Los siguientes párrafos corresponden a la obra de Josep Pla, uno de los más grandes en el periodismo y la narrativa. Quienes no conozcan a fondo el intento golpista de 1931 en Cataluña, no deben perderse el irrisorio final "revolucionario" (no olvidemos que Macià ganó las municipales gracias al apoyo entusiasta de los anarquistas) que Pla describe en esta segunda parte de uno de sus artículos más logrados.
LA SITUACIÓN
POLÍTICA EN CATALUÑA (Segunda parte)
La República catalana fue
completamente independiente durante diez horas, es decir, hasta las ocho de la
noche del día 14. Durante este tiempo se fraternizó en Barcelona a todo vapor
al grito de «Muera Cambó». El presidente se rodeó de un Consejo de Ministros en
el cual no faltó nada, ni un ministro de la Defensa. Se dieron salvoconductos y
se enviaron emisarios a los pueblos. Las comunicaciones, teléfonos y
telégrafos, las aduanas del país, quedaron incautadas. La Guardia Civil, los
Carabineros, toda la Policía, se adhirió al movimiento y acató al señor Macià.
Cuando el Gobierno provisional de la República española se puso al habla con el
señor Macià, éste se sometió, naturalmente, pero envió al señor Carrasco
Formiguera a Madrid, como plenipotenciario. Carrasco se encontró en Madrid con
la reacción contraria que irradiaba de toda España y vio claramente que lo peor
que le podía pasar a la joven República era caer por el lado del ridículo. Negoció
el viaje de los ministros del Gobierno provisional a Barcelona, y éstos
salieron en aeroplano.
¿Qué pasó entre los ministros del
Gobierno provisional y los dirigentes de Barcelona en el histórico Palacio de
la Generalidad? Se forcejeó, claro, muchísimo, y, al final, aparentemente al
menos, Macià cedió. Se dio la nota que publicaron los periódicos y las
cuestiones de terminología —cuestiones que, dado el temperamento de Macià, han
debido ser enormes— fueron eliminadas. La República catalana fue llamada
Generalidad de Cataluña, y a los ministros se les llamó, más modestamente,
consejeros. Mientras tanto, habiéndose enfriado las cosas en la calle, por
cansancio, y dado el cariz de desorganización interna que tomaban las cosas,
los elementos socialmente responsables decidieron sumarse al movimiento con la
intención de encauzarlo. La visita de don Raimundo de Abadal, presidente de la
Lliga Regionalista, a Macià, fue el primer síntoma de un nuevo estado de cosas
más potable.
¿En qué situación jurídico-política
se encuentra hoy Cataluña relativamente al resto de España? Han desaparecido
las Diputaciones provinciales en Cataluña —éste es el primer dato—. Cataluña
es, pues, un todo compacto. Los representantes de la Generalidad deben
articular un estatuto. Este estatuto será sometido a un plebiscito delante de
los Ayuntamientos y si es aprobado será llevado a las Cortes Constituyentes
para su aprobación definitiva. Esto es todo.
¿Cuáles son, sin embargo, las
atribuciones que tiene el presidente y Consejo de la Generalidad en Cataluña y
relativamente a España? En Madrid se cree que son semejantes a las de la
disuelta Mancomunidad. ¿Es esto literalmente cierto? No lo creo; pero me sería
muy difícil precisar dónde empiezan y dónde acaban. Son, en una palabra, discrecionales
del presidente Macià y sus consejeros. En todo caso, los problemas que plantea
este estado de cosas, un poco borroso, en Cataluña, son considerables.
La táctica del Gobierno
provisional de la República parece ser la de un liberalismo largo. Al parecer,
se va a dejar que las cosas se arreglen solas y se evaporen sin presión externa
de ninguna clase. Hay que dejar pasar, pues, el periodo de enfriamiento para
ver lo que pasa. El momento, en todo caso, tiene un interés considerable.
«El Noticiero
Sevillano», 25 de abril de 1931
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