se ha hecho
saltar la Monarquía—, es indudable que la rescisión ordenada por el ministro ha
sido admirablemente bien recibida en el ambiente popular. No se podría decir lo
mismo de los elementos especializados, quienes han adoptado una gran reserva
ante el hecho.
Entra en los
planes del Ministerio de Instrucción Pública —y comenzamos con estas líneas
justificando el título del artículo— la creación de veinticinco mil escuelas
primarias. Así al menos lo ha manifestado reiteradamente el señor Marcelino
Domingo.
Desde el punto
de vista de la política general, el Gobierno pretende, al parecer, ir a las
elecciones constituyentes antes de tres meses y presumiblemente el país votará
por grandes circunscripciones y el escrutinio se realizará por listas. En
virtud del Pacto de San Sebastián, ningún miembro del actual Gobierno podrá
aspirar a la representación parlamentaria. No obstante, este compromiso puede
ser corregido por quienes lo contrajeron. En todo caso, la orientación del
Gobierno es la de ir francamente a la creación de un ambiente de verdadera
democracia, y hacerlo rápidamente. Se habla de celebrar elecciones generales en
julio. Contra lo que se suponía, no se modificará la edad del derecho a votar.
Uno de los
ministerios seguidos en Madrid con más interés es el de Justicia. La impresión
general es que en este punto se verán cosas muy importantes. El Gobierno
llevará a las Cortes un proyecto instituyendo el divorcio. Llevará, además, la
cuestión de las relaciones con Roma, pues parece que es un criterio ir a la
interpretación literal del Concordato. Ello representará, probablemente, alguna
conmoción en ciertas órdenes religiosas. En todo caso, no hay peligro de que el
Gobierno lleve tales cuestiones chapuceramente. El señor Alejandro acreditado
en Madrid y ha sido objeto de grandes elogios por parte del Nuncio de S.S.
acreditado ante el Gobierno provisional.[20] Por otra parte, don Fernando de
los Ríos, titular de Justicia, es un espíritu de una admirable distinción, que
sabrá probablemente llevar a buen puerto el programa revolucionario con un
tacto exquisito.
Se habla también
de la reforma agraria. Pese a lo que circula, es aventurado hablar extensamente
de la cuestión, dada su enorme complicación. Lo mismo cabe decir de cuanto se
comenta respecto a los proyectos que tienen los ministros de la Guerra y de la
Marina en sus respectivos departamentos. Los asuntos de esta naturaleza, además
de ser complicadísimos, no tienen hoy todavía la suficiente madurez como para
que uno pueda hablar de ellos con cierto fundamento.
En Madrid se
considera, generalmente hablando, que la gran cuestión del momento es la de la
moneda. Este asunto está por encima de los demás. En un artículo posterior,
trataré de ofrecer un resumen de la cuestión vista a partir de los elementos
competentes en la materia.
«La Veu de Catalunya», 23 de abril de 1931
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