domingo, 28 de julio de 2019

La Segunda República Española (11) (2 de 2)


Los siguientes párrafos corresponden a la obra de Josep Pla, uno de los más grandes en el periodismo y la narrativa. Quienes no conozcan a fondo el intento golpista de 1931 en Cataluña, no deben perderse el irrisorio final "revolucionario" (no olvidemos que Macià ganó las municipales gracias al apoyo entusiasta de los anarquistas) que Pla describe en esta segunda parte de uno de sus artículos más logrados.



LA SITUACIÓN POLÍTICA EN CATALUÑA (Segunda parte)
La República catalana fue completamente independiente durante diez horas, es decir, hasta las ocho de la noche del día 14. Durante este tiempo se fraternizó en Barcelona a todo vapor al grito de «Muera Cambó». El presidente se rodeó de un Consejo de Ministros en el cual no faltó nada, ni un ministro de la Defensa. Se dieron salvoconductos y se enviaron emisarios a los pueblos. Las comunicaciones, teléfonos y telégrafos, las aduanas del país, quedaron incautadas. La Guardia Civil, los Carabineros, toda la Policía, se adhirió al movimiento y acató al señor Macià. Cuando el Gobierno provisional de la República española se puso al habla con el señor Macià, éste se sometió, naturalmente, pero envió al señor Carrasco Formiguera a Madrid, como plenipotenciario. Carrasco se encontró en Madrid con la reacción contraria que irradiaba de toda España y vio claramente que lo peor que le podía pasar a la joven República era caer por el lado del ridículo. Negoció el viaje de los ministros del Gobierno provisional a Barcelona, y éstos salieron en aeroplano.

¿Qué pasó entre los ministros del Gobierno provisional y los dirigentes de Barcelona en el histórico Palacio de la Generalidad? Se forcejeó, claro, muchísimo, y, al final, aparentemente al menos, Macià cedió. Se dio la nota que publicaron los periódicos y las cuestiones de terminología —cuestiones que, dado el temperamento de Macià, han debido ser enormes— fueron eliminadas. La República catalana fue llamada Generalidad de Cataluña, y a los ministros se les llamó, más modestamente, consejeros. Mientras tanto, habiéndose enfriado las cosas en la calle, por cansancio, y dado el cariz de desorganización interna que tomaban las cosas, los elementos socialmente responsables decidieron sumarse al movimiento con la intención de encauzarlo. La visita de don Raimundo de Abadal, presidente de la Lliga Regionalista, a Macià, fue el primer síntoma de un nuevo estado de cosas más potable.

¿En qué situación jurídico-política se encuentra hoy Cataluña relativamente al resto de España? Han desaparecido las Diputaciones provinciales en Cataluña —éste es el primer dato—. Cataluña es, pues, un todo compacto. Los representantes de la Generalidad deben articular un estatuto. Este estatuto será sometido a un plebiscito delante de los Ayuntamientos y si es aprobado será llevado a las Cortes Constituyentes para su aprobación definitiva. Esto es todo.

¿Cuáles son, sin embargo, las atribuciones que tiene el presidente y Consejo de la Generalidad en Cataluña y relativamente a España? En Madrid se cree que son semejantes a las de la disuelta Mancomunidad. ¿Es esto literalmente cierto? No lo creo; pero me sería muy difícil precisar dónde empiezan y dónde acaban. Son, en una palabra, discrecionales del presidente Macià y sus consejeros. En todo caso, los problemas que plantea este estado de cosas, un poco borroso, en Cataluña, son considerables.

La táctica del Gobierno provisional de la República parece ser la de un liberalismo largo. Al parecer, se va a dejar que las cosas se arreglen solas y se evaporen sin presión externa de ninguna clase. Hay que dejar pasar, pues, el periodo de enfriamiento para ver lo que pasa. El momento, en todo caso, tiene un interés considerable.
«El Noticiero Sevillano», 25 de abril de 1931

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