lunes, 29 de julio de 2019

Que sean las urnas las que decidan


Si Pedro Sánchez, con 123 diputados y la exigencia “patriótica” de que todo el mundo se abstuviera en su favor, intentó la investidura y acabó haciendo el ridículo al sumar solo un disputado más, por qué no probar lo que algunas fuentes periodísticas sugieren: la investidura de Pablo Casado, del PP, con el refuerzo de Albert Rivera y los 57 escaños de Cs. Ambos suman 123 diputados, curiosamente los mismos que Sánchez. Si a eso le añadimos que VOX cuenta con 24 diputados, más otros 6-8 escaños de partidos menores, al final nos vamos a unos 155, ¡número mágico!


Qué haría falta para que algo así funcionara: Todo, faltaría todo, porque el problema no es la investidura de este o aquel político, sino aprobar leyes y presupuestos a la largo de cuatro años. Y no olvidemos que los conspiradores de la moción Frankenstein siguen agazapados en espera del “qué hay de lo mío”. Así que intentar la opción Casado no es algo distinto a marear la perdiz o a pretender convencer al Rey de que nos hallamos en una situación ingobernable, donde todos los políticos se odian entre sí y nadie posee la generosidad suficiente. De hecho, tal vez lo menos perjudicial sería disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Es cuestión de comprobar cuánto hemos aprendido los ciudadanos de tan nociva experiencia como la de ahora, lo que se averiguaría si viéramos cómo cambia el voto entre los partidos y en qué proporción se adentra el votante en la abstención o se aleja de ella.

Por otra parte, creo que nadie podría asegurar que Albert Rivera aceptase ir de segundo en una coalición PP-Cs, piénsese en que el jefe de los naranjitos no pierde la ocasión de recordar (falsamente) que él es el líder de la Oposición porque su formación es la que más sube, ya que si decidiera el aumento del porcentaje, entonces el jefe de la Oposición sería Abascal, que partió de cero diputados. Luego aquí tendríamos varias semanas de negociaciones, y de polémicas intrigantes, unos a favor de Casado y otros de Rivera, que reclamaría el apoyo gratis total de VOX y complicaría mucho la coalición. Y encima, para más inri, si al final cuajara un gobierno derechista, o extremo derechista como ya comienzan a catalogarlo, dicha situación requeriría que Sánchez se abstuviera a piñón fijo durante toda una legislatura, ya que al más mínimo despiste, a propósito de esta o aquella ley que no les guste, se plasmaría una nueva moción de censura anti PP y de nuevo aparecería en escena todo el Frankenstein en pleno.

Hay que reconocerlo, los españoles nos hemos situado ante una verdadera encrucijada en la que, se tome el camino que se tome, la realidad nos conduce a la ingobernabilidad. Porque en las últimas encuestas, como la de hoy en El Español, no se aclara un panorama en el que casi todo seguiría igual de confuso. Aun así, me remito al título del artículo y que sean las urnas las que decidan.

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