Si Pedro Sánchez,
con 123 diputados y la exigencia “patriótica” de que todo el mundo se abstuviera
en su favor, intentó la investidura y acabó haciendo el ridículo al sumar solo
un disputado más, por qué no probar lo que algunas fuentes periodísticas
sugieren: la investidura de Pablo Casado, del PP, con el refuerzo de Albert
Rivera y los 57 escaños de Cs. Ambos suman 123 diputados, curiosamente los
mismos que Sánchez. Si a eso le añadimos que VOX cuenta con 24 diputados, más otros
6-8 escaños de partidos menores, al final nos vamos a unos 155, ¡número mágico!
Qué haría falta
para que algo así funcionara: Todo, faltaría todo, porque el problema no es la
investidura de este o aquel político, sino aprobar leyes y presupuestos a la
largo de cuatro años. Y no olvidemos que los conspiradores de la moción Frankenstein
siguen agazapados en espera del “qué hay de lo mío”. Así que intentar la opción
Casado no es algo distinto a marear la perdiz o a pretender convencer al Rey de
que nos hallamos en una situación ingobernable, donde todos los políticos se
odian entre sí y nadie posee la generosidad suficiente. De hecho, tal vez lo menos
perjudicial sería disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Es cuestión
de comprobar cuánto hemos aprendido los ciudadanos de tan nociva experiencia
como la de ahora, lo que se averiguaría si viéramos cómo cambia el voto entre
los partidos y en qué proporción se adentra el votante en la abstención o se aleja
de ella.
Por otra parte,
creo que nadie podría asegurar que Albert Rivera aceptase ir de segundo en una
coalición PP-Cs, piénsese en que el jefe de los naranjitos no pierde la ocasión
de recordar (falsamente) que él es el líder de la Oposición porque su formación
es la que más sube, ya que si decidiera el aumento del porcentaje, entonces el
jefe de la Oposición sería Abascal, que partió de cero diputados. Luego aquí
tendríamos varias semanas de negociaciones, y de polémicas intrigantes, unos a
favor de Casado y otros de Rivera, que reclamaría el apoyo gratis total de VOX y complicaría mucho la coalición.
Y encima, para más inri, si al final cuajara un gobierno derechista, o extremo
derechista como ya comienzan a catalogarlo, dicha situación requeriría que Sánchez
se abstuviera a piñón fijo durante toda una legislatura, ya que al más mínimo despiste,
a propósito de esta o aquella ley que no les guste, se plasmaría una nueva
moción de censura anti PP y de nuevo aparecería en escena todo el Frankenstein
en pleno.
Hay que
reconocerlo, los españoles nos hemos situado ante una verdadera encrucijada en
la que, se tome el camino que se tome, la realidad nos conduce a la
ingobernabilidad. Porque en las últimas encuestas, como la de hoy en El Español, no
se aclara un panorama en el que casi todo seguiría igual de confuso. Aun así,
me remito al título del artículo y que sean las urnas las que decidan.
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